¿Una Alejandría Mexicana? Educación y Ciencia en México

Cuando el país más necesitó de especialistas en ciencias de la salud, CONAHCYT brilló por su escasa aportación frente a la pandemia de COVID-19.

15 de agosto, 2023

Aún muchos de nosotros tendremos referencia del relato sobre la destrucción de la Gran Biblioteca de Alejandría a manos de los conquistadores del primer califato musulmán. Según la ficción, el general Amr, a las órdenes del califa Omar, conquistó la ciudad e informó al soberano sobre la existencia del gran edificio colmado de papiros con la obra de autores griegos y latinos. El califa Omar sentenciaría “Si son libros que repiten las ideas del Corán, son inútiles. Si son contrarios, no deben tolerarse”. Como resultado, la biblioteca fue destruida y los papiros fueron utilizados como combustible para alimentar las llamas que calentaban los baños de la ciudad, perdiéndose para siempre el conocimiento que contenían.

A pesar de lo impactante de esta historia, es necesario aclarar que no se trata de nada más que una leyenda. Sin embargo, ilustra perfectamente la idea de la fragilidad del conocimiento, el peligro de la ignorancia y el fanatismo y la aparente indiferencia hacia los bienes culturales por parte de la sociedad.

Si tomamos a la Biblioteca como el símbolo del saber, lo que estamos viendo actualmente en México parece recordar algunas de estas lecciones para el caso de la educación y la ciencia. Para muchos, nuestra Biblioteca corre un grave riesgo o ya está envuelta por las llamas.

En materia educativa, conocemos la historia. Cierre de las escuelas desde marzo de 2020 hasta mediados de 2021 debido a la pandemia, pérdida de aprendizajes esperados en diferentes niveles, cancelación de las escuelas de tiempo completo y la publicación incompleta de los nuevos programas de estudio por parte de la Secretaría de Educación Pública.

La puntilla ha sido la elaboración de libros de texto con graves inconsistencias pedagógicas que han suscitado las críticas de diversos especialistas y docentes. Esto sin mencionar al amarillismo de algunos medios que han desviado la atención de las perspectivas más serias sobre la inadecuada implementación de un modelo educativo que algunos han querido comparar con el de Finlandia y que presenta serios vacíos en su contenido.

A dos semanas de iniciar el nuevo ciclo escolar, la SEP enfrenta un escenario de fuertes críticas hacia su gestión. Hay en trámite de juicios de amparo contra los libros y 6 estados que han vetado o condicionado la distribución de los libros de texto que no cumplieron con el proceso previsto en la ley para su publicación y por eso la SEP ha tenido que iniciar una fuerte campaña en medios, incluyendo conferencias desde Palacio Nacional, para convencer a la opinión pública sobre la calidad y pertinencia de los materiales.

Ahora revisemos el caso de la tecnociencia. La entidad reguladora de la actividad científica en el país era el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) ahora llamado Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CONAHCYT). Quizá el cambio de nombre sea un buen indicativo de su labor. CONAHCYT, siguiendo la consigna de “nacionalismo científico”, propugnó por acabar con lo que señaló como actos de corrupción por parte de la administración pasada, llevando a juicio a 21 investigadores de reconocido prestigio. El proceso no prosperó. Luego se inició el proceso legislativo para promulgar una nueva Ley General en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación, que estuvo plagado de inconsistencias, incluyendo la omisión de los paneles consultivos para darle voz a diferentes sectores de la academia y sociedad mexicana que tenían reservas acerca de la discrecionalidad con la que ahora CONAHCYT designaría cuáles serían las áreas prioritarias de quehacer científico;  la exclusión de académicos, estudiantes e instituciones de administración privada de varios apoyos y becas o la pretendida nueva administración de los centros públicos de investigación. El 14 de agosto de 2023, la nueva ley recibió una suspensión definitiva por parte de un juzgado de distrito.

Sin embargo, acaso el caso más sonado en las acciones de CONAHCYT fue la modificación irregular de los estatutos del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), motivando al nacimiento de un movimiento estudiantil #YoDefiendoalCIDE. Durante la pandemia, cuando el país más necesitó de especialistas en ciencias de la salud, CONAHCYT brilló por su escasa aportación para hacer frente a la pandemia de COVID-19 incluyendo el desarrollo de una vacuna llamada PATRIA que no fue anunciada sino hasta mediados de 2023.

Como podemos ver, la educación y la ciencia en nuestro país han pasado por un proceso de cambio cuyos resultados son, por lo menos, inciertos. El gobierno actual no pretende borrar el conocimiento, pero se ha esforzado tanto en intentar dar su propio sello, que ha cometido serios errores tanto de forma, como de fondo. Esto sin mencionar su claro desinterés en el acatamiento del orden legal.  El resultado más claro está en la gran cantidad de juicios de amparo que han prosperado en contra de sus acciones.

Por otra parte, los opositores, adversarios y/o críticos del gobierno, han caído en toda clase de excesos para descalificar a las acciones del gobierno. Epítetos como “comunista”, “adoctrinamiento” y “sistema para producir pobres” en nada contribuyen a las causas de bien común que dicen defender.  Es precisamente esa clase de peroratas, de unos y otros, lo que evita que la sociedad mexicana pueda opinar seriamente sobre estas cuestiones de interés público.

Ahora, lo que realmente sucedió con la Biblioteca no fue que un sultán fanático haya decidido quemar sus tesoros. Lo que sabemos es que, durante la decadencia del Imperio Romano, la ciudad se sublevó en varias ocasiones y, durante el siglo III d.C., los emperadores Valeriano y Diocleciano sofocaron las rebeliones populares y arrasaron con la ciudad, siendo la destrucción de la Biblioteca un “daño colateral” de las operaciones militares. Podemos preguntarnos si, en la actual batalla que se vive en México en torno al conocimiento, tanto en materia educativa como tecnocientífica, los dos bandos en lidia no están perdiendo de vista que están incendiando buena parte del acervo institucional del país y que, en vez de papiros, lo que se quema son las oportunidades de niños y jóvenes de contar con una mejor educación.

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