La educacion es una utopía

“La utopía está en el horizonte… ” “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para...

24 de julio, 2017
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“La utopía está en el horizonte… ”

“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.”, Eduardo Galeano

 

Puede ser, puede no ser una utopía la educación, sin embargo, creo que siempre es una utopía, por el hecho de que a quienes preparamos en el momento en que los preparamos -educamos- no vamos a conocer los resultados sino hasta muchos años más tarde, y mientras más pequeños, menos visión de quiénes serán cuando terminen los ciclos escolares si siguen hasta la universidad. La educación en México es una utopía porque es formar el camino esperanzador de un cambio, de la transformación de la persona, para transformar la sociedad, participando críticamente, eligiendo lo que se quiere ser y compartir un Bien común, educando mente y corazón. Es una utopía, porque es lo que deseamos los educadores, pero cada vez se ve más difícil de realizar. Así, la educación se transforma en “la realidad esperanzadora y en la realidad aniquiladora”: lo que pasa en la educación, y en particular, en la educación universitaria.

La educación es una utopía cargada de realidad que nos aferra cada vez más a creer en la utopía de ésta. Atendiendo a la definición de utopía, del griego ou, no y topos, lugar, lugar que no existe. También se refiere a hecho, y especialmente plan, proyecto, ideas, doctrina, etc., muy bueno y atractivo, pero imposible de realizar (Diccionario de la lengua española).

A continuación, comparto algunas consideraciones sobre la utopía de la educación. De estas consideraciones surge la reflexión sentida y vivida de muchos colegas, que coincide con este estado de la educación.

Primera consideración:  Tomando como referente a Piñuel, que dice, “En los últimos años ha entrado una corriente que desprestigia la labor del docente. En ocasiones parece haber un afán reduccionista, un tanto persecutorio, de la labor de las personas que se dedican a la docencia”, explica Rosa Caramés (citada por Piñuel, 2016), que sugiere que muchas veces el profesor es acusado de una serie de cosas –“que no corrige bien, que tiene manía a los alumnos, que no sabe dar clase”– que tan sólo son ciertas en un número limitado de casos, pero que suele hacerse extensible a todo el cuerpo docente. La culpa es del docente.

El profesor, el educador era considerado como una persona con alto prestigio, una autoridad merecedora de todo respeto y admiración. Eso pasó, en muchos países la educación, el papel del educador está mal visto (y México no es la excepción, con su sistema sindical, políticas corruptas y poco reales de la Secretaria de Educación Pública). Como indica Casanova, respecto a la educación en México, “las evidencias de que la política educativa llegó al límite son múltiples y sería imposible intentar un recuento. Sin embargo, no podrían olvidarse algunos de sus rasgos: fue planteada a partir de un pésimo diagnóstico que depositaba en los maestros el origen de todos los males; se fundó en una visión mercantilista y ajena al ideario social, y fue diseñada e implantada sin la participación de los actores de la educación y de la ciudadanía. Así, muy lejos de ofrecer soluciones, la política educativa generó un profundo conflicto nacional” (2002).

Segunda consideración: En lo que corresponde a la educación superior Piñuel en su artículo “los 8 males del profesor universitario uno de los trabajos más tóxicos que existen” (2016) comenta: hasta hace relativamente poco, la de profesor universitario era una ocupación privilegiada. No sólo gozaba de una buena reputación entre todos los estamentos de la sociedad, sino que esta se correspondía con una gran influencia social y una remuneración acorde con el puesto; Continua Piñuel, no obstante, y de manera paralela al crecimiento de la población universitaria durante la segunda mitad del siglo XX, el profesor universitario parece estar sometido a más estresantes que nunca. No sólo ha perdido su categoría social, sino que también ha visto cómo su sueldo ha disminuido de manera inversamente proporcional al del estrés que ha de afrontar. Todo ello formando parte de una institución cuyas estructuras apenas han evolucionado en siglos (Piñuel, 2016).

En referencia al mismo tema, Noam Chomsky en una entrevista planteó como la educación superior y las universidades trabajan bajo el modelo neoliberal, es decir, son parte del modelo de negocios, señala, que es lo mismo que la contratación de temporales en la industria, o lo que los de Walmart llaman asociados, empleados sin derechos sociales ni cobertura sanitaria o de desempleo, a fin de reducir costes laborales e incrementar el servilismo laboral. Cuando las universidades se convierten en empresa, como ha venido ocurriendo harto sistemáticamente durante la última generación como parte del asalto neoliberal general a la población, su modelo de negocios entraña que lo que importa es la línea de base. Los propietarios efectivos son los fiduciarios y lo que quieren mantener los costos bajos y asegurarse de que el personal laboral es dócil y obediente. Continua Chomsky, y en substancia, la forma de hacer eso son los temporales. Así como la contratación de trabajadores temporales se ha disparado en el período neo liberal, en las universidades estamos asistiendo al mismo fenómeno (Chomsky, 2014).

La mayoría de personal laboral docente en las universidades son temporales, llamados docentes de hora-clase, a la que pagan por hora, sin ninguna prestación, con los que cubren la mayoría de materias llamadas de tronco común, en las que trabajan materias de la malla curricular por lo general del área humanista, de ciencias sociales, del hombre, y/o las ideológicas dentro de la tendencia de la universidad. Materias que llevan cargas superiores que las disciplinares, porque se tiene cupos llenos (aulas desde 35 a 45 alumnos, o más), con una paga irrisoria, en las que se tiene que utilizar más tiempo para calificar por el número de alumnos, y esas horas no son pagadas, como tampoco la preparación de la clase y la mayoría de las veces ni el material que se utiliza.

El modelo neoliberal de educación, dice Cuevas M. que la entiende como un servicio que puede ofrecerse en un mercado en el que compiten distintos oferentes, promueve el surgimiento explosivo de universidades privadas. Estas tienen una oferta de servicios académicos en donde se vislumbran “nichos de mercado” determinados, es decir, en donde se tiene certeza que contarán con una gran demanda. “Macdonalización de la enseñanza” han dado en llamar algunos este lento pero inexorable proceso de integración de la enseñanza superior al mundo del mercado (2010).

Existe cierto consenso entre los profesores en señalar que el alumno ha pasado de ser un estudiante a convertirse en un cliente, algo en consonancia con la tendencia privatizadora del sistema universitario (Piñuel, 2016). Ello obliga a que el docente redefina sus tareas y se vea obligado a reinterpretar su labor, lo que en opinión de Rosa Caramés, da lugar a una relación “un tanto viciada”. “Todas las cosas materiales e inmateriales tienen un precio y un valor, que no tienen por qué coincidir”, explica la socióloga. “No se entiende que los conocimientos y su proceso de adquisición es un proceso mutuo. Como todo se ha mercantilizado, lo único que parece sustentar la relación entre profesor y alumno es el precio de la matrícula”.

Uno de los factores novedosos es que el profesor se tiene que poner al servicio del alumno, algo que antes no se entendía así, comenta Piñuel.

¿Cómo llega un docente temporal motivado a dar clase? se le paga poco, se le exige mucho, se le somete al estrés de incertidumbre para el siguiente ciclo, nunca se sabe si estarás dando clase el siguiente período, se dócil, sigue lo que te indican, que tu evaluación salga bien,  para Chomsky, en las universidades trabajo barato y vulnerable que además significa ayudantes y estudiantes graduados, trabajadores precarios, lo que mejora la disciplina y el control, pero también permite la transferencia de fondos a otros fines muy distintos a la educación. Los costes, claro está, sigue diciendo Chomsky, los pagan los estudiantes y las gentes que se ven arrastradas a esos puestos de trabajo vulnerable (transferir los costos a la gente, es una mentalidad empresarial).

Sin embargo, aunque se proclama la libertad de cátedra y la libre opinión es “relativamente frágil”  ya que un docente puede expresar y contribuir en lo referente a contenidos, aprendizaje de los alumnos, e impartición de la misma sin temor a que lo dicho se use en su contra, lo que debería implicar la libertad de cátedra y opinión, pero pocas veces se respeta esta postura si no implica docilidad y obediencia, so pretexto de lo que se dice puede ser tomado a mal y en la vulnerabilidad laboral ya no te incluyan en el siguiente período. Pero hoy, las universidades que no ofrecen el privilegio de la libertad, es indicar que no participan y enseñan para la vida democrática. Estas acciones son lo que las universidades anclan para decir que tienen procesos democráticos, como dice Chomsky, “la democratización de las universidades tiene que ver con la participación en la toma de decisiones, de incorporar a representantes estudiantiles a las juntas de facultad, de animar al personal no decente a participar. Sin embargo, los profesores temporales “a los que se asegura una precaria existencia sin acceso a la carrera académica” poco pueden participar”. Así, los decentes temporales, poco pueden participar porque con tan precario salario y en constante riesgo de no tener clase, se convierten en docentes taxi, se va de una universidad a otra, y a otra juntando para sobrevivir los eternos veranos y días de vacaciones en las universidades (que juntas, no se labora cinco meses al año).

Jiménez Nájera lo llama precarización académica: el crecimiento del sector privado lucrativo y no lucrativo han provocado la proliferación del empleo académico precario (contratación provisional e inseguridad laboral, sobre carga de trabajo, prestaciones mínimas, sin derecho a la jubilación, con escasa libertad académica, individualización de la relación laboral, etc.) utilizando e manera generalizada por las nuevas y crecientes Instituciones de Estudios Superiores (IES) empresariales, situación que también avanza en las universidades públicas a través de las contrataciones temporales (Llamas, 2006, citado por Jiménez, 2008). Aunado a esto, el control de calidad del trabajo: implantación de mecanismos de “control de calidad” de la actividad académica, mediante instrumentos de evaluación internos y externos, fundados en normas nacionales e internacionales establecidas por una “red internacional” de organismos de control de calidad, las que se han traducido en “indicadores de desempeño” del personal académico y, como secuela, en la relativa pérdida, en diversos grados, de la libertad académica (Jiménez, 2008) libertad de pensamiento, cátedra e investigación. La evaluación así es un medio de control y sometimiento.

Tercera consideración, el estrés laboral  al que se  somete el docente, tanto ordinario como temporal es un indicador que muestra cómo  se desprecia el valor del conocimiento por la eficiencia, al respecto, la Universidad de Murcia elaboró una investigación (hace ya más de ocho años) que puso de manifiesto que el 83,6% del profesorado sufría de estrés crónico, y aunque su autor, el profesor ya retirado de Psicopatología de la Universidad de Murcia José Buendía reconoce que “los datos son perecederos”, la situación parece haber empeorado tras la implantación del Plan Bolonia. Es una situación que se repite en otros países vecinos, como el Reino Unido, donde recientemente una investigación publicada por el UCU (Universitary and College Union) ponía de manifiesto que las enfermedades mentales habían aumentado sensiblemente entre la población académica (Piñuel, 2016).

Tanto la observación como algunas investigaciones que lo corroboran, , dice Paula I. que en la vida laboral de un profesional de la educación se produzcan momentos en los que se siente fatigado, no desea continuar, ya no le interesa ser competentes o, tal como se dice coloquialmente, “se queme”. Se produce un cansancio emocional, al tiempo que la vocación del docente se ve frustrada hasta el punto de sentirse desmotivado, inmerso en un proceso de fatiga física y psíquica. Este es el inicio de un síndrome que empieza a convertirse, actualmente, en un problema de gran relevancia: el distrés laboral, síndrome de burnout, síndrome del profesional quemado o síndrome del desgaste profesional (Paula I., 2007).

Una buena parte de las bajas laborales y los problemas físicos y emocionales que padece el profesorado en los distintos niveles del sistema educativo tiene su raíz en los procesos de distrés laboral (Paula I. 2007).

Comenta Chomsky (2014) Este estrés e incertidumbre tiene un origen de sometimiento y control, que dentro de la industria es lo normal (más no lo correcto) para obtener las mayores ganancias a bajo costo, y donde el costo es transferible a la gente para que la empresa no pierda. Esto en la política, en la empresa y ahora en su aplicación más nefasta y demoniaca en la educación se llama adoctrinamiento (Chomsky).

El adoctrinamiento es decir a una persona cuáles deben ser sus ideas y conducta; aleccionar.

Alan Greenspan, testificó ante el congreso en 1997 sobre las maravillas de la economía que estaba dirigiendo, dijo que una de las bases de su éxito económico era que estaba imponiendo lo que él mismo llamó una mayor inseguridad en los trabajadores. Si los trabajadores están más inseguros, eso es muy sano para la sociedad, porque si los trabajadores están inseguros, no exigirán aumentos salariales, no irán a la huelga, no reclamarán derechos sociales: servirán a sus amos tan donosa como pasivamente. Y eso es óptimo para la salud económica de las empresas. Cuando la universidad se convierte en una empresa (que esta sucediendo), dice Chomsky ¿cómo conseguir una mayor inseguridad de los trabajadores?, esencialmente no garantizándoles el empleo, manteniendo a la gente pendiendo de un hilo que pueda cortarse en cualquier momento, de manera que mejor estén con la boca cerrada, acepten salarios ínfimos y hagan su trabajo; y si por ventura se les permite servir bajo tan miserables condiciones durante un año más, que se den con un canto en los dientes y no pidan más. Y en la medida en que las universidades avanzan por la vía del modelo de negocio empresarial, la precariedad es exactamente lo que se impone dice Chomsky.

Coincidiendo con el análisis que elaboraron Miguel Reyes Hernández, director del Observatorio del Salario, y Miguel Alejandro López López coordinador de la licenciatura en Economía y Finanzas de la Universidad Iberoamericana de Puebla, al presentar la edición 2017 del estudio “la nueva pobreza culta’’ destacan cifras de salarios ínfimos: Un profesionista con posgrado egresado de la UNAM, incluso de universidades privadas, el año 2005 ganaba 24 mil pesos mensuales, pero en 2016 su poder adquisitivo había bajado a 14 mil pesos, una pérdida de 10 mil. En el caso de los titulados con licenciatura, en 2005 ganaban 11 mil 500 pesos y el año anterior sólo 7 mil 600. Y la situación empeora en 2017.  Y si eres maestro taxi, es decir, por hora, los salarios van de 60 pesos, 80 pesos, 120 pesos y con maestría hasta 140 pesos.

Cuarta consideración: Otra forma de control empresarial y ahora en las universidades es el aumento de los estratos administrativos y burocráticos. Si tienes control de la gente, tienes que dispones de una fuerza administrativa que lo haga.

El Plan Bolonia ha traído consigo, entre muchas otras cosas, una burocratización de la enseñanza que ha provocado que los profesores pasen más tiempo rellenando formularios, pruebas y revisiones que dedicados a la preparación de sus clases y a sus proyectos de investigación (Piñuel, 2016). “Bolonia se ha implantado de manera desastrosa”, sintetiza Rosa Caramés. “Sólo se ha conseguido consumir el tiempo dedicado a la preparación de las clases y dedicar más tiempo a labores puramente administrativas” (Caramés citada por Piñuel, 2016)

Piñuel indica, “Son un montón de horas de trabajo que sobrecargan a un profesor que ya está suficientemente sobrecargado de por sí. Para conseguir nada estamos incrementando una carga que no tiene mucho valor añadido. No por rellenar más papeles es mejor, al contrario, el tiempo disponible para preparar clases e investigar se emplea en reuniones y consignar papeles”. También disminuyen las horas de descanso y esparcimiento, vitales para el bienestar de cualquier trabajador.

Según Chomsky, en los pasados 30 o 40 años se ha registrado un aumento drástico en la proporción del personal administrativo en relación al profesorado y los estudiantes de las facultades: profesores y estudiantes han mantenido la proporción entre ellos, pero la proporción administrativa se ha disparado. Surgen profesionales administrativos bien pagados: los decanos, por ejemplo, que antes solían ser miembros de la facultad que dejaban la labor docente para servir como gestores con la idea de reintegrarse a la facultad al cabo de unos años. Ahora son todos profesionales, que tienen que contratar a vice decanos, secretarios, etc. toda una estructura administrativa (Chomsky, 2014).

Esta “maquinaria”, como la define el psicólogo Piñuel, conlleva otro problema: el aumento de las pruebas sobre el control del profesorado. Algo que en principio tendría como objetivo garantizar la calidad de la enseñanza, se añade a las montañas de burocracia ya existentes y someten al profesor a un continuo escrutinio. “Es la paradoja tras la ilusión del control”, explica Piñuel. “Es un efecto de la centralización de las políticas de la UE que necesita sistemas de control. La idea de consignar papeles, documentos o comisiones da la sensación de que las cosas se están gestionando mejor. Es pura entelequia”.

Ante las consideraciones presentadas, pensar en la utopía de la educación se convierte en una realidad escalofriante, o, le apostamos a la educación como una verdadera utopía generadora de esperanza. La autora del artículo reconoce y apuesta por la realidad transformadora por el poder de la educación que llega a las mentes y a los corazones, y de esto, muchos docentes se llevan la vida, a ellos, mi reconocimiento.

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Referencias

Casanova C. (2002) La universidad hoy: ideas y tendencias de cambio, en: Muñoz García, Humberto (coord.). Universidad: política y cambio institucional. México, CESU-Porrúa

Cuevas M. (2004) El modelo neoliberal de la educación superior: la educación privada. En http://connuestraamerica.blogspot.mx/2010/08/el-modelo-neoliberal-de-educacion.html

Chomsky N (2014) Sobre el trabajo académico, el asalto neoliberal a las universidades y cómo debería ser la educación superior. En www.counterpunch.org/2014/02/28/on-academic-labor/27

Jiménez N. (2008) Reestructuración Neoliberal de la Educación Superior y Trabajo Académico: Saldos Iniciales en el Caso De México. Centro de documentación en educación. ITESO en www.fronteraseducativas.edu.iteso

Paula I. (2007) ¡No puedo más! Intervención cognitivo conductual ante sintomatología depresiva del docente. España, Wolters Kluwer

Piñuel (2016 ) Los 8 males del profesor universitario, uno de los trabajos más tóxicos que existen, Consulta el artículo en: REDEM.org

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