Rascándoselas al tigre

“Buenos dias señor Phelps; el hombre que está usted viendo es Donald Trump; candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos…”   “Buenos dias señor Phelps; el hombre que está usted viendo es Donald Trump; candidato republicano...

19 de julio, 2018
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“Buenos dias señor Phelps; el hombre que está usted viendo es Donald Trump; candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos…”

 

“Buenos dias señor Phelps; el hombre que está usted viendo es Donald Trump; candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. Su oponente es la demócrata Hilary Clinton, cuya antipatía por Rusia es bien conocida. Su misión, si decide aceptarla, es asegurarse de que la perra rabiosa no gane las elecciones presidenciales de ninguna manera. Como de costumbre, si usted o alguno de sus hombres es atrapado o muerto, nuestro gobierno negará tener conocimiento de sus actos. Esta grabación se autodestruirá en cinco segundos.” Y seguía la musiquita chan-chan-chan…

¿Qué mejor chivo expiatorio que un exagente de la KGB para colgarle el milagro de haber conspirado para que Clairol Trump  llegara a la Casa Blanca en lugar de Hilaria Clinton; especialmente considerando el “democrático” esfuerzo que les costó robarle la nominación demócrata a Bernie Sanders?

¿Qué esperaban que hiciera Vladimir Putin ante las acusaciones de haber interferido en las sacrosantas elecciones presidenciales de Estados Unidos a favor del hombre de la peluca sin canas?

¡Pos negar haber tenido conocimiento alguno sobre la famosa interferencia!

Hasta un adolescente sesentero sabía que si alguno de los héroes de aquella serie televisiva de espías era capturado o muerto, sus contratantes se lavarían las manitas y negarían toda relación con sus conspiraciones, haciéndose pasar por blancas palomitas.

Lo de la famosa interferencia rusa es lo de menos; lo que los gringos no toman en cuenta es el peligroso juego que están jugando intentando acosar y cercar al Oso Ruso que por cierto, jamás ha podido ser conquistado ni vencido.

Una de las más recientes interferencias de Estados Unidos en la política de otros países tuvo lugar en Ucrania, donde estuvo detrás del golpe de estado que derrocó al presidente Yanukovich para imponer al títere de los gringos, que es el empresario Petro Poroshenko.

¡Y esa interferencia que afecta directa y gravemente la seguridad nacional de Rusia, no les parece censurable a los fariseos de Washington!

Se imaginan que Putin tiene que dejarse alegremente y meter el rabo entre las patas.

Los gringos han venido interfiriendo en la política exterior e interior de Rusia, reclutando vasallos como Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, Montenegro, Georgia y Ucrania para su famosa OTAN; y mientras lo hacen, convenientemente olvidan el episodio de los misiles en la Cuba Castrista de 1962…

En Washington se alborotó la gallera a raíz de la conferencia de prensa que dieron conjuntamente Clairol Trump y Vladimir Putin.

Los azuzadores esperaban (nada menos) que Trump le paseara el índice frente a la cara a Putin, advirtiéndole sobre las consecuencias de interferir en la más transparente democracia que haya existido desde los tiempos de Idi Amin.

Como si al jefe de Estado ruso lo pudieran intimidar los rednecks así como así.

La clase política de Estados Unidos (que no es mejor en ningún aspecto que la clase política mexicana o la de Yemen, Somalia o Israel), se le aventó a la yugular a Donald Trump acusándolo de “apaciguador” en clara e intencional referencia al supuesto “apeacement” del premier inglés Chamberlain ante Hitler por el asunto de los Sudetes y Checoslovaquia en 1938.

Los halcones más agresivos aparte de John McCain (que como Echeverría, no se termina de morir), son (todos) fieles seguidores de Bibi Netanyahu (de pura casualidad), como Richard Blumenthal, Chuck Schumer y Rod Rosenstein, cuya doble nacionalidad no pasa desapercibida.

Donald Trump, en un desplante de sensatez y cordura nada común en él, dijo que “prefería correr un riesgo político en favor de la paz, que comprometer la paz por una ganancia política.”

Aunque mi repugnancia por Clairol Trump no amaina por esa postura impensable en él, creo que su actitud y su posicionamiento frente a las ridículas acusaciones sobre la interferencia rusa en las elecciones gringas, es la única razonable.

No deja de ser irónico que los gringos se escandalicen de la supuesta interferencia rusa en sus súper cochinas elecciones presidenciales, en las que el Partido Demócrata le robó la nominación al extraordinario estadista Bernie Sanders para favorecer a la perra rabiosa Hilaria Clinton.

Si algo han hecho los gringos en su historia, es interferir en las elecciones de otros países; han dado golpes de estado; los más recientes en Ucrania y en Libia; han hecho hasta lo imposible por derrocar al Presidente Assad de Siria y han intervenido en Latinoamérica hasta el cansancio.

Y así llegamos al momento donde el Sheriff con el sol del ocaso a sus espaldas, se ve ante la alternativa de quedarse calladito (y verse bonito) o desenfundar el cuete sabiendo que el de enfrente tambien tiene con qué querer…

Obviamente que Henry Kissinger y sus discípulos anhelan un regime change” en Rusia; el advenimiento del exoligarca Abramovich (primo de Netanyahu) con cuya llegada al Kremlin la empresa Halliburton y demás corporaciones gringas cruzarían los Urales para adueñarse de los incalculables recursos naturales de Rusia.

Si algo así sucediera, quedaría sellada la suerte de Siria y su pueblo, cuya minoría cristiana, por cierto, es protegida, respetada y defendida por Bashar el Assad.

La jauría de perras que aúlla y ladra en la política estadounidense tiene especímenes verdaderamente peligrosos como Nimrata Randhawa alias Nikki Haley (la embajadora de Estados Unidos en la ONU que recién aplaudía la salida de su país del organismo de Derechos Humanos) y Liz Cheney, hijita del medianamente peligroso Dick, vicepresidente con Baby Bush, que hacen palidecer a Condolencia Rice como una monjita de claustro.

¿En qué puede terminar el reality show montado por los binacionales de Washington?

De lo que no hay duda, es que Rusia no se va a dejar hacer bullying ni zarandear por nadie. Si en el curso de las bravatas a los dueños de la OTAN se les ocurre acercarse con sus lacayos a distancias inadmisibles de la frontera rusa, alguien podría jalar el gatillo del fin del mundo, y podríamos no saber nunca qué tan buen presidente habría podido ser el Peje, porque nos habríamos evaporado.

Los halcones que azuzan guerras a las que nunca van, creen que es muy divertido rascarle… “las rayas” al tigre…

Lo bueno es que prefiero ver las cosas con el optimismo sereno de mi nana Concha cuando decía:

No te preocupes niño Pecos, de algo nos tenemos que morir…

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