Allende, Coahuila y el infierno del que nunca nadie habló

Allende, Coahuila es una población al norte de ese estado, de poco más de 20 mil habitantes, que en marzo del 2011 vivió una tragedia...

23 de octubre, 2019

Allende, Coahuila es una población al norte de ese estado, de poco más de 20 mil habitantes, que en marzo del 2011 vivió una tragedia de proporciones dantescas, con horrores mayores a los de las más encarnizadas guerras, un comando de alrededor de 40 camionetas rodeó el pueblo y durante horas fueron torturadas, violadas, asesinadas, “levantadas” y desaparecidas más de 300 personas, entre ellas hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos, familias enteras, todo por órdenes del capo “Z-40” (hoy ya preso). Todo lo anterior, por una supuesta traición al ser informantes de la DEA un par de familiares y/o gente cercana a todas estas familias masacradas en una acción parecida a la de los NAZIS en Lídice en la segunda guerra mundial, arrasando después con bulldozers decenas de casas ya vacías, propiedad de las víctimas; nada se supo en su momento, ningún medio nacional se dio por enterado, después, en fechas posteriores, algo salió a la luz, escuetamente, gracias a medios internacionales como “El País” y “The Economist”.

Es ahí entonces cuando muchas preguntas nos asaltan: ¿cuántos exterminios como el de Allende hubo durante el “Calderonato”?, ¿por qué existe la creencia de que aquel sexenio (2006 – 2012) si instrumentó una estrategia eficaz contra el crimen?, cuando esa administración federal solo atraía la atención con detenciones de raterillos y sicarios de medio pelo (cuando no, inocentes), con “enfrentamientos” que no eran más que ejecuciones, pareciera, a cárteles contrarios al del gobierno en turno; vimos “robo” de cadáveres, shows y montajes y demás barbaridades para desviar la atención de la realidad, de que la guerra inútil y perdida de Felipe Calderón se había ya convertido en una crisis humanitaria, jamás vimos marchas “por los 300 de Allende”, ni intento de investigación alguna por parte de la entonces PGR, en aquellos sucesos para las autoridades federales y para las televisoras y demás medios masivos, sencillamente nada ocurrió. 

Ya en el Peñanietismo, el hecho de que se haya quitado el tema de la violencia de los primeros lugares del discurso oficial, no quiso decir que no se tomaran acciones en ese sentido, solo fue parte de un cambio de estrategia con menos bestialidad (violencia solo genera más violencia) y más inteligencia, de hecho, durante los dos primeros años del sexenio de Peña Nieto los índices delictivos fueron a la baja, que porque se volvieron a disparar después las cifras en este delicado asunto, sería materia de no pocos intentos de análisis, pero el hecho es que así aconteció, tristemente.

La guerra estúpida de Calderón solo sirvió para dejar sin cabeza a los cárteles, multiplicarlos y enfrentarlos entre ellos, diversificando mucho sus actividades en delitos en los que antes no incurrían, como el secuestro, cobro de piso, extorsión, asaltos, asesinatos, etc., y una mucho mayor penetración del crimen a las corporaciones de todos niveles, una muestra de todo eso fue el caso AYOTZINAPA, que contrario al caso de Allende, Coahuila si se mediatizó, y se le dio un seguimiento crítico por parte de los medios como nunca antes, y las autoridades, entonces, simularon, ahora constatamos, el llevar a cabo una investigación como no se tenía memoria. 

El tamaño del daño de una guerra inventada para desviar la atención de una elección (2006) amañada es inimaginable e incuantificable, los hechos de Guerrero fueron solo una pequeña muestra, y los más recientes de Culiacán son otra, lástima que la memoria del mexicano, sumada a su miopía, desinformación y falta de cultura política, solo le dan para consignas vacías y análisis viscerales, mientras que el más grande responsable de todo este infierno, se encamina a pasar el resto de su vida en medio de lujos, en la total impunidad, a terminar sus días plácidamente en una cama ya en avanzada edad, y por si fuera poco, a pretender continuar participando activamente en la política mexicana. Que pena, por México.

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