Mujeres modernas

Hace unos cuatro años tuve que cambiar la llave mezcladora del fregadero y el mes pasado tuve que volver a hacerlo. Al conversar con el… Hace unos cuatro años tuve que cambiar la llave mezcladora del fregadero...

21 de junio, 2016

Hace unos cuatro años tuve que cambiar la llave mezcladora del fregadero y el mes pasado tuve que volver a hacerlo. Al conversar con el…

Hace unos cuatro años tuve que cambiar la llave mezcladora del fregadero y el mes pasado tuve que volver a hacerlo.

Al conversar con el maestro plomero, hombre maduro, acerca de la poca duración de la llave instalada anteriormente, comparada con la que originalmente me instaló la constructora y que duró como 20 años, con cambio de empaques en un par de ocasiones, y que al cambiarla funcionaba, con cierta fuga, pero funcionaba.

La segunda llave se deshacía a pedazos, varias fugas, dificultades para abrir y cerrar y ni hablar de empaques, no se pone un parche nuevo a un lienzo viejo.

Terció el proveedor de ferretería, allí presente, argumentando que con antelación llaves y conexiones se fabricaban de fundición, maquinándose posteriormente, haciendo de cada pieza casi una obra de arte.

El incremento exponencial de la demanda modernizó la producción y la competencia forzó la reducción de costos, con la consecuente disminución de calidad. La mercadotecnia mejoró los diseños, presentación, empaques y sistemas de instalación, con mangueras en vez de tubería y conexiones roscadas que no requieren soldadura. Llaves baratas, sin reparación posible, desechables.

La sabiduría de la edad del maestro plomero expresó: se parecen a las mujeres modernas, preciosas, pero ya no sirven para nada.

A nuestra solicitud el maestro abundó: cuando voy por la calle ya no se dónde poner los ojos, en la combi, en la calle, en el súper, en las plazas, las mujeres dignas de mirarse aparecen por todos lados, pero cuando las conoces te das cuenta que no saben ni preparar un arroz, cocer frijoles, freír un bistec o estrellar un huevo; ni se diga de asear la casa, lavar la ropa, hilo y aguja jamás han pasado por sus manos. Todo lo resuelven en la cocina económica, en la sección de preparados, en el súper o con Maruchan y similares.

–Bueno maestro, pero una mujer no sólo es ama de casa, afortunadamente hoy tiene oportunidades de desarrollarse en otros planos antes prohibidos para ellas.

–Si, pero a las mujeres de antes nomás les decías “mi alma” y ya querían su casa aparte, si dabas jalón, te duraban toda la vida. Ahora ellas ya no se ponen sus moños pero por “quítame esas pajas” te cambian y lo hacen tantas veces como les da la gana. El feminismo es tan machista que se convierte en “hembrismo”.

–El vendedor concluye: son las consecuencias del progreso y la modernidad, lo que tenemos que hacer es conocer las nuevas reglas, adaptarnos a ellas y sacarles el mayor provecho posible.

Es interesante escuchar diferentes puntos de vista, me quedé cavilando un rato en la visita que hicimos, mientras nos ofrecían café soluble descafeinado, a escoger splenda o sacarina para endulzar y sustituto de crema al gusto.

Me gusta el café, pero añoré el que preparamos en campamento, en olla de barro sobre las brazas de la fogata, con grano de mediana molienda, endulzado con piloncillo y un par de clavos de olor; con el frío de la noche y el cielo tachonado de estrellas. ¡Ese es café!

Algo así pasa con nuestra vida pública. En aras del progreso, civilización y modernidad, pagando culpas que no cometimos, cumpliendo sentencias de crímenes de lesa humanidad cometidos cuando ni habíamos sido concebidos, sobreprotegemos y castramos a los que creemos débiles y que fueron los baluartes del desarrollo y hacemos leyes y ponemos jueces totalmente descafeinados.

Ciertamente se cometieron injusticias, Dracón, Solón y Hammurabi se pasaban, la disciplina espartana templaba caracteres, los romanos decían “la ley es dura, pero es la ley”, la medida del Imperio Persa de desollar vivo al juez corrupto y forrar con su piel la silla donde su hijo dispensaría justicia, es extrema, pero no creo que abundasen jueces así designados que se prestaran a componenda alguna.

Sin querer ver moros con tranchete en la redacción de las leyes donde los legisladores esconden trampas para utilizarlas posteriormente, quieren hacer leyes tan perfectas que son imposibles de cumplir. Se les proponen castigos a los delitos que ellos cometen y redactan la ley descafeinando las propuestas, no asimilan el hartazgo de la sociedad. Impiden el cambio social porque no están dispuestos a cumplirlas.

Y para acabarla de amolar, los tribunales no se atreven a actuar conforme las leyes porque afectan a quienes los designaron, para eso los pusieron, para proteger a los políticos, quienes no cumplen con lo legislado, nunca rinden cuentas y “en nombre de la equidad”, “aplicando el espíritu de la ley”, al no aplicarla fomentan la impunidad.

Sigue sin existir quien les demande el cumplimiento de su juramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen.

La triste realidad es que me va a pasar lo que el maestro plomero me dijo hoy que me vio pasar rumbo a la tlapalería a comprar un apagador: “ya ve lo que le pasa por comprarse un apagador moderno y bonito, se quema; compre uno de los viejos al fin de cuentas ya sabe que en artículos eléctricos no hay garantía".

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