Mucho verbo, pocos resultados y al final… El amor acaba

No confíes de las palabras bonitas, muchos tienen azúcar en la boca y veneno en el corazón. Empieza un año que tiene algo de magia...

6 de enero, 2020

No confíes de las palabras bonitas, muchos tienen azúcar en la boca y veneno en el corazón.

Empieza un año que tiene algo de magia o simbolismo encerrado en su nombre: 2020 y hasta dentro de 101 años se repetirá un número similar, así que solo una vez en nuestra vida (salvo contadas excepciones) nos tocará vivir en un año así.

Terminó el 2019, el año del hacha, un año de innumerables cambios en la vida política, económica y social de México. Vivimos un año lleno de contradicciones, dudas y miedo. 

Experimentamos un crecimiento desproporcionado de la violencia y por parte de la autoridad solo hubo respuestas vagas y superficiales, se habló de más abrazos y menos balazos y fue lo contrario…

Nos sentimos frágiles, desprotegidos, impotentes, temerosos, intranquilos ante el delito, la violencia y la impunidad. 

Los cambios siempre traen beneficios para algunos y lastiman a otros, es natural, por ello se debe cambiar de manera paulatina y justa, para no lesionar lo que funciona bien y corregir lo que no lo hace. 

No fue así…

Es ocioso hacer un recuento de todo aquello que sufrió el hachazo criminal de la 4T. 

Debemos al menos, intentar ver con optimismo este año y creer que algo bueno aprendió el gobierno federal en la dolorosa curva de aprendizaje del 2019. Un año que pasará a la historia por ser el primero de una transformación que hasta el momento deja más dudas y desaciertos que buenos resultados y confianza en prácticamente todo, menos en eso que funciona para preservarse en el poder.

Que el 2020 sea un año en el que cada vez escuchemos menos veces los términos chairos y fifís, menos división y hablemos de desarrollo, emprendimiento, empleo y oportunidades, que entienda el gobierno federal que somos parte de un planeta cada día más convulsionados en lo que todo nos afecta de una u otra forma y tome acciones para salvaguardar nuestra nación o cuando menos que los daños no sean profundos.

Que el 2020 sea un año en el que se deje de culpar de todo de la historia y se tengan tamaños para aceptar las fallas y errores y tomar las decisiones correctas para cada sector económico, político y social. 

Que se deje de buscar dinero generando temor en el contribuyente y se busque acrecentar la planta productiva, facilitarle las cosas a quienes tienen el valor de iniciar un negocio, dar vida a una idea o concretar un sueño. 

Que la corrupción se castigue sin distingos, que no solo sea utilizada con todo su peso en los enemigos o adversarios. 

Que la justicia de nuevo se ponga la venda en los ojos y se imponga, aún en los amigos y funcionarios del sistema para que las purezas de la 4T despliegue de nuevo la esperanza y de nuevo exista al menos algo en qué creer. 

Que las grandes detenciones y juicios se generen en México y no por rebote o casualidad, provocados por los Estados Unidos.

Que los editoriales de la prensa mundial hablen del nuevo milagro mexicano en lugar de ser pesimistas, aves de mal agüero.

A pesar de todas las señales que veo, de corazón deseo estar equivocado y creer que no habrá más inflación, desempleo y violencia.

Espero que haya más respuestas que dudas, más respeto y menos división y encono.

Que lo más importante sea el desarrollo del país y no los índices de popularidad, que se deje de trabajar para la percepción y hacerlo para una mejor realidad. 

Este gobierno debe tener claro que: Hechos son amores y que no solo de buenos deseos vive el hombre.

Sin resultados, al final… El amor acaba.

A manera de reflexión les dejo aquí un fragmento del discurso de Cantinflas en la ONU de la película “Su Excelencia” estrenada el 3 de mayo de 1967, pero que no deja de ser actual.

“…Todos creemos que nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, nuestra manera de pensar y hasta nuestro modito de andar son los mejores; y el chaleco se lo tratamos de imponérselo a los demás y si no lo aceptan decimos que son unos tales y unos cuales y al ratito andamos a la greña”. 

¿Ustedes creen que eso está bien? Tan fácil que sería la existencia si tan solo respetásemos el modo de vivir de cada quién. Hace más de cien años ya lo dijo una de las figuras más humildes pero más grandes de nuestro continente: “El respeto al derecho ajeno es la paz…el día que pensemos igual y actuemos igual dejaremos de ser hombres para convertirnos en máquinas, en autómatas.”

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