Calderón y Peña, vidas paralelas

Tal vez a Plutarco (no el priista) no le hubiera gustado la comparación. Tal vez a Plutarco (no el priista) no le hubiera gustado la comparación. En principio porque uno no es griego y el otro no...

5 de mayo, 2017

RHT

Tal vez a Plutarco (no el priista) no le hubiera gustado la comparación.

Tal vez a Plutarco (no el priista) no le hubiera gustado la comparación. En principio porque uno no es griego y el otro no es romano, pero de que hay paralelismos, los hay. Como si lo cegaran los dioses (sin alcanzar la gloria de una tragedia), el presidente Enrique Peña Nieto (EPN) está siguiendo los pasos de su predecesor, Felipe Calderón Hinojosa (FCH), en el desgraciado asunto de la (in)seguridad.

Ambos empezaron su sexenio combatiendo al crimen organizado con el apoyo fundamental de las Fuerzas Armadas, pero mientras Calderón lo hizo su tema central, Peña trató de pasarlo a un segundo plano. A medida que avanzó su sexenio y se comprobó que la estrategia empleada, por llamarla de alguna manera, no era suficiente, Calderón comenzó a culpar a los gobernadores, en su mayoría priistas. Peña está recorriendo ese mismo camino, su gobierno lleva meses anunciando que habrá un nuevo arreglo, emanado de la todavía no aprobada Ley de Seguridad Interior, que hará que los gobiernos estatales tomen más responsabilidad en las tareas de combatir el crimen.

En ambos casos, Calderón y Peña, pareciera que exigiendo a los gobernadores responsabilidad en realidad quisieran repartir culpas para que su imagen mediática no resultara tan lastimada. La culpa entre muchos es menos culpa per cápita. Ambos mandatarios tienen razón en el reclamo, los gobiernos estatales han sido en general un fracaso en la formación de policías confiables y eficientes que combatan al crimen organizado. Las famosas pruebas de confianza no han servido mucho en realidad.

Pero mientras que Calderón impulsó programas de prevención del delito, con algunos relativamente buenos resultados en algunos lugares, Peña ha acabado con el presupuesto para prevención; tal vez esto sea parte de la explicación del porqué están aumentando las muertes resultantes de la acción del crimen organizado. Cualquiera que sea la causa, el sexenio de Peña Nieto amenaza con terminar en un baño de sangre peor que el que dejara su predecesor. A pesar de que tristemente los medios nos han acostumbrados a la brutalidad y a las cifras rojas, esta será una razón que hará perder al PRI en 2018, sin importar quién sea el candidato.

No importa que el presidente Peña Nieto admita que los crímenes se han disparado “en algunas entidades”, como los hizo durante la clausura de los trabajos de la 52 reunión de la CONAGO. Su forma de frenar esa tendencia parece más una salida cosmética que una efectiva. En ese evento, se demandó un mayor compromiso de los gobiernos estatales en el tema de seguridad. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, señaló que las entidades pidieron la renovación de un convenio para que las Fuerzas Armadas estén en los estados, aunque advirtió que se firmará, pero a partir del compromiso de la formación de instituciones estatales y municipales confiables y profesionales. Falta ver la reacción de los mandatarios locales en la vida real. Difícilmente podrán aceptar un diagnostico negativo en materia de seguridad, mucho menos los gobernantes de recién ingreso, y seguramente no renunciarán a pedir la ayuda federal, aunque no hayan hecho su trabajo.

El remedio parece ser sólo mediático.

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