Una coreografía populista

La primera gira de trabajo internacional del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue un encuentro binacional con el presidente de Estados Unidos de América,...

14 de julio, 2020

La primera gira de trabajo internacional del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue un encuentro binacional con el presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, donde lejos de los pronósticos catastrofistas, resultó un evento lucidor para la imagen de ambos mandatarios. En medio de la pandemia del coronavirus y las difíciles condiciones económicas mundiales, la visita del presidente mexicano parecía innecesaria e injustificada, por más que fuera cierta la entrada en vigor del renovado tratado de libre comercio, el T-MEC, ya que presentarse en cualquier escenario ante el populista más peligroso del mundo siempre será una apuesta perdedora.

Trascendió que este encuentro fue producto de presiones del equipo del mandatario republicano en pago a los favores anteriores al país en materia de reducción de producción petrolera y en la venta de insumos médicos para enfrentar la crisis del Covid-19. Sin embargo, la diplomacia y negociación de la cancillería a cargo de Marcelo Ebrard, hicieron posible que nadie se saliera del guion y ambos mandatarios presentaran una imagen de unidad y compromiso para la cooperación económica, en un escenario que ni los más optimistas habrían previsto. 

Nadie en su sano juicio podría haber vaticinado un encuentro medianamente decente entre dos personajes totalmente antagónicos y tan disímbolos. El supremacista blanco Donald Trump que logró ganar la presidencia gracias a una candidatura antisistema, basó gran parte de su éxito electoral en acusar a los mexicanos de delincuentes y criminales. La terrible normalización del racismo estadounidense (que ciertamente nunca dejó de existir) provocó que los americanos golpeados por la globalización se decantaran por la candidatura de un populista que sabe cómo nadie, crear polémicas, sobrevivir a ellas y hacer de un tema nimio una tormenta mediática favorecedora a sus muy particulares intereses.  

Por su parte, el presidente AMLO logró una victoria aplastante en su tercer intento electoral, con una enorme popularidad y aprovechando el descrédito de la clase política privilegiada, logró posicionar su discurso anticorrupción como la solución mágica a los problemas que se han agravado en este sexenio. La inseguridad y el estancamiento económico son pendientes que el actual régimen no ha podido encaminar para mejorar las condiciones de vida de los millones de pobres del país. Por lo tanto, vender la idea de que el T-MEC logrará recuperar lo perdido en este año tan funesto, era una buena apuesta para el presidente mexicano, que bien valía meterse a la boca del lobo republicano.

La entrada en vigor del T-MEC no es la fórmula alquimista de la creación de riqueza para todos, pues requiere de muchas acciones complementarias entre los gobiernos y la iniciativa privada, la legislación de congresos y sobre todo la certeza jurídica para las inversiones en México. Aunque históricamente, siempre se ha manejado y arreglado las “trabas” legales, mediante dadivas y corrupción.

Con el imparable cáncer de la delincuencia organizada y el narcotráfico aprovechándose de la impunidad certificada desde los juzgados, las condiciones de crecimiento económico se encuentran secuestradas por una realidad bélica que afecta a todos los sectores de la sociedad. Un obrero cualquiera es susceptible de padecer un secuestro exprés, y los pequeños empresarios que sobrevivan a la crisis del coronavirus ya eran extorsionados por el “cobro de piso” de las bandas delincuenciales que siempre encuentran formas “creativas” de obtener recursos de forma ilícita.

En esa realidad violenta y cruel que viven en su diario acontecer los mexicanos, los populistas presidentes comparten el círculo vicioso que hace posible esta insuperable crisis de inseguridad. Al presidente Trump lo respaldan empresas armamentistas que sin escrúpulos venden sus productos a cualquier cliente, de forma indirecta nutren a la delincuencia organizada nacional con arsenales mortales. Este tráfico de todo tipo de artillería solo es posible a la enorme corrupción que aún prevalece en altos niveles gubernamentales mexicanos que hacen posible el circulo vicioso del tráfico de drogas, su consumo en EEUU, el abastecimiento de armamento para los grupos delincuenciales y el eterno ciclo de violencia que se vive en muchos municipios y territorios perdidos por el Estado mexicano.

Ninguno de los mandatarios quiso profundizar en los temas binacionales que afectan la vida de sus gobernados. La difícil realidad de la violencia que se padece en el país requiere de soluciones que no se han buscado ante los intereses de grupos de poder económico estadounidenses que no verían con buenos ojos la legalización de todas las drogas y la implementación de medidas más estrictas en la adquisición de armas en Norteamérica.

El evento del pasado 8 de julio solo fue de oropel y de mutuo beneficio en materia electoral. Las cámaras retrataron una verdadera simpatía y buena “química” entre los mandatarios tan dispares ideológicamente. Al final del día se puede vender que el acto era protocolario con el T-MEC y que estaba tendiente a favorecer las relaciones comerciales, incluso la presencia de los ponderados empresarios nacionales, otrora acusados de ser la mafia del poder, le dio fuerza y poder al encuentro binacional, donde faltó el presidente de Canadá, Justin Trudeau, pero que al final, no se le terminó extrañando.

La oposición, ese mito genial dijera Pedro Aspe, apostó todo a la bipolaridad política de Trump para que el presidente AMLO fuera víctima de bullying y por añadidura el país; sin embargo, no contaban con la escenificación de los mandatarios que sí entendieron la posibilidad de un acto conjunto benéfico para ambos. 

Como regalo final, no fue casual que se informara de la captura, con fines de extradición, del exgobernador de Chihuahua, Cesar Duarte, pieza fundamental de esa runfla de bandoleros que fue la “nueva generación de políticos” emanados de eso que llamaban “nuevo PRI”.

Sin avances reales, sin agravios, al menos hasta Trump dijo que el muro evitó un mayor número de contagios por Covid-19, en general la visita de AMLO le deja bien parado, fortalecido en una relación bilateral que siempre será desigual y difícil, sobre todo en la era del republicano xenófobo.

 

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