La sucesión fallida

Llega un momento en el cual todo dirigente de algún grupo de poder o ligado a éste (empresarial, financiero, político e incluso delictivo) que desee… Llega un momento en el cual todo dirigente de algún grupo de...

27 de abril, 2016
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Llega un momento en el cual todo dirigente de algún grupo de poder o ligado a éste (empresarial, financiero, político e incluso delictivo) que desee…

Llega un momento en el cual todo dirigente de algún grupo de poder o ligado a éste (empresarial, financiero, político e incluso delictivo) que desee perpetuar su legado debe someterse a una dura prueba, por demás, necesaria y en múltiples ocasiones, impostergable: elegir a su sucesor, a aquél individuo que habrá de encabezar en adelante las operaciones, decisiones y actividades relacionadas con él.

Los elementos para dirimir tan compleja y delicada cuestión varían dependiendo de personas, personalidades y ámbitos: En algunos casos los aspectos a considerar tendrán que ver con la pericia, con determinadas habilidades y/o capacidades intelectuales o sociales; en otras dependerá de cuestiones tales como la confianza o la lealtad. Algunas más dependerán de relaciones, vínculos y contactos. O quizás la decisión dependerá de una visión a futuro, un plan que sitúa tácticas y estrategias por encima de hombres y nombres. Probablemente, muchas elecciones involucrarán al mismo tiempo todos los rubros anteriormente mencionados.

Una decisión correcta (sustentada, pragmática y racional) tendrá como objetivo primordial el sopesar las cualidades de los distintos candidatos y nombrar al más apto, al más adecuado, a aquél con el perfil y las características idóneas para tal objetivo. Una elección errónea puede significar no sólo un rompimiento al interior de la organización, sino también una pugna por el poder que mermará no sólo a aquellos involucrados directamente, sino que alcanzará a competidores, socios y rivales dando inicio de un largo pero certero declive propiciando el ascenso de actores distintos.

Parte 1.

En el año de 1920, Venustiano Carranza Garza, primer jefe del ejército constitucionalista y presidente de los Estados Unidos Mexicanos pensaba (y creía firmemente) que el periodo militar del país había quedado atrás y que era el momento de avanzar hacia un ambiente de civilidad institucional, por lo cual eligió a un hombre de su entera confianza, el Ing. Ignacio Bonillas Fraijo para sucederlo en el poder.

Se equivocaba flagrantemente. En el país aún resonaba el estruendo de la guerra y Bonilla, el elegido y ex embajador de México en Washington, era un hombre débil, apocado y falto de carácter; peor aún, Carranza había subestimado la ambición de aquellos cercanos a él.

El general que tantas victorias le había brindado durante la lucha armada al bando carrancista y que gozaba del apoyo de buena parte de las fuerzas militares, mismo que confiaba en que la decisión sucesoria recaería en si, el famoso "Manco de Celaya", Álvaro Obregón Salido, desconoció la decisión de Carranza y junto con Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles, entre otros, proclamaron el Plan de Agua Prieta manifestando su rechazo a la decisión presidencial y generando una revuelta que sólo cesaría (tras un complicado periplo durante el cual tanto el presidente como su gabinete, acompañados de mobiliario y fondos nacionales trataron infructuosamente de alcanzar el puerto de Veracruz) con la muerte de Carranza, asesinado en una pequeña choza de Taxcalantongo, en la sierra norte del estado de Puebla el 21 de mayo de aquél año.

A la postre tanto Obregón, que terminaría sus días acribillado en un restaurante de la capital, como De la Huerta y posteriormente Calles (iniciando el periodo conocido como El Maximato) lograrían su objetivo: la presidencia de la República. Los hombres cercanos al primer jefe fueron ejecutados o encarcelados sin mayor preámbulo. Carranza Garza sería enterrado en una fosa de tercera clase en el Panteón de Dolores; tomaría dos décadas más  el que su cuerpo fuera trasladado al Monumento a la Revolución, donde reposa actualmente.

Parte 2.

Después de haber llegado con uno de los índices más altos de popularidad, en parte dado el genuino movimiento que generó entre la sociedad civil y por otra a su innato carisma, la gestión de Vicente Fox Quesada y sus índices de aprobación se fueron diluyendo en la opinión pública hacia el final de su sexenio; en buena medida, lo anterior se debió a sus propias fallas e incapacidad de negociación efectiva, también, porque a los partidos de oposición les convenía el imposibilitar el accionar del primer mandatario; al final, al presidente en turno le quedaba poco poder e influencia antes de concluir su período presidencial. Pero antes del retiro había decisiones que tomar.

Llegado el momento y propiciado en buena medida por su propia indecisión, Fox debió elegir entre dos elementos que pugnaban con fuerza y apoyos propios dentro de su círculo más cercano por ocupar la silla presidencial: Marta Sahagún Jiménez, su esposa, vocera y poder fáctico en la penumbra y su hombre de confianza, Santiago Creel Miranda. Ambas candidaturas (potenciales) eran un secreto a voces desde tiempo atrás. La imposibilidad de que Sahagún accediera a una eventual candidatura, dadas las implicaciones y repercusiones que potencialmente podría generar, motivó que el empresario guanajuatense convertido en político se decantara tardíamente por Creel. Pero ya era tarde. La pugna de intereses y fallidas alianzas habían debilitado al débil precandidato, mismo que carecía de la astucia necesaria para salir avante. Aunado a lo anterior, el panismo nacional no veía con buenos ojos al secretario de gobernación tanto por ser el favorito de la presidencia como por la poca consideración de ésta para con sus estructuras y postulantes. Al final, el candidato que emergió de entre la mayoría blanquiazul alcanzaría la presidencia de la República: Felipe Calderón Hinojosa.

Si bien es cierto que el PAN logró mantener la presidencia, si acaso alguna vez existió algo denominado "foxismo", entendiéndose éste como una corriente colectiva al interior del panismo, el mismo sucumbió tras la elección del año 2006. Fox volvería a la irrelevancia política y en el año 2012, el expresidente quedaría fuera de Acción Nacional al no refrendarse en el partido en el plazo establecido.

Parte 3.

El 14 de marzo de 2003, Osiel Cárdenas Guillén, el líder del Cártel del Golfo, puesto que había asumido desde 1998, había sido capturado por elementos del ejército mexicano y la PGR en Matamoros, Tamaulipas. Tras su detención y hasta el año 2007, Cárdenas Guillén continuó controlando las operaciones relacionadas con el negocio del narcotráfico desde el penal del Altiplano, analizando rutas, logística y el trasiego de la mercancía en aparente reclusión. Sin embargo, el 19 de enero del 2007 sería extraditado a Houston, Texas para responder a los cargos que pesaban sobre él por los delitos de narcotráfico, lavado de dinero y extorsión.

A partir de aquel 2007 la historia del cártel (y también la del país) daría un estrepitoso giro. Sin la guía y el liderazgo de Osiel, Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén "Tony Tormenta", su hermano y Jorge Eduardo Costilla Sánchez "El Coss", otro de sus líderes, emergerían como la cabeza (bicéfala) del cártel. Pero donde antes había unidad, pronto reinó el caos. El brazo armado creado por Osiel Cárdenas, los Zetas, que hasta entonces había actuado sólo en conjunto con el Cártel del Golfo, compuesto por ex miembros élite del ejército entrenados en instalaciones norteamericanas, perfectamente dispuesto y listo para nuevos desafíos, notó con recelo que había pactos, acuerdos, decisiones y tratos de los cuales no eran partícipes (algunas fuentes mencionan que éstos se realizaron directamente con los líderes del Cártel de Sinaloa); al fin y al cabo, eran ellos sobre quién recaía la responsabilidad y el esfuerzo necesarios para tomar, retomar o defender las plazas del cartel. Adicionalmente, reinaba la desconfianza entre sus miembros con respecto a las verdaderas intenciones de los dos líderes del CDG. Los datos disponibles mencionan el secuestro y muerte de un líder Zeta a manos de miembros del cártel del golfo, cuestionando su lealtad, como el punto de rompimiento. Tomando como base lo anterior, dicho grupo armado liderado por Heriberto Lazcano Lazcano alias "El Lazca" y Miguel Ángel Treviño Morales "El Z-40" decidió actuar por cuenta propia y desvincularse de Cárdenas y Costilla, aliándose para ello con los también célebres hermanos Beltrán Leyva para combatir a sus antiguos aliados, desatándose uno de los periodos más cruentos en la historia del país.

Tras este episodio, el CDG tendría que replegarse en varias plazas importantes del norte del país; el 5 de noviembre del 2010 Antonio E. Cárdenas Guillén caería fulminado por las balas en una refriega en la ciudad de Matamoros, Tamaulipas y Costilla Sánchez sería capturado en septiembre del 2012; los Zetas continuaron extendiendo su territorio y ampliaron su base de actividades, convirtiendo Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros, entre muchas otras ciudades, en zonas diezmadas por los constantes enfrentamientos entre los distintos carteles y el ejército mexicano, sumiendo a la población civil en una espiral de sobornos, extorsiones, torturas y secuestros.

Este 2016 es un año de designaciones y sucesiones. En lo que respecta al negocio del narcotráfico, éstas obedecen a sus propios tiempos, a múltiples acuerdos, refriegas y traiciones; muchos llegan y otros se van, se mueven piezas día con día en un complejo tablero de ajedrez que involucra rutas, plazas y cercos. En el ámbito político, algunos de los que salen han logrado llevar a buen puerto su gestión (o al menos, han actuado con una mínima y elemental eficacia) y muchos más, han comprobado su manifiesta incapacidad. Los que accedan a los puestos en disputa deberán probar si son capaces de cargar con el peso y la responsabilidad encomendadas o se transforman en el eslabón más débil de la compleja maquinaria del poder.

”El político piensa en las próximas elecciones; el hombre de poder en la próxima generación".

-William E. Gladstone.

Nos leemos en dos semanas.

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