La Cuarta Transformación y los feminicidios

En medio de la alerta de género en la ciudad de México, emitida por la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, se viralizó la noticia del...

3 de diciembre, 2019

En medio de la alerta de género en la ciudad de México, emitida por la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, se viralizó la noticia del feminicidio de Abril Cecilia Pérez Sagaón, y cuyo principal sospechoso es su exmarido Juan Carlos García, ex directivo de una importante trasnacional de comercio electrónico.  La irritación generalizada de la sociedad se dio al saber que el presunto autor intelectual había estado preso por el delito de tentativa de homicidio, pero los jueces, Federico Mosco González y Luis Alejandro Díaz, reclasificaron el delito inicial por el de violencia doméstica, que a la postre le permitió ser liberado, con la única restricción de no poderse acercarse a su exesposa y sus dos hijos. El pasado 2 de diciembre no se presentó a la firma semanal de su libertad condicional.

Aunque los jueces de control y el magistrado han sido suspendidos por la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, y se abrió una investigación a cargo del Consejo de la Judicatura, el asesinato artero de Abril Pérez, ocurrido el día conmemorativo contra la violencia femenina, desnuda la orfandad y el peligro con el que viven todas las féminas mexicanas, en un sistema judicial que no les protege y por el contrario, es cómplice de sus muertes.

En la mañana del pasado 29 de noviembre en las calles del municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León, se realizó una marcha silenciosa para protestar por las condiciones inaceptables en que ocurrió el asesinado de Abril Cecilia, oriunda del estado norteño. Por la tarde miles de mujeres mexicanas se unieron a la realización internacional del perfomance: “Un violador en tu camino”, presentado inicialmente por activistas chilenas del grupo feminista “Las Tesis”, el pasado 25 de noviembre. La sororidad mundial alcanzada con la representación femenil hizo cimbrar las principales ciudades del mundo, en una protesta global impresionante y contundente.

Muy lejos de los actos vandálicos de las protestas feministas se encuentra la verdadera razón que ha justificado a una sociedad patriarcal, ancestralmente violencia en contra de sus mujeres, que a pesar del paso de los siglos, parece no haber evolucionado en materia de igualdad. Dicha cultura dominante normaliza los abusos cometidos contra el género femenino, a quien no le concede el mismo peso ante la ley y el poder económico. El feminicidio de Abril Pérez, demuestra que la justicia se tuerce a favor de los abusadores masculinos, sin importar el estrato económico y social de las víctimas femeninas.

La numeralia es espeluznante, cada día mueren asesinadas 10 mujeres en el país, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública suman de 2015 a la fecha, 3 mil 578 feminicidios a nivel nacional. Veracruz es el estado más peligroso para las mujeres, ya que registró 153 víctimas de feminicidio de enero a octubre de 2019, el segundo lugar es el Estado de México con 95 casos en el mismo periodo.

Hasta agosto de este año se tenían registradas 292 casos de violencia sexual en la ciudad de México. La percepción de inseguridad femenina aumento de 74.7 por ciento del año 2013 a 82.1 por ciento en el año 2018, según datos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública  2018, siendo las mujeres las principales víctimas de delitos sexuales denunciados. Un 64 por ciento de las mujeres reportaron haber recibido algún tipo de violencia por parte de sus novios, esposos o ex parejas. En 2016, cada mujer perdió 29 días de trabajo remunerado en promedio, a causa de la violencia doméstica, según el INEGI.

Cuando se revisa la violencia y abusos perpetrados desde una autoridad, la situación se muestra cruda e insostenible, de cada 100 mujeres entrevistadas por Amnistía Internacional tras ser detenidas, 33 denunciaron haber sido violadas durante el arresto, siendo los principales abusadores elementos de la Marina, Policía Municipal y policías estatales. Un 72 por ciento acusó haber sufrido manoseos. Las mujeres lesbianas, bisexuales y transgénero son totalmente vulnerables al ser capturadas, ya que los abusos se originan con mayor violencia y odio, al no considerárseles los suficientemente “femeninas”.

Por décadas, el abuso sexual y el acoso llegaron a considerarse como un privilegio en muchas universidades, era común normalizar que alumnas fueran “cortejadas” por profesores e investigares destacados de diferentes instituciones educativas. Dicha violencia se recrudeció ante el silencio cómplice  de muchas autoridades y alumnos que conocían de la cultura patriarcal de abuso, pero que era ignorado y permitido impunemente. En semanas pasadas en la UNAM estallaron protestas y cierres de planteles a nivel bachillerato y facultades de estudios superiores, con la finalidad de no volver a tolerar los abusos denigrantes, que por décadas se habían permitido contra las estudiantes.

El poder judicial, tan corrupto, improductivo y lleno de opacidad, no se ruboriza al defender sus altísimos ingresos económicos a costa del erario, ni pretende perder sus privilegios, o los “compadrazgos” en las plazas de los nuevos jueces que no cumplen con los mínimos perfiles requeridos. El poder judicial en las entidades federativas es un ejemplo perfecto de la impunidad reinante, la opacidad cómplice y la corrupción rampante que afecta a todo quien tiene la necesidad de recurrir a la justicia institucional.

El detonante de la corrupción en el poder judicial de los estados, es el desacato a la obligación de la publicación de sus resolutivos, en los casos más emblemáticos. Una resolución escandalosa como la del caso de Abril Cecilia, llamaría a la estupefacción, si se conociera de forma pública. La única forma de saber los fallos judiciales, sin perspectiva de género, con visos reales de corrupción, es cuando las victimas lo comparten a través de los medios de comunicación y las redes sociales.

Las mujeres siguen muriendo diariamente por feminicidios que deberían evitarse, con el agravante que jueces sin escrúpulos permiten que los hombres agresores, actúen impunemente ante la “normalización” de la cultura violenta contra el género femenino.

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