Tomás Borges recomienda: “El Fin de la Oscuridad”

Autor: Paul Bogard Editorial: Paidós "Nos ha tocado en suerte, de tierra sólo un puño; de cielo, todo el cielo" Rafael Arozena Un libro que nos advierte sobre el peligro...

21 de noviembre, 2014

Autor: Paul Bogard

Editorial: Paidós

"Nos ha tocado en suerte, de tierra sólo un puño; de cielo, todo el cielo"

Rafael Arozena

Un libro que nos advierte sobre el peligro de la contaminación lumínica. Paul Bogard profesor de la Universidad James Madison de Virginia, nos cuenta sobre el fin de la oscuridad y los peligros que esto conlleva; “ya que la oscuridad natural de la noche es invaluable para mantener nuestra salud y la del planeta, y la perdida de esta oscuridad afecta a cada uno de los seres vivientes de la tierra” nos advierte el autor.

El progreso es un largo y sinuoso camino y desde que Dios dijo ¡Hágase la luz! Pareciera ser que los hombres vinculan el progreso con el fin de la oscuridad.

La oscuridad es tan natural como la luz del sol. El querer vivir iluminados es como querer que los peces vivan sin agua.

Un foco de 75 vatios alumbra cien veces más que una vela, lo que ha hecho que las sociedades se hayan hecho adictas a las luminarias, al grado que desde el espacio, se ve el mundo plagado de luces emulando incendios dispersos donde las ciudades emergen boyantes, tal como ocurre con Las Vegas, donde el hotel Luxor supera a otras construcciones de la ciudad del pecado en contaminación lumínica.

Al final del Siglo XVII muchas ciudades europeas en su mayoría, tenían un alumbrado rudimentario y no fue sino en el siglo XIX cuando comenzó la carrera por alumbrar las principales ciudades europeas, situación que otras urbes han emulando, al grado que el cielo estrellado pintado por Van Gogh sea tildado de ficción o producto de la imaginación de un loco.

Para medir el fenómeno de la oscuridad, el astrónomo John Bortle creó en el 2001 una escala con la que clasificaba la oscuridad del cielo, yendo del más claro (9) al más oscuro (1), denotando que muchos de nosotros jamás conozcamos una oscuridad del 1 al 4 (tildada de boca de lobo por nuestro abuelos) debido a que estamos perdiendo la oscuridad a un ritmo vertiginoso que hará que las estrellas del firmamento no sean vistas por el ojo humano simplemente y que para disfrutar del otrora espectáculo natural, necesitemos de un telescopio y no del sentido de la vista como lo hicieron los egipcios y los babilonios hace poco más de 3 mil años.

La falta de oscuridad afecta no sólo a la flora y fauna, quienes ante la falta de oscuridad, se han visto emigrar a otras latitudes (como los murciélagos y otras aves nocturnas) afectando el ecosistema y el mundo en que vivimos.

La pérdida de oscuridad ha afectado al ser humano, al modificar su ciclo circadiano o reloj biológico (siendo ejemplo de ello el fenómeno llamado JET LAG), afectando la calidad del sueño y produciendo cáncer en algunos organismos sobreexpuestos a la iluminación excesiva como ocurre en arterias como Times Square en Nueva York o el barrio de Ginza en Japón.

El fin de la noche estrellada comenzó en los 50s tal como lo han demostrado las fotografías tomadas por la NASA en el espacio, donde se muestran las zonas geográficas plagadas de puntos similares a incendios, que llegan a cubrir lo que antes hacía el  manto de la noche.

La contaminación lumínica (al igual que la visual y auditiva que impera en las grandes urbes) de acuerdo a la Asociación Internacional de Cielo Oscuro (IDA por sus siglas en inglés) es “cualquier efecto adverso de la luz artificial, incluyendo el brillo, el deslumbramiento, la invasión y el desorden de luz, la baja visibilidad por la noche y el desperdicio de energía”.

El exceso de luz, afecta a la tierra impidiendo que la oscuridad enfríe el subsuelo, por lo que al estar en un calentamiento constante, causa  daños colaterales al ambiente.

Como refiere el autor, “La comunidad ancestral se preparaba para la oscuridad como el marinero para la tormenta”, lo que infiere como hemos modificado nuestras costumbres y sociedades con el fin de la oscuridad.

No todo tiene que estar iluminado, al contrario: cuando dejas cosas en la oscuridad, aprecias la luz, como lo hizo Rembrandt con su pintura titulada “La ronda nocturna”, manejando diferentes tonos de oscuridad, o como lo hacen las fotografías en blanco y negro, que desnudan artísticamente los cuerpos y los objetos fijados por la lente.

Gracias al marketing estamos sobre expuestos a anuncios luminosos a deshoras, aunado al terror que los cuerpos de seguridad nos inculcan respecto a la relación oscuridad con la criminalidad, sin que haya estudios serios al respecto.

Los criminales, de acuerdo a reportes citados en el libro, prefieren operar en lugares iluminados que oscuros, debido a que ellos también se sienten más seguros de lo que van a hurtar o de las personas que van a robar, ya que la luz les permite seleccionar a sus víctimas y ver rutas de escape.

No estamos hechos para una exposición permanente y de ahí que los presos que se les impide dormir con el rostro cubierto y sin oscuridad, muestren daños psicológicos y físicos por la falta de sueño.

Ahora todos nos quieren vender la luz como el precio del  progreso, pero gracias a la sobre exposición de esta, estamos perdiendo capacidad visual, ya que los bastones y conos oculares, están expuestos a cantidades inmisericordes de rayos de luz, lo que termina afectando el sentido de la vista, ya que en cuanto los ojos se acostumbran a ver luces más brillantes, será necesario que tengamos luces más brillantes. Somos una sociedad adicta a la luz.

Gracias a nuestra herencia judeo cristiana que considera las tinieblas como morada del mal, el ser humano teme a la oscuridad donde tiene una seguridad relativa en detrimento de sus hábitos y salud; al perturbar nuestra evolución en millones de años en días luminosos y noches oscuras.

La exposición a la luz en la noche es una experiencia antinatural que está causando trastornos físicos y psíquicos, como refiere el autor, ya que la presencia de luz es interpretada por nuestro cerebro como señal para que despierte al mismo tiempo que esté en espera de un periodo oscuro para dormir, pero con tanta luz a nuestro alrededor el sueño no es de calidad, lo que nos obliga a estar estresados y tomar fármacos para paliar una de las enfermedades de la modernidad…la falta de sueño.

En lo que respecta a la naturaleza, la luz en la noche impacta a la vida salvaje en cinco áreas primarias: orientación, depredación, competencia, reproducción y ritmos circadianos. Sí se introduce luz donde por miles de años hubo oscuridad, algunas especies se encontraran expuestas a una depredación más alta y se reducirá el tiempo de búsqueda de alimentos de algunas especias.

Por eso existen amantes de la oscuridad, al grado que ya hay en Canadá, Inglaterra y  España asociaciones que promueven Reservas de Cielo Estrellado, para que las generaciones venideras vean lo que nuestros ancestros vieron por siglos: la inmensidad de un cielo estrellado que gracias a la contaminación lumínica, será una quimera para las generaciones venideras.

Gracias a la importancia de la oscuridad, la UNESCO decretó en el 2007  la “Defensa del Cielo Nocturno y el Derecho a Observar estrellas”, para que no privemos a los que nos siguen, del gusto de enamorarse bajo el manto estelar y la luz más maravillosa que hay: la de la luna.

La oscuridad nos invita a recorrerla, en la oscuridad se roban los besos y se hace el amor. La oscuridad es encanto. La oscuridad también es vida y es el refugio de los poetas.

La oscuridad es más que necesaria. Por eso años gestamos en la oscuridad del vientre materno. Por eso tenemos un sueño reparador lejos del bullicio y de la iluminación excesiva.

Como dijo el astronauta William Anders, el famoso cosmonauta que tomó la foto del amanecer de la tierra: “Viajamos toda esta distancia para explorar la luna y el descubrimiento más importante fue la tierra”. 

Un libro maravilloso que nos hará no sólo comprender la noche: ¡sino amarla!

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