Enseñar la esencia humana: amar – nos

La gente lo sabe, los jóvenes lo saben. La gente lo sabe, los jóvenes lo saben. Actualmente existe una amplia reflexión sobre las habilidades que se deben enseñar para los jóvenes del siglo XXI, la pregunta es...

4 de octubre, 2017
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La gente lo sabe, los jóvenes lo saben.

La gente lo sabe, los jóvenes lo saben.

Actualmente existe una amplia reflexión sobre las habilidades que se deben enseñar para los jóvenes del siglo XXI, la pregunta es ¿enseñarlas para qué? Las diferentes escuelas y teorías se enmarcan en una serie de habilidades sobre la era digital, de comunicación en un mundo de redes donde no hay fronteras para tener éxito en…¿la vida?, ¿el trabajo?, ¿el mercado?, ¿la política?, ¿la participación ciudadana?, ¿la democracia? o ¿para ser feliz?

Muchos autores comparten lo que Penalva ya hace algunos años había comentado sobre la escuela y la educación, comenta que normalmente se entiende el fracaso escolar en términos académicos y se descuidan los valores existenciales, el hombre no solo se enfrenta al mundo para encontrar trabajo, sino para vivir (en el amplio sentido de la palabra, para vivir libre, justo, feliz), entendiendo, que la existencia es la alegría y la confianza ante el mundo (2006), pero esto no se enseña. Las habilidades que se enseñan hoy sirven a la lógica del mercado, de la empresa, desprecia las artes, la historia, las humanidades, las ciencias sociales en general, las que nos hace más humanos, pensar críticamente, crear, imaginar, compartir, amar, las que permiten enloquecer para reflexionar.

La principal habilidad en este mundo de desconfianza, que sigue la lógica del mercado, de la individualización y el consumo como fin y éxito de vida es a través de lo que sea útil para que rápido dé ganancias; a diferencia de ésta, la habilidad más importante a desarrollar en las condiciones actuales (a enseñar) a propuesta de la que escribe se refiere a la vida misma desde la lógica de la biología del amor de Maturana y desde la antropoética de Edgar Morin. A partir de estos autores la reflexión empieza con la justificación de la propuesta.

Dice Nussbaun, cambios radicales se están produciendo en lo que las sociedades democráticas enseñan a los jóvenes, y estos cambios no han sido bien pensados. Ansiosas de lucro nacional, las naciones y sus sistemas de educación, están descartando descuidadamente habilidades que son necesarias para mantener vivas las democracias. Si esta tendencia continúa, las naciones de todo el mundo pronto estarán produciendo generaciones de máquinas útiles, en lugar de ciudadanos completos que puedan pensar por sí mismos, criticar la tradición y entender el significado de los sufrimientos y logros de otra persona. Continua la autora, ¿Cuáles son estos cambios radicales? Las humanidades y las artes están siendo eliminadas, tanto en la educación primaria/secundaria como en la técnica/universitaria, en prácticamente todas las naciones del mundo, vistas por los responsables políticos como adornos inútiles, en momentos en que las naciones deben cortar todas las cosas inútiles con el fin de mantener su competitividad en el mercado global, éstas están perdiendo rápidamente su lugar en los planes de estudio y también en las mentes y corazones de padres y niños. De hecho, lo que podríamos llamar aspectos humanísticos de la ciencia y las ciencias sociales – el aspecto creativo imaginativo y el aspecto del pensamiento crítico riguroso – también están perdiendo terreno, debido a que las naciones prefieren perseguir beneficios a corto plazo cultivando habilidades útiles y altamente aplicables, adaptadas a fines lucrativos (Nussban M. 2011)

Morín (2015) comenta que se ejerce una fuerte presión sobre la enseñanza secundaria y superior para adaptarla a las necesidades tecnoeconómicas de la época y estrechar la parte de las humanidades. La vulgata tecnoeconómica dominante considera que las humanidades no tienen interés o son puro lujo, y empuja a reducir los cursos de historia, los de literatura, a eliminar como cháchara la filosofía. El imperialismo de los conocimientos de calculadora y cuantitativos progresa en detrimento de los conocimientos reflexivos y cualitativos. No solo falta comunicación entre cultura científica y cultura de las humanidades, no solamente hay desprecio mutuo entre una y otra: hay peligro para la cultura. La universidad sufre pesadamente la presión de esa vulgata tecnoeconómica que exige rentabilidad según los criterios del business (Morín, 2015).

Existe un consenso que las habilidades requeridas en los próximos estudiantes/profesionistas deben estar enmarcadas por el uso de las tecnologías de la comunicación (TICs o NICS, alfabetización en redes digitales), la época de la globalización implica traspasar el concepto tiempo/espacio a través de la información y la comunicación principalmente. Esta, según María Novo es una de las grandes paradojas de este siglo: en el planeta coexisten personas y grupos humanos que gozan de altísima tecnología comunicativa  por ejemplo, los agentes financieros que especulan en la bolsa, y por otro lado, multitud de grupos humanos que nunca han hecho una llamada telefónica. Los medios difunden y globalizan la cultura que sirve a los intereses de mercado y que paulatinamente confunde entre deseos y necesidades (2011). Es preciso hacer uso intensivo de la imaginación, pero también, y sobre todo, practicar otra mirada, la que nos pueda permitir vislumbrar lo invisible (Novo, 2011), mirada que se enriquece con las artes y las humanidades.

Desde la propuesta de Maturana, con la biología del amor, la principal habilidad y más urgente frente a las condiciones de violencia, desconfianza y materialismo se refiere a enseñar ambientes para amar, en la acción misma de la vida, con el ejemplo, lo que para Morin, desde el pensamiento complejo, se refiere a enseñar a vivir desde la ética de la comprensión, el bien vivir (o saber vivir) desde la comprensión de la condición humana.

Humberto Maturana, partiendo desde la biología, vincula el lenguaje con las emociones, la cultura y el amor. Nos dice que todo el quehacer humano se da dentro del lenguaje, por lo que, si no hay lenguaje, no hay quehacer humano. Y simultáneamente, como todo lo que hacemos se hace desde la emoción, entonces todo nuestro quehacer, como seres humanos, ocurre dentro del cruce entre el lenguaje con la emoción. Plantea además que el lenguaje surge desde la aceptación del otro, o sea, desde el amor.  

La definición que Maturana da del amor, es desde su perspectiva como biólogo, y considera que es la emoción fundamental que hace posible nuestra evolución como seres humanos. La define de la siguiente forma: “… cuando hablo de amor no hablo de un sentimiento ni hablo de bondad o sugiriendo generosidad. Cuando hablo de amor hablo de un fenómeno biológico, hablo de la emoción que especifica el dominio de acciones en las cuales los sistemas vivientes coordinan sus acciones de un modo que trae como consecuencia la aceptación mutua, y yo sostengo que tal operación constituye los fenómenos sociales.

En ese sentido comenta Maturana los seres humanos somos intrínsecamente amorosos, y podemos comprobarlo fácilmente, observando lo que ocurre cuando a una persona se le priva del amor, o sea, se les niega el derecho a existir o se les quita validez a sus propios fundamentos básicos, emocionales, para la existencia. Esta carencia afectiva produce trastornos, como la ansiedad, la agresividad, desmotivación, inseguridad, tristeza y estrés crónico, etc.

Entonces, comenta Maturana, el amor es una manera de vivir en sociedad. Surge cuando al interactuar con otras personas, no importa quienes sean o su lugar en la comunidad, las consideramos como un legítimo otro, que puede coexistir con nosotros. Esta emoción, entonces, amar, es el fundamento de la vida social, al aceptar la existencia de los demás, sin querer anularlos o negar su propia visión del mundo (2016).

Vivimos en una cultura que habla del amor, pero lo niega en la acción. Vivimos una cultura que está centrada entre la distinción entre el bien y el mal, en la exigencia de la obediencia y, por lo tanto, en la desconfianza, y no vemos que sin confianza no se constituye lo social (convivencia social) (López, 2016).

Dice Maturana, la maravillosa armonía del orden de vivir se funda esencialmente en que todo está en su sitio, es decir, en algo equivalente a la confianza. Cómo se aprende a amar:  en el vivir las acciones que constituyen al otro como un legítimo otro en la convivencia. Lo que hay que hacer al educar es crear un espacio de convivencia (2010), en armonía y confiando.

Una persona es amorosa cuando se conduce de modo tal que a través de lo que él o ella hace el otro surge en su legitimidad  en la convivencia con él o con ella. Eso ocurre cuando no hay prejuicios, expectativas, exigencias de la relación. El otro tiene presencia, cuando es legítima su presencia. No se tiene que disculpar por ser. Si yo no respeto nunca lo voy a comprender (Maturana R. 2010).

Todas las dificultades y enfermedades son por ausencia de amor. Cada vez que uno destruye al amor, desaparece la convivencia social (Maturana, 2010).

Educar es convivir, un acceder a convivir en un espacio de aceptación recíproca en el que se transforma el emocionar y el actuar en los que conviven según las conversaciones que constituyen ese convivir.

En referencia con Edgar Morin, necesario es, enseñar la condición humana desde la comprensión ética del otro y del mundo.  La ética de la comprensión es un arte de vivir que nos pide, en primer lugar, comprender de manera desinteresada. Pide un gran esfuerzo, ya que no pide ninguna reciprocidad. Si sabemos comprender antes de condenar estaremos en la vía de la humanización de las relaciones humanas. La comprensión necesita, dice Morin, de la apertura (del otro) simpatía y generosidad.

Vivir es tener sin cesar necesidad de comprender y de ser comprendidos. Nuestra época de comunicación no es sin embargo una época de comprensiones. Toda nuestra vida, dice Morín, nos arriesgamos a la incomprensión de nosotros hacia el otro y del otro hacia nosotros. Hay incomprensión en las familias entre niños y padres, entre padres y niños, incomprensión en las fábricas o en las oficinas, incomprensión de los extranjeros de los que se ignoran usos y costumbre. La comprensión humana no se enseña en ninguna parte. Pero el mal de las incomprensiones roe nuestras vidas, determina comportamientos aberrantes, rupturas, insultos, congojas (2015).

Comprenderse es necesario para comprender a los otros, eso es vital, pero no se enseña. Incluso se ha devaluado la introspección.

La antropoética implica el conocimiento antropológico desde el pensamiento complejo, es decir, deben comprender la concepción del género humano, que significa el desarrollo conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y de sentido de pertenencia a la especie humana. En medio de esta tríada compleja emerge la conciencia. La comprensión hacia los demás  necesita la conciencia de la complejidad humana, esta conciencia implica: la conciencia antropológica que reconoce la unidad del hombre en su diversidad, conocernos en todas las dimensiones, conocerse uno mismo -introspección- para conocer y comprender al otro, la conciencia ecológica, es el reconocimiento de habitar con otros seres un mismo planeta; la conciencia cívico terrenal, es decir, la responsabilidad de la solidaridad y la conciencia espiritual, que viene del ejercicio complejo del pensamiento, que permite criticarnos mutuamente, autocriticarnos y entre sí (Morín, 2010).

Para realizarse, la antropoética pide: Respetar en el otro, a la vez, tanto la diferencia como la identidad consigo mismo; desarrollar la ética de la solidaridad; desarrollar la ética de la comprensión; enseñar la ética del género humano; trabajar para la humanización de la humanidad; obedecer la vida, guiar la vida y logar la unidad planetaria en la diversidad (1999).

A manera de síntesis y propuesta, la habilidad más importante a enseñar se refiere  el arte de vivir como crear espacios de convivencia donde se desarrollen todos los potencialidades del hombre, entendiendo que ese espacio es construido en base al amor, que se fundamenta en el reconocimiento del legitimo otro, que se fundamenta en la comprensión humana, de comprender al otro y de ser comprendidos de manera desinteresada, sin ninguna reciprocidad, sin querer anular, negar al otro, controlarlo; amar es darse sin expectativas, prejuicios y exigencias en la relación. Amar desde nuestra esencia humana, la biología desde donde se fundamenta que toda relación se realiza en amor en esa aceptación mutua (antropoiética) en el que al coordinarse las acciones se armoniza la convivencia, es decir, todo está en su sitio. Está demostrado que allí donde el ambiente es bueno, se convive en armonía, el aprendizaje también lo es.

Pero para enseñar habilidades, se requiere que el que enseña aprenda primero esa habilidad para después transmitirla, así, dice Francisco Mora, neuroeducador, la clave no está en fomentar las emociones en el aula sino en enseñar con emoción. Sólo se puede aprender aquello que se ama (2016).

La tarea de la educación es hacer un espacio de convivencia para que se transformen en adultos que se respetan mutuamente, en ciudadanos éticos, indica el fundador de la teoría del amor (Maturana). Para ello, además, debemos abrirnos al espectro emocional de nuestra existencia y recordar que no constituye una interferencia con el campo intelectual, sino que, a la inversa, las emociones entregan sentido y profundidad a nuestro razonamiento (Maturana, 2016).

El reto se plantea de grandes dimensiones y doblemente paradójico: primero, como  paradoja de la globalización, entre realizar lo más “fácil”, y que es fácil porque pertenece a la esencia humana: amar-nos, porque amar siempre implicará a otro (que se transformará en un nosotros y se transforman ambos) y lo más “difícil” de lograr en el mundo de la indiferencia, la desconfianza, el consumismo.

Segunda: como la paradoja del mundo que se ve difícil para los jóvenes en medio de la indiferencia, el consumismo, la incertidumbre, la corrupción, la impunidad, y a la vez, demostrado, que los jóvenes están dispuestos a “dar-se” (que significa amar) cuando “no” hay presión, exigencias, controles. Aquí es donde se reafirma que el amar es parte de la esencia humana, los jóvenes de México lo han demostrado en éstos día.  De esto surge el verdadero reto que tiene la educación, ENSEÑAR LA ESENCIA HUMANA: AMAR-NOS (enseñar a vivir y enseñarnos a vivir juntos).

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Referencias

Penalva J. (2006) Ideas, creencias y valores en educación. Madrid, Sinergía

Maturana R. (2010) El Sentido de la Humano.  Aires, Granica

 ° (2001) Educar y aprender en la biología del amor de María Candia Moraes.

° López B. (2016) Maturana para principiantes

Morín E. (2015) Enseñar a vivir, manifiesto para cambiar la educación. Buenos Aires. Nueva Visión

         (1999) Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO

Nussbaun M.(2015) El futuro de la educación. Discurso al recibir el doctorado Honoris causa en la Udea. Martha Nussbaun. http://www.parqueexplora.org/visitenos/noticias/discurso-de-martha-nussbaum-al-recibir-el-doctorado-honoris-causa-en-udea/

Novo M (2011) La educación ambiental en tiempos de crisis. Trasatlántica de educación, Año VI, Volúmen 9, pp 7 – 13. Cátedra UNESCO

Mora F. (2016)  Entrevistas Francisco Mora: “El cerebro sólo aprende si hay emoción” por Educación 3.0, 24 febrero, 2016, recuperado de: http://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/francisco-mora-el-cerebro-solo-aprende-si-hay-emocion/33224.html?utm_content=buffer251de&utm_medium=social&utm_source=facebook.com&utm_campaign=buffer

 

 

 

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