AMLO y la crítica periodística

Vale la pena señalar, antes de entrar en materia, que el hecho de que una persona se destaque en una actividad específica, no la hace...

7 de noviembre, 2018

En un escenario completamente sui géneris donde Andrés Manuel López Obrador (AMLO) domina el escenario político nacional, siendo solamente un presidente electo, gobierna desde las cámaras legislativas, decide sobre políticas públicas, así como cancela obras de infraestructura, en ese mismo sentido se desgasta y se sujeta a la crítica a su desempeño político. En el fin de semana pasado, una revista de análisis político (que desde hace décadas tiene un estilo de confrontación total con el poder en turno) le dedicó una portada tendenciosa, que si bien no citaba por completo al entrevistado y sus críticas al proyecto del presidente electo, si cumplía con la misión de generar reacciones y polémica en torno a la figura del tabasqueño.

Esta revista y muchas otras cumplen su función de ser críticas con el desempeño precoz del ejercicio de gobierno de AMLO, en el enorme crisol de estilos se encuentran voces autorizadas y bien informadas, así como verdaderos ejemplos de propaganda barata, llena de diatribas y juicios de valor que se confrontan en las redes sociales con los durísimos seguidores del presidente electo. Los extremos, si bien no ayudan al análisis ni a la discusión de cierto nivel, deben ser respetados y permitidos en favor de brindar al público amplias vertientes sobre un mismo tema, así sean tan disímbolas o llenas de rencor ideológico.

Desde los tiempos del finado expresidente José López Portillo y su “no pago para que me peguen”, hasta los coléricos Carlos Salinas de Gortarí y el acomplejado Felipe Calderón, los presidentes en el poder han ejercido la censura de diversas maneras sobre los periodistas que les son incómodos. A pesar de las etapas de alternancia, donde Vicente Fox parecía disfrutar de la crítica mordaz por su inevitable tendencia a ridiculizar su figura como primer mandatario, siempre se gozó de libertad de expresión, con ciertos casos de censura y salida de los medios de algunos comunicadores muy bien identificados, quienes fueron sacrificados por sus patrones de los medios masivos.

Si bien el crimen organizado y el narcotráfico es el mayor represor contra los periodistas que cubren sus delitos y enfrentamientos, los casos de la narco política mexicana tienen otro sentido en las entidades federativas donde el Estado de derecho brilla por su ausencia. Esta terrible realidad es producto del abandono de las instituciones de justicia, es una tragedia, pero no es alguna censura que se haga de forma intencionada, como podrían ser las “recomendaciones” de las altas esferas del poder político para “encargar” a los periodistas incómodos, se moderen en la crítica contra el presidente en turno.

En los tiempos del priísmo todo poderoso era muy difícil ejercer la crítica y se prefería estar alineado, recibir las múltiples dádivas desde el poder y quien ejercía el periodismo de investigación se enfrentaba a enormes trabas que hacían casi imposible su labor, además de que las fuentes de información rara vez eran fidedignas, sin posibilidades de comprobación alguna.

En la época de las redes sociales, todo es una vorágine informativa que se vive en tiempo real, las reacciones a una pifia declarativa son instantáneas. Todo se magnifica con un periodo nuevo en el país, donde el presidente Enrique Peña, claudicó en el ejercicio de poder y AMLO secuestró la institución presidencial para ejercer su mandato en forma anticipada. En los gobiernos emanados del populismo o de las corrientes antisistema, la relación con los medios de comunicación y las redes tiene otras características que no se habían registrado en la historia.

Si bien existen diferencias reales entre políticos antisistema y su trato con los medios, si existen ciertas características que son comunes. El xenófobo presidente estadounidense, Donald Trump quien es un mitómano incontrolable, es la forma más degenerada de la propaganda irreflexiva enviada a un grupo específico de sus seguidores quienes no se detienen a analizar lo inverosímil de sus miles de declaraciones falaces. Al comparar el nivel de mentiras de Trump con las pifias y contradicciones de AMLO, el tabasqueño sale bien librado y se le puede otorgar el grado de político profesional, con diferentes grados de demagogia.

En los tiempos de jefe de gobierno, AMLO daba las entrevistas mañaneras que lo posicionaron en los medios y la agenda nacional, ahora cuando sea presidente, seguramente volverá a retomar ese ejercicio, donde no rehúye los temas, contesta y defiende sus posicionamientos, erróneos o matizados pero siempre con su estilo directo. En la palestra están temas como disminuir la corrupción y al legalizar el consumo de algunas drogas podría contraer los índices de delincuencia que azotan al país, lo que le permitiría tener un exitoso periodo, a pesar de sus críticos y otras promesas de campaña difíciles de cumplir.

En el mismo nivel están las posibilidades de que su sexenio pueda caer en el temido fracaso, donde la crítica y la población no le perdonarán su incapacidad de operación política, ya que como ningún otro presidente cuenta con enorme capital político y control casi absoluto de los hilos del poder.

Ante un presidente fuerte, como hacía tiempo no existía, la crítica periodística es fundamental para que se dé un verdadero debate nacional y sobre todo se permita la maduración de la democracia mexicana. La tentación de vetar el periodismo crítico condenaría al país a una encrucijada terrible, a pesar de los extremismos y a pesar del estridentismos de muchos sectores que no digieren los resultados del pasado 1 de julio.

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