El Niño Verde, una amenaza para Quintana Roo

Jorge Emilio González ha sabido ganarse el rechazo de casi toda la sociedad mexicana… Jorge Emilio González ha sabido ganarse el rechazo de casi toda la sociedad mexicana; no es una exageración, es un reconocimiento al esfuerzo...

19 de abril, 2016
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Jorge Emilio González ha sabido ganarse el rechazo de casi toda la sociedad mexicana…

Jorge Emilio González ha sabido ganarse el rechazo de casi toda la sociedad mexicana; no es una exageración, es un reconocimiento al esfuerzo personal que ha dedicado a lograr esa condición.

La lista de sus actividades, actitudes, y el resultado de ambos factores, compendian un antecedente impresionante que sirve para catalogarlo como un profesional del oportunismo y el chantaje político.

Propietario por herencia de una gran fortuna, construida en el abuso del poder político gracias a las posiciones que ocupara su abuelo, lo es también del Partido Verde de México.

A través del partido, “El Niño Verde”, sin ningún esfuerzo más que el del privilegio de su posición, sin haberse ganado nada por el mismo usando la franquicia que le otorga la propiedad del Partido, ha construido una carrera política intrascendente.

Sin embargo, a pesar de sus carencias intelectuales y sus obsesivas ambiciones, ha tenido la suerte de prevalecer gracias a la dispersión política nacional, porque gracias a ella su Partido ocupa una posición electoral para negociar con el poder en turno.

Así, como en su momento lo hizo con el PAN, ahora lo hace con el PRI, de quien se ha convertido ya no sólo en un satélite o agencia de colocación, sino en una fuerza que exige y cobra facturas.

Embriagado con esas facultades, Jorge Emilio González -como si se tratara de un capricho infantil más-, decidió asentar gran parte de esas canonjías en Quintana Roo. Sin ser oriundo y ni siquiera tener su residencia en la entidad, por la fuerza, es senador con licencia.

Su ambición desmedida lo llevó en el pasado, fuera de contexto y lógica, a intentar ser candidato a gobernador, situación que fue desechada por el priísmo, no sólo por su incongruencia, sino por la certidumbre de que su postulación implicaría la pérdida del poder.

Sin más remedio al reconocer que el rechazo colectivo de la sociedad le impedía dar cauce a esa avidez, en la arrogancia que lo caracteriza, optó por hacerlo a través de otra persona, que fungiera como su títere para cumplir ese objetivo.

Fue así que escogió a su imagen y semejanza: a Remberto Estrada, cuya única virtud ha sido la de ser su compañero de andanzas, cuando Jorge Emilio González visita Quintana Roo de vacaciones.

Al igual que “El Niño Verde”, Estrada Barba ha logrado ser diputado local y federal y ahora candidato a la presidencia municipal de Cancún, sin merecimiento que justifique de ninguna forma su postulación.

Sin embargo, la disyuntiva apunta más allá de la forma en la que ambos han logrado esos privilegios y a lo que implica para el futuro tanto de Cancún como el de Quintana Roo: la alianza con el PRI es tan sólo un medio para obtener lo que por sí solos serían incapaces de lograr.

Con ello pretenden hacerse de la ciudad más grande y poblada de la entidad para que luego Remberto Estrada sea senador y, posteriormente, gobernador.

Buscan convertir al Estado en un coto de poder particular, el feudo en el que “El Niño Verde” sea amo y señor del poder político y económico y así cumplir con sus apetitos personales.

Como parte de su estrategia de control no sólo han impuesto a los suyos en posiciones electorales, también en el gobierno estatal, mediante el otorgamiento de secretarías de estado, de antemano la de hacienda, que quedaría en manos de Francisco Elizondo Garrido, hasta unos meses, delegado de la SCT.

Jorge Emilio González representa una amenaza para Quintana Roo, independientemente de simpatías o militancias, el asunto se trata literalmente de una invasión territorial y fáctica.

Será a los cancunenses a quienes corresponda decidir, porque es innegable que si Remberto Estrada a quien desde ahora podríamos catalogar como  “El Santana” de Quintana Roo, no logra ganar la alcaldía, la derrota será mucho más que por esa posición.

Es evidente que un resultado de ese tipo sepultaría contundentemente las perversas aspiraciones que dieron lugar a esa postulación, pero sobre todo, al plan del que forma parte.

Sería la forma contundente mediante la cual la sociedad quintanarroense, desterraría de forma terminante la siniestra pretensión, de un grupo que lo único que busca es consolidar un allanamiento que ya está en marcha.

La regla de oro.

Casi al término de su mandato, el presidente Miguel Alemán, mediante un sondeo, intentó conseguir la aprobación de su proyecto reeleccionista; sin embargo, la respuesta fue tan negativa como contundente.

Los ex presidentes Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho le advirtieron que ellos personalmente encabezarían un movimiento en contra de esa pretensión.

Desde entonces, la regla de oro de la política en nuestro país es que el poder sólo dura -por más absoluto que pueda ser-, seis años; el asunto es que, a veces, por la vanidad y los excesos, las enseñanzas de la historia se olvidan.

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