Indivisa Manent

Este 26 de agosto cumplo cincuenta años de haberme graduado de la preparatoria en la Universidad La Salle de Tacubaya. Tuve la fortuna de entrar...

23 de agosto, 2019

Este 26 de agosto cumplo cincuenta años de haberme graduado de la preparatoria en la Universidad La Salle de Tacubaya.

Tuve la fortuna de entrar a la familia lasallista gracias a Enrique Pérez Benitez y a Juan Gracia de Acevedo (esposo de mi hermana Coca) en 1966.

Después de haber estado en Linton Hall Military School en Virginia, mi readaptacion a la vida “civil” en México me había resultado difícil, de manera que mis papás decidieron mandarme ¡a otro internado!

El nuevo internado fue el Colegio Benavente de Puebla, cuya imagen ilustra estas líneas de agradecimiento.

Permítanme compartirles hoy, un par de anécdotas, en ejercicio de ese derecho que tenemos todos los ancianos, para contarle a quien se deje, una y otra vez las mismas historias.

Cuando cruce el umbral de la puerta principal sobre la avenida 25 Oriente, imaginaba que las cosas serían parecidas a las de Linton Hall.

Para mi inmensa sorpresa, no había que formar filas; no había uniformes; no había botas; no había que traer el cabello cortísimo como yo lo llevaba todavía;  no había oficiales; no había toque de clarines para darnos las órdenes de despertar, dormir, marchar, ir a comer, ir a clases, ir a donde fuera…

Mi inspector de dormitorio fue el hermano Rubén Gómez Flores, que de manera paternal me enseñó las reglas que había que observar para DISFRUTAR del colegio.

Podíamos salir a la ciudad sin ninguna limitación, siempre y cuando dejáramos anotada en un cuaderno la hora de salida y la hora estimada de regreso.

¡Tuve novia!

Comía frecuentemente en el Royalty, en el centro de Puebla, con mi tutor Luis García de Acevedo, al que quise mucho y sigo queriendo.

Iba a México todos los fines de semana; convivía con mi familia; tuve amigos; no había golpes ni castigos de esos que se acostumbran en las academias militares “para templar el carácter”.

Nuestro director era un hombre verdaderamente santo: Don Emilio Reversat, que se tomaba el tiempo para conocer a la totalidad de los alumnos, y que conmigo fue siempre amable y compasivo.

Un lunes, regresando de México, Don Rubén Gómez me dijo que ¡estaba yo inscrito para participar en el concurso de oratoria!

Ante semejante sorpresa, le dije que jamás había yo hablado en público, y además no tenía yo ropa decente para subirme a un estrado.

Don Rubén respondió a mi objeción presentándome con un saco, una camisa de manga larga y una horrible corbata DORADA.

Me dijo que no importaba lo que yo dijera al estar frente al micrófono, que mi premio por atreverme, ¡sería tener 10 en química y en matemáticas!

Ante semejante oferta (de esas que no se pueden rechazar), acepté participar.

No sé cuánto tiempo dispuse para preparar mi discurso, pero mi intuición me dijo que tenía yo que  comenzar con  una frase “de nocaut”, y terminar con otra por el estilo; lo que dijera yo entre la entrada y la salida, no sería tan importante.

“En México a los héroes se les fusila, y a los traidores se les construyen hemiciclos”.

El Señor Reversat sonrío al escucharme; el gobernador Merino Fernández se arremolinó en su butaca aparentando disgusto, porque el dichoso San Juárez ha sido el santón favorito de los masones desde que lo asesinaron en el Palacio Nacional. (1)

Si existe un ídolo con patas de barro, ese es Samn Juárez.

Podría yo escribir un libro sobre mis maravillosas experiencias en el Colegio Benavente, pero basta con transcribir el texto de una placa conmemorativa del auditorio en el que tuvo lugar aquél concurso de oratoria:

“A los maestros y alumnos lasallistas de ayer, de hoy, de mañana y de siempre. La Generación Lasallista de 1956, dedica este auditorio como un homenaje a su memoria”.

La sola lectura de aquella placa, me hizo sentirme y ser un hijo más de esa inmensa familia.

Cuando terminé tercero de secundaria en Puebla, tuve abierta la puerta de La Salle de Tacubaya, donde transcurieron tres de los años más felices de mi vida.

Tuve maestros verdaderamente extraordianrios como Don Sergio Howland (Literatura Universal), Don Tarsicio de Jesús Santiago López (Religión),  Don Samuel Vargas Montoya (Psicología),  Don Guillermo Amat (Filosofía),  Don Víctor Diez Hidalgo (Problemas de México), Don Agustín Monroy Enríquez (Derecho y Sociología).

La lista de maestros y mentores es interminable: El Señor Arroyave,  “el perro” Álvarez Campos, el Señor Alba López, el Señor Ibarrola, “Chavita”, Don Enrique Navarro Castellanos, y nuestra inolvidable maestra de Latín, Sarita Canovas Fuello.

Hoy,  agradezco profundamente haber tenido la oportunidad de ser Lasallista.

Las ensenanzas que recibí en Puebla y en Tacubaya, me prepararon para pasar de ahí a la Escuela Libre de Derecho,  hasta convertirme en abogado.

Mi tesis profesional se titula: “Trayectoria Intervencionista del Estado Mexicano en Materia Educativa”.

Celebro haber iniciado su texto, reconociendo desde el primer párrafo a mi padre y acto seguido, a mis maestros lasallistas.

En La Salle fui confirmado en las ideas que mi padre me transmitió con palabras y con HECHOS.

Desde el primer párrafo de mi tesis profesional, hice un homenaje al 50 aniversario de la iniciación de la Guerra Cristera.

Mi planteamiento para convertirme en abogado, es un proyecto de artículo 3º constitucional, en el que reclamo y reivindico el derecho de los padres a decidir la educación de sus hijos sin intervención del estado ni de nadie.

Coincido con Vladímir Putin que desde el máximo poder de su patria, defiende el derecho a una educación sin perversiones ni agendas ocultas: ¡DEJEN EN PAZ A LOS NIÑOS!

¡LOS NIÑOS TIENEN DERECHO ANTE TODO; DE SER NIÑOS!

Hoy que tengo SIN-CUENTA (2)  años de edad, le doy gracias a Dios por sus innumerables bendiciones; por haber sido hijo de quien soy; por haber tenido la oportunidad de aprender de mis padres, mis abuelos y mis maestros, lecciones impartidas en la congruencia de hechos y palabras.

Hoy quiero felicitar desde aquí a todos los afortunados que forman parte de la familia Lasallista; agradecer a mis maestros, y abrazar a mis compañeros donde estén.

Se puede ser ex-alumno Lasallista, pero ser ex-Lasallista, ¡jamás!.

Indivisa manent

     ____________________________________________

  1.  En otras colaboraciones he mencionado el asesinato de San Juárez al que sus compinches “ayudaron a bien morir”, para ponerle fin a su ambición desmedida y a su sed de poder absoluto.
  2.  Decir que tengo SIN CUENTA años, no es un error, ni de ortografía ni de aritmética. SIN CUENTA, quiere decir que soy tan viejo, que ya perdí la cuenta de mi verdadera edad cronológica.

[email protected]

@JulioMessner

     _________________________

Dedicado a Ernesto Navarro, Luis Cantú, Alberto Cortina, José Tarno, Rodrigo Cortina, Antonio Aveleyra y Alejandro de Antunano.

Comentarios






Más de categoría

Sed de justicia en ChihuAGUA

Ante la violencia creciente desatada por la llamada “Guardia Nacional” en Chihuahua, López Obrador se vio obligado a “salir...

julio 24, 2020

Detrás de la mampara de cristal

Me veo yo mismo Detrás de la mampara, Detrás de esa mampara de cristal Con orificios a manera de...

julio 22, 2020

Un México donde reine LA VERDAD

Hoy se cumplen 92 años de la muerte de Álvaro Obregón. La lista de traiciones y crímenes del “general”...

julio 17, 2020

Destiempo

Solo quiero que rías por la mañana Cuando paso a tu lado, Que me miren tus ojos Y luego...

julio 15, 2020