Enrique Rodríguez Cano: legado a 65 años de su fallecimiento

¡Como amigo Inmejorable, como colaborador Insustituible…! Adolfo Ruiz Cortines Presidente de México (1952-1958). Hace 65 años, el 7 de junio de 1955, mi tío Enrique...

9 de junio, 2020

¡Como amigo Inmejorable, como colaborador Insustituible…!

Adolfo Ruiz Cortines

Presidente de México (1952-1958).

Hace 65 años, el 7 de junio de 1955, mi tío Enrique Rodríguez Cano falleció a la edad de 43 años, víctima de una hepatitis mal cuidada en ese extraño afán que tienen algunos seres humanos de cumplir con su deber, cuando estaba en la cúspide de su carrera política. Era el secretario de la Presidencia del gobierno de Adolfo Ruiz Cortines y su colaborador más cercano. Su trayectoria impecable, su vida personal ejemplar y su carrera política fueron como la canción de Pancho López… “viviste como un ciclón”.

Dice en su biografía, que se puede leer en esta liga, que a los 24 años fue presidente municipal de su ciudad natal, Túxpam, ubicada al norte del estado de Veracruz y así de joven se convirtió en líder político de la región; su hermano mayor, Manuel, también figuró en esos menesteres, pero un accidente carretero le cortó la vida, también muy joven.

En el diario digital El Expreso de Tuxpan , Miguel López Azuara relata cómo mi tío Enrique hizo su carrera política (el texto se puede leer en la liga y a continuación presentó un resumen).

Adolfo Ruiz Cortines llegó a Tuxpan en 1937, a los 48 años, pues había sido enviado como candidato a diputado federal por ese distrito de Veracruz y le había informado que los tuxpeños no compartían la idea de apoyar para diputado a un exmayor pagador del Ejército, exsecretario particular del general Jacinto B. Treviño, pues lo acusaban de “gringofilo”. 

La resistencia era encabezada por un joven de 25 años que era nada menos que el presidente municipal, Enrique Rodríguez Cano. 

Al conocerlo el joven Enrique cedió y para no pelear con la designación del candidato a diputado se unió a él; esa decisión le valió convertirse en el colaborador favorito de don Adolfo, con lo que su carrera política fue ascendiendo rápidamente y le dio una experiencia extraordinaria. Entre otras muchas posiciones que ocupó, fue diputado local, federal, líder de la Liga de Comunidades Agrarias, oficial mayor de la Secretaría de Gobernación y secretario de la Presidencia de la República”. 

Contrajo matrimonio con Conchita Dehesa Gómez Farias, nieta del gobernador porfirista Teodoro Dehesa y bisnieta del presidente liberal Valentín Gomez Farias, que era una de las familias más distinguidas y progresistas de Xalapa”. Fueron cuatro las hijas del matrimonio Dehesa Gómez Farias, entre las que figuran María Luisa, la primera arquitecta titulada de México, además de María Teresa y Valentina.

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Mi tía Conchita y mi tío Enrique

Al principio del sexenio, mi tío llamó a Jesús Reyes Heroles, también tuxpeño distinguido y le dijo que el presidente quería que estudiara todo acerca de la Industria Petrolera mexicana; por supuesto que fue su iniciativa y así impulsó la carrera del que fue “el ideólogo del PRI” y ocupó muchos puestos importantes. Mi tío promovió la construcción de la carretera federal a México, pues en ese tiempo para llegar a la Ciudad de México había que embarcarse al puerto de Veracruz, inició obras portuarias, e influyó para que se construyera el puente que da acceso al puerto, así como el ferrocarril a México, que fue cancelado a su fallecimiento.

El cronista de la ciudad, Salvador Hernández García describe en su sitio web lo que a su parecer fue este tuxpeño ejemplar y que se puede leer en esta liga.

Les comparto algunas anécdotas que me platicaron:

Cuando el presidente estaba jugando dominó y no quería recibir a nadie, mi tío Enrique los atendía alegando que el presidente estaba en acuerdo. También, como buen político, atendía a las personas en Palacio Nacional en la peluquería, para darles toda su confianza. ¡Don Enrique me recibió mientras se cortaba el pelo!, se retiraban contentos con la supuesta distinción.

Recuerdo muy bien que ya muy enfermo, lo fui a visitar. Era yo un niño muy pequeño,  pero llevaba su nombre y era su ahijado. Postrado en una cama de hospital, en su domicilio de la Colonia del Valle, con la barba crecida y por el gusto de verme tenía un brillo especial en sus verdes ojos. Lo recuerdo como si fuera ayer. A los pocos días falleció y fue un acontecimiento terrible. A ocho columnas en todos los periódicos del país se dio la noticia.

El rumor que circuló es que sus enemigos políticos se encargaron de infectarlo del virus para eliminarlo de la carrera por la presidencia, pues aunque el sexenio estaba a mitad del camino, era claramente el próximo sucesor a la presidencia de la República, la cual en su momento se decidió por afecto, el otro Adolfo —López Mateos— fue quien sustituyó a mi tío Enrique en el cariño y confianza del Presidente.

Años después, supe que en las primarias del municipio, los alumnos cantaban, todos los lunes, a la entrada de clases, un himno dedicado en su honor… 

La cabecera del municipio Tuxpán, llevan su nombre, por decreto del gobernador en turno el 9 de junio de 1955 y ahora se llama Túxpam de Rodríguez Cano. 

El legado de mi tío, así como el de mi padre, es que fueron hombres notables y por lo que después supe y por quien lo conoció, era un hombre que deseaba el bien de sus semejantes. Como bien dice mi amigo, Paco Ordiales, “Quien pudiendo haber hecho mucho bien y por ello es recordado, no debemos olvidarlo”. 

Mi tío Enrique es ejemplo para las generaciones que le han sucedido por su honestidad y su trabajo por el bienestar de la comunidad, lo que, por desgracia, algunos de sus descendientes no tienen la menor idea de lo que significa. ¡Hay muchos desvergonzados en este mundo!

Sin duda, el azaroso destino de México, en ocasiones ha impedido que hombres ejemplares, tomasen las riendas de este país maravilloso. 

En la lápida de su tumba, que está en el Panteón Francés de la Piedad, mi tía Conchita escribió a manera de epitafio:

“Llegaste al fin de tu carrera, recorriste tu camino ejemplarmente, Descansa en paz…”

 

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