La tragedia del Colegio Cervantes

El pasado viernes 10 de enero ocurrió una tragedia en el Colegio Cervantes en Torreón, Coahuila cuando un alumno disparó contra estudiantes y maestros dejando...

14 de enero, 2020

El pasado viernes 10 de enero ocurrió una tragedia en el Colegio Cervantes en Torreón, Coahuila cuando un alumno disparó contra estudiantes y maestros dejando dos muertos y seis personas heridas, para finalizar suicidándose en las instalaciones de la escuela privada. Este dramático ajusticiamiento llega en la etapa más álgida y violenta del país que registra niveles históricos de homicidios dolosos y preocupante inseguridad reinante en importantes zonas de la geografía nacional.

El alumno de 11 años llegó al plantel con dos armas en su mochila, solicitó a su maestra salir al baño, cuando la docente le fue a buscar pues tardaba en regresar, le disparó y continuó la mortal agresión contra alumnos y un profesor de educación física, para finalmente suicidarse. La nota ensombreció a todo el país, el gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís, a horas de ocurrida la masacre dio los detalles sobre la narrativa del terrible suceso, con la desafortunada declaración que el alumno perpetrador de los crímenes, estaba influenciado por un videojuego en particular llamado Natural Selection.

El tratar de discernir el porqué de una terrible masacre como la del Colegio Cervantes, es una tarea sumamente compleja y requeriría de estudios psicológicos especializados, así como análisis interdisciplinarios que el gobernador de Coahuila en definitiva no tiene. La explicación fácil de este tipo de tragedias es culpar a los videojuegos violentos de influir y modificar el comportamiento de los jóvenes aficionados a las consolas y juegos online.

El denominado videojuego, presuntamente causante del comportamiento criminal del menor, no es más que otro título en la amplia gama de juegos dedicados a disparar contra aliens, extraterrestres y monstruos que se puede jugar en forma individual o colaborativa. Comparado con otros videojuegos más violentos y con mayor apología al crimen y al delito, el citado juego podría haber pasado desapercibido de no haber sido mencionado como una causante más de la tragedia ocurrida en Torreón.

La otra relación que se puede hacer con respecto al videojuego es que se presume que el niño agresor mexicano usaba una camiseta con el título del mismo, que se asocia invariablemente a la Masacre de Columbine, Estados Unidos, perpetrada por Eric Harris, y su compañero, Dylan Klebold, el 20 de abril de 1999 en el Instituto Columbine de Littleton, Colorado. Curiosamente, en estas tragedias las primeras explicaciones de las autoridades fueron pretender culpabilizar a los videojuegos.

Es de destacar que países como Japón y Corea del sur, el consumo de videojuegos de los fanáticos es infinitamente mayor al que se realiza en México, y no existen casos de violencia o crímenes que se atribuyan al consumo de este tipo de títulos. A diferencia de los Estados Unidos y México, en los citados países asiáticos el control de armas es más estricto y su cultura privilegia el trabajo disciplinado y colaborativo, a pesar de haber sufrido en carne propia las huellas de guerras mundiales y conflictos milenarios de la zona.

Las causas de la violencia que afecta a grupos vulnerables como son las mujeres y los niños es sin duda propia de la particular cultura del terror que se vive en México y que de forma preocupante se ha normalizado. La falta de oportunidades reales de desarrollo económico, la desintegración familiar, una narco cultura que venera al crimen organizado, la increíble facilidad con que se consiguen armas y un deterioro en las normas de civilidad, provocan un caldo de cultivo para la violencia y la frustración humana.

Los infantes han sido un sector olvidado al que se da por sentado que es suficiente para su adecuado desarrollo, el brindarle las condiciones materiales y un mínimo de atención emotiva como elementos suficientes para lograr su educación plena, sana y sin contratiempos. En un contexto moderno diametralmente diferente a lo vivido hace 40 años, con mayores estímulos negativos y hasta influencias cibernéticas tóxicas, se han desfasado las metodologías y estrategias que décadas atrás eran semi funcionales para la educación de los menores.

Se sabe que el menor de edad que perpetró la masacre en Torreón, había padecido la muerte de su madre, por lo que su abuela era quien cuidaba de él, las armas que consiguió, una de ellas de uso exclusivo del ejército, eran propiedad de su abuelo quien las adquirió de forma presuntamente ilegal. El plantel educativo se había negado a participar en el programa mochila segura, que si bien hubiera podido ayudar a detectar algún tipo de sustancias ilegales o armas, no era una garantía ante la incapacidad de conocer la salud mental de todos los alumnos.

En un contexto educativo tan difícil como es el actual, los docentes carecen de las herramientas necesarias para detectar casos psicológicos y perfiles destructivos como los del alumno trastornado. Las cargas enormes de trabajo de los profesores y los numerosos grupos que atienden, apenas les permiten cumplir con los programas educativos implementados. No les es posible brindar una atención especializada que impulse y prevenga las conductas violentas que se presentaron en la lamentable tragedia en el colegio privado.

El contexto social y político del país está lo suficientemente polarizado y propicio para la violencia, que la reacción natural de los individuos es dejarse llevar por los impulsos básicos y salvajes que explotan si no se saben controlan y canalizar. La masacre del Colegio Cervantes alerta sobre la difícil situación de abandono que viven los menores en el país, casos como el del menor asesino llaman la atención mundial, pero es consecuencia de una sociedad mexicana muy enferma psicológicamente y que no ha sido capaz de reconocer el problema, ni mucho menos hacer algo más por darle el mínimo tratamiento.

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