Tercia de Ases: Javier Duarte, Roberto Borge y César Duarte

Javier Duarte y César Duarte ya se esfumaron: gone with the wind.   Javier Duarte y César Duarte ya se esfumaron: gone with the wind. ¿Existe ahora mismo alguna orden de aprehensión en contra de Roberto Borge?...

30 de marzo, 2017
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Javier Duarte y César Duarte ya se esfumaron: gone with the wind.

 

Javier Duarte y César Duarte ya se esfumaron: gone with the wind. ¿Existe ahora mismo alguna orden de aprehensión en contra de Roberto Borge? Si la hay –seguro las hay; todos sus colaboradores están cayendo como fichas de dominó–, ¿quién cree usted que será el primero en enterarse? ¿Cuánto apuesta a que también Borge se esfuma?

Javier Duarte, Roberto Borge y César Duarte: tres personajes que, como el ajolote y el sapo de cresta grande, sólo podrían haberse generado en México y desde el PRI. La nueva generación, la nueva cara del partido: nuevos cuadros: pujantes, briosos; nuevos nombres: limpios, honestos. Justo lo que todos esperábamos. Justo lo que tanta falta hacía a México y a la democracia: un PRI renovado, reloaded, ajeno a la corrupción. Qué ilusos fuimos: de un nido de alacranes no brotan mariposas.

Tres jóvenes priístas: César Duarte, ex-gobernador de Chihuahua, 53 años, mucho dinero; Javier Duarte, ex–gobernador de Veracruz, 43 años, mucho dinero; Roberto Borge, ex–gobernador de Quintana Roo, 37 años, mucho dinero. Son una Tercia de Ases; o al menos eso parecían, a juzgar por la buena opinión que de ellos tenía el partido. El Presidente Peña no se acuerda, pero en 2012, durante una transmisión del programa Tercer Grado, dijo: «…  son jóvenes actores de la nueva generación política que forman parte (sic): el gobernador de Quinta Roo, Beto Borge; el gobernador de Veracruz, Javier Duarte; César Duarte, gobernador de Chihuahua; el gobernador de Campeche; todos son parte de una generación nueva que ha sido parte de este proceso de renovación del partido (sic)…» Parecía un sueño. Ahora sabemos que fue una pesadilla.

Desde que estos tres personajes eran gobernadores, ya se sabía de las graves irregularidades en las finanzas de sus Estados. Era un escándalo. Se despacharon con la cuchara grande, seguramente creyendo que su amigo, el presidente, los iba a cobijar. Nadie podría decir que los desfalcos a las arcas estatales son una sorpresa. Nadie podría decir: «oh, decepción, nunca me pasó por la cabeza que alguno de estos tres pulcros integrantes del Nuevo PRI pudiera hacer una cosa así». Todos lo sabían, como La boa, de la Sonora Santanera: La Auditoría Superior de la Federación (lo sabe, lo sabe), la Procuraduría General de la República (lo sabe, lo sabe), el presidente Peña (lo sabe, lo sabe), la Secretaría de Hacienda (lo sabe, lo sabe). Todos.

Resulta que la Auditoria Superior de la Federación ya los tenía en la mira y que empezó a practicar auditorías y a revisar las cuentas públicas mientras ellos eran gobernadores; claro, los auditores tuvieron que lidiar con todo tipo de trabas, obstáculos y trampas contables. Conforme se acercaba el fin de sus gubernaturas, la Tercia de Ases debió comenzar a preocuparse. Y cuando fue inminente que en los tres Estados iba a perder el PRI y que ya nadie los iba a encubrir –es una horrible tradición, ley no escrita, que el gobernante saliente encubra al entrante si es de su mismo partido, y a veces hasta siendo de otro partido–, seguramente dijeron o pensaron algo así como: «¡Ahora sí nos va a caer el Chahuiztle!» Había que preparar la huida.

Primero Javier Duarte. Hasta se dio el lujo de volar en el helicóptero del gobierno estatal. Y ahora también están desaparecidos César Duarte y Beto –como cariñosamente lo llama el presidente– Borge. Es la Crónica de una fuga anunciada. No me digan que no. Todos sabíamos que se iba a ir Javier Duarte. Todos sabíamos que iba a desaparecer César Duarte. Todos sabemos que se va escapar Beto Borge. Todos, sin excepción: el Ejecutivo, la PGR, la SHCP, la ASF, los medios, los ciudadanos.

Hablo de estos tres ex–gobernadores, porque a ellos específicamente se refirió el presidente Peña en aquella ocasión, como la cara del Nuevo PRI. Y si todo quedara en esta Tercia de Ases, bueno. Pero, como decía Raúl Velasco: «aún hay más»: he aquí otro: Rodrigo Medina, de Nuevo León. Ahora tenemos un póker. Y si a este póker agregamos los no tan jóvenes: Yarrington, Montiel, Vallejo, los dos Moreira, el Gober Precioso; bueno, pues tenemos gran parte de la baraja. Y eso que sólo estamos contando a los del PRI. Faltan los de los demás partidos. No nos van a alcanzar las cartas.

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