¿Alianza PAN-PRD o Anaya-Barrales?

El anuncio conjunto de los presidentes de los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática, Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, respectivamente, que supone un… El anuncio conjunto de los presidentes de los partidos Acción Nacional y...

30 de mayo, 2017
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El anuncio conjunto de los presidentes de los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática, Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, respectivamente, que supone un…

El anuncio conjunto de los presidentes de los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática, Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, respectivamente, que supone un llamado para la creación de un frente político amplio e incluyente para derrotar al PRI en el 2018, es todo menos lo que parece.

La efervescencia que provocó dicha rueda de prensa estaba fundada en la espera de un pronunciamiento en el cual uno de sus candidatos declinaría a favor del otro en la elección mexiquense, y no sólo porque eso era lo que se esperaba, sino porque hubiera sido lo lógico.

Al no ser así, el evento no sólo no correspondió a la expectativa, sino que terminó por ser decepcionante; incluso, acabó por ser poco interesante, y por supuesto, aún y cuando es un tema para la reflexión y el análisis, finalmente no fue más que una ocurrencia.

Para empezar y porque lo que da impresión, se trata de una alianza personal y no de partidos entre Anaya y Barrales, que resulta a todas luces desesperada, tan anticipada como imprudente.

Anticipada, porque ambos partidos están inmersos en elecciones estatales en este momento y particularmente en la del Estado de México, en la que son rivales.

Imprudente, porque además de que esa contienda está en marcha y por ende todavía no se conoce el resultado, sus respectivos candidatos, que hasta donde se observa ninguno tiene posibilidades reales de ganar, cotidianamente se atacan haciéndose severos señalamientos entre sí.

La precipitación de la intención se advierte precisamente en no haber tenido la paciencia para esperar que concluyan los comicios mexiquenses, pero ésta se vuelve todavía más grave, si partimos de la base de que ninguno -ni Anaya ni Barrales- consultó el tema con los grupos de poder al interior de sus partidos.

Esta situación ya provocó rechazos de todo tipo en ambas formaciones, lo cual infiere que no representa más voluntad que la suya y en simultáneo le otorga material muy favorable para la crítica tanto al PRI como a Morena.

Desde adentro, como afuera, esta coalición está muerta antes de nacer, ya que lo que menos importa es un programa de gobierno, sino simple y llanamente un propósito electoral, además del error de cálculo y tiempo.

Lo primero que sugiere es una debilidad manifiesta que implica reconocer, sobre todo en el caso del PAN, una absoluta incapacidad de vencer en la elección presidencial.

Es un mensaje erróneo mediante el cual se observa un ánimo de derrota anticipada, una capitulación prevista, pero peor aún, que equivoca al rival a vencer, que no es el PRI, sino Andrés Manuel López Obrador.

Si bien es cierto que en la conferencia de prensa conjunta los dos hicieron un llamado a López Obrador para unirse a esa causa, también lo es que la petición resulta por lo menos de una ingenuidad gigantesca.

La única forma en la que López Obrador consideraría aliarse con alguna otra fuerza política sería sí y solo sí él es el candidato, coyuntura que no está a discusión de su parte.

Aún suponiendo que en todo caso existiera una finalidad tácita en ese sentido, por sí misma, dicha proclama implicaría un sometimiento adelantado a favor de López Obrador.

Sin embargo, como esto significaría ponerse de rodillas a las órdenes de López Obrador, sin siquiera una negociación previa para el propósito, sería muy poco si no es que nada lo que el PAN y el PRD podrían obtener de él.

De esta suerte, el error de estrategia es un despropósito mayúsculo desde donde se mire, salvo que -y eso también está en tela de juicio-, sea un movimiento que esencialmente pretenda un beneficio exclusivo en lo personal para Alejandra Barrales y Ricardo Anaya, aunque no se atine a entender cuál pueda ser.

En este momento, y habrá que ver si esta circunstancia no será mayor después de las elecciones en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, ambos dirigentes son severamente cuestionados, aunque por diferentes razones, al interior de sus respectivos partidos.

Este anuncio de intenciones, en vez de ayudarles, sólo los debilita más a ellos en lo individual y a sus partidos en lo institucional, como ya está sucediendo.

Pareciera que Barrales y Anaya están viendo un escenario que no corresponde a la realidad, más aún -insisto-, sin conocer el resultado de la elección mexiquense, que a cómo van las cosas, puede volverse mucho más definitoria de la contienda presidencial de lo que se esperaba.

Si el PRI gana en el Estado de México eso no lo hace de todas formas el enemigo a vencer en el 2018, la elección local obedece a factores que no necesariamente compaginan con la nacional.

Por otro lado, si Morena obtiene la victoria, situación que nadie previó hasta hace unos días, el empoderamiento -y hay que decirlo-, la soberbia lopezobradorista, cancelan cualquier posibilidad de acuerdo aliancista si él no va al frente del mismo.

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