Presupuesto o Fórmula

La sola mención de austeridad ya anuncia la fórmula, ruta que ya conocemos en la intención de la retención, sin premura, sin programa, sin miramiento...

9 de septiembre, 2019

La sola mención de austeridad ya anuncia la fórmula, ruta que ya conocemos en la intención de la retención, sin premura, sin programa, sin miramiento del recorte, para forzar el implorar desde todos los ángulos la dádiva, la mira irredenta de la sumisión, la abyección y la mano supuestamente tendida, alguna vez alzada, para complacer la placidez extensiva desde la cúpula perfecta: la del suministro, para acallar, para denostar, para asumir la redención pasajera siempre, útil pero no definitoria, temporal pero oculta en el horizonte de la percepción que jamás redituará más, porque la igualdad se mide desde la óptica del que otorga, la perfecta óptica de la perversión, de la retención, para decidir dar cuando más no se puede pedir. El abuso de la necesidad, el abuso de la limitación y la extensión de la precariedad.

El espectro de la función presupuestal lleva anticipo de campaña, de tránsito y pronunciamiento que aturde por las mañanas, que aturde por las tardes en las visitas pueblerinas y que aturde en los actos oficiosos que confunden tercer mensaje con un primero que ordena la Constitución. Así se miden las cuestiones de principio, así se ordenan los números, para restituir a la nación una nadería en el rédito esperado de gobierno. Ya fue mencionado, ya fue dictada la sentencia desde esa tribuna lenta y perniciosa: el crecimiento es antagónico con mi decreto de desarrollo, pronunciamiento de un presidente inserto en el siglo XXI.

Con esa base pretendemos despegar un ciclo presupuestal, con esa nimiedad en los resultados de la práctica de un gobierno que reta todo lo establecido, con esa naturalidad que nadie compra, nos muestran la otra fase del desequilibrio instalado en ocho meses, para restaurar lo que ya tuvo desperdicio, lo que jamás tendrá recuperación en la captura infame de activos de la nación, como Texcoco, captura insigne de la derrota de una administración que encontró su origen fallido, del que la historia apuntará una y otra vez, error de inicio, derrota marcada por la soberbia y la incompetencia. Un marcador que mide una honestidad borrosa ante una competencia sin lustre.

Los supuestos falsos de una proyección económica hacen de una economía un escenario falso. Los hombres de esta transición lo saben, los que lo anunciaron ya se fueron, los que también lo saben, y no lo anuncian, enfrentan el descrédito o la sujeción al cargo. Tarde o temprano una de dos sucede. No se puede vivir con la expectativa de la ocurrencia, no se puede vivir con la imposición de una utopía, de una quimera que, en la aritmética simple, desafía toda concepción financiera, toda disciplina de estricta observancia de normas de economía y política pública.

Las metas pueden ser ambiciosas, sanas también, la disciplina fiscal, el superávit primario, pero el ejercicio presupuestal basado en el ahorro de partidas ya instaladas y en perfecto funcionamiento y cobertura de capas sociales desprotegidas, para retirar las estructuras de apoyo y sustituirlas en modelos con sensible retraso, provocan un retroceso en la cobertura, un desánimo en el orden adoptado de tiempo atrás. Se reviven en el discurso, pero la práctica revive la desigualdad.

Una y otra vez se insiste en proyectos fallidos de origen, en lo conceptual y en lo económico. Se alejan las virtudes del valor actual, de las prerrogativas de retorno del capital, de las técnicas modernas del análisis. Se alejan, por tanto, las situaciones de aceptación universal de juicio y participación activa en foros de representatividad. Se desecha la opinión de países avanzados, se acercan las de países perdedores en la esencia de contemplar la objetividad del comercio que acerca y las metas llamadas nacionalistas para confundir auto suficiencia con progreso.

La fórmula ya mostró no solamente sus debilidades, ya arrojó cifras de nulo crecimiento económico, de calificaciones negativas desde el exterior, desde el ángulo de los especialistas en materia económica. Las cifras, ha quedado demostrado, no se combaten con arrogancia y con datos alternos; la economía vista desde el interior de la nación y desde el exterior reúne contundencia y en ella se encuentran recomendaciones, correcciones de rumbo. Las correcciones significan doblegar aspiraciones vanas, cancelarlas, adoptar otras con mayor sentido y orientación al mundo actual. Esta transición no dará un paso atrás. El paso atrás será parte de procesos judiciales, de la razón jamás.

La reacción es naturalmente esperada, la sociedad reúne defensas en el juicio económico, en otras áreas de protección y seguridad, en la educación y en la salud, pero la economía es vital porque sin crecimiento todas las metas se derrumban. Ahí radica el punto de recomposición de todo lo destruido por esta administración en turno. Los hombres de negocios se agrupan en organizaciones que han contribuido al desarrollo del país por generaciones. Existen múltiples organizaciones de carácter civil que también lo han hecho, organismos autónomos que han sembrado armonía, orden y progreso. La academia ha orientado innumerables esfuerzos y reconocimientos merecidos en ámbitos internacionales.

La sociedad siempre suma en lo referente a las miras de la nación, también reacciona ante los signos de abuso de autoridad. La imposición dejó de ser fórmula de inclusión en el mundo entero. Naciones perdedoras como Cuba o Venezuela son excepciones. En ellas no existe futuro. En México brotan las fuentes de la recomposición por la simple advertencia que han recibido en la denostación y en el insulto. Surge un México Libre en la simple concepción de libertad ciudadana, en la simple posición de adopción de la civilidad que recompone desde las ideas una estrategia de acción incluyente y respetuosa. La ciudadanía se arma de valores, de pensamiento orientado a la construcción, a la ruta de la contribución de todos para todos. Se arma de preceptos de justicia, de orden y de una vastedad inmersa en nuestra percepción de participación en la historia y legado a generaciones por venir.

Presupuestar para cumplir con la Constitución no satisface la errónea trayectoria del camino recorrido; las finanzas públicas pueden cumplir con exigencias de estabilidad y de regulación en los márgenes de aceptación y cabida para la inversión y otras concepciones de orden monetario y fiscalización, pero alejar la realidad del crecimiento es alejar las oportunidades de los que hacen más, a pesar de los intentos de captura de voluntades de esta administración, a la que ya llegan juicios de su precaria protección, de los que hacen menos.

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