Nacimientos prematuros: el comienzo de una esperanza

Lo que contaré a continuación es solo un fragmento de mi experiencia en el área de Cuidados Intensivos Neonatales, apoyando a quienes libran la batalla más difícil desde el primer día de sus vidas.

19 de noviembre, 2021

Tal vez en estos días hayas caminado por alguna de las principales ciudades y notado que muchos edificios están iluminados de color morado. La razón es que el 17 de noviembre se celebró el Día Mundial del Prematuro. Quizá todos conocemos un bebé que nació antes de tiempo, y en algunos casos llegamos a escuchar que cabía en una caja de zapatos: en efecto, algunos de los pequeños gigantes son tan chiquitos que pueden caber en la palma de la mano. 

¿Pero qué pasa cuando nosotros, el ejército hospitalario, nos enfrentamos a lo que aqueja a la población más pequeñita? Lo que a continuación te contaré es solo algo de lo que vivimos quienes estamos en el día a día recibiendo a estos pequeños grandes guerreros que libran la batalla más difícil de lo que será su larga o quizá muy corta vida. 

La lucha conjunta comienza desde que nos informan que llegará un bebé prematuro a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales; ahí, debo decirlo, a diferencia de lo que se vive en una terapia intensiva adulta, se respira vida y esperanza. Sentimos ese nervio y esa prisa por tener todo lo indispensable lo más rápido posible. Comenzamos una batalla contra el tiempo. Alistamos el espacio donde permanecerá el bebé, quizá, por muchas semanas, ese espacio que asemeja la pancita de mamá. Y entonces conectamos y desconectamos cables y mangueras, preparamos todo lo que sabemos que requerirá de primera instancia: sondas que le colocaremos en orificios diminutos, esos “catéteres” que mantendrán la pequeña vida a flote. Encendemos los equipos que estarán vigilantes del pequeñito que llegará en cualquier momento. Imaginamos las posibles situaciones que nos harán recordar todo lo que hemos aprendido a lo largo de nuestra práctica profesional, con el compromiso siempre de darlo todo para ser testigos de los logros más significativos donde el solo hecho de respirar es ya una victoria.  

Algunas veces la espera se hace larga, en cambio otras veces es solo un instante. De repente tenemos al nuevo integrante de una familia que en ese momento es presa de la incertidumbre, el miedo y la desesperanza.Comenzamos ese ir y venir asistiendo al médico en todo momento, manteniéndonos siempre pendientes de la condición de nuestro bebé recién llegado. A cada segundo estamos pendientes de algún cambio importante en las vitales, y al paso de los minutos vamos considerando que es momento de contener a nuestro nuevo residente; de darle esa pauta, esa oportunidad de adaptarse a lo que llamamos vida. A las puertas de la Unidad de Cuidados Intensivos, se oyen voces, a veces pasos de prisa, provienen de quienes necesitan de esa palabra amable y cálida: las familias que esperan saber al menos un poco del pequeñito que no han tenido oportunidad aún de conocer. 

Nosotros, los llamados profesionales neonatales, consideramos como un Todo al que necesita nuestros cuidados, pero también a la familia que lo espera. Este día no es solo un festejo para los pequeños gigantes que libraron la batalla de su vida. Va más allá. Cada caso es un recordatorio de que nuestro quehacer diario consiste en darle lo mejor de nuestra atención al ser más indefenso de la Tierra que, por alguna razón –y vaya que son muchísimas–, vino a este mundo antes de tiempo. Algunos son más pequeños que otros, pero al final del día cada uno necesita de absolutamente todo el esfuerzo por garantizarle un futuro donde pueda desarrollarse con todas sus capacidades para lograr sus sueños. 

Nuestra labor no se limita a la sala de cuidados intensivos, también es procurar esa palabra cálida a papá y a mamá; es dar ese espacio para el reconocimiento después de la separación inmediata al nacimiento; es tener un gesto amable con esa abuela o abuelo ante la incertidumbre de un desenlace fatal; es interpretar la información recibida y entendida a medias. Somos los guardianes y vigilantes constantes de los que hoy nos necesitan más que nunca. Por esto y más ESTOY ORGULLOSA DE SER UNA ENFERMERA DE BEBÉS PREMATUROS. 

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