La economía de México y su Kriptonita

Definimos a la buena suerte o al éxito como el saber aprovechar las oportunidades que se presentan tomando las mejores decisiones posibles. Desde esta hipótesis habría por inducción que creer… Definimos a la buena suerte o al...

29 de abril, 2015

Definimos a la buena suerte o al éxito como el saber aprovechar las oportunidades que se presentan tomando las mejores decisiones posibles. Desde esta hipótesis habría por inducción que creer…

Definimos a la buena suerte o al éxito como el saber aprovechar las oportunidades que se presentan tomando las mejores decisiones posibles. Desde esta hipótesis habría por inducción que creer que la mala suerte es algo así como que no se presenten oportunidades y que, cuando estas se presenten, no se tomen las decisiones correctas.

No se puede adjudicar a la kriptonita del universo una radiación inagotable de mala suerte para la economía de México. Me parece fantástico igual reconocer, eso sí, algunos muy buenos argumentos que pregonan o manifiestan desde siempre los amantes creativos del caos y los que llaman mala suerte al entorno exterior como la respuesta económica a todo. Si tenemos mala suerte económica, en todo caso ocurre porque carecemos de madurez y de autocrítica para decir que hemos hecho bien y mal y que hemos dejado de hacer.

La kriptonita de México puede también deberse a otros aspectos menos fantásticos. Menciono tres que me parecen relevantes:

  • Democracia en pubertad.

Nuestra democracia en pubertad “no alcanza” aún para consolidar una plataforma económica sana. Desde la alternancia tenemos ya 15 años reformando cada año, haciendo misceláneas de esto y de lo otro. De plano no cuaja la base de crecimiento del país. Tal vez sería más sensato reconocer que los partidos y gobernantes cargan con la inacción en la vida de 50 millones de pobres para integrarlos como mano de obra productiva. Esta masa de bienestar son también mexicanos en pobreza, pero se miran más como botín electoral. Como mecanismo de continuidad de ideas y de facciones de oportunismo político.

  • Macroeconomía de huevos.

Décadas de impunidad han hecho un revoltijo los intereses y el rumbo nacionalista del país. Megaempresas, corporativos y consorcios cada vez menos mexicanos desean que nada cambie. Grupos en el poder se encumbran y protegen a las asociaciones clientelistas, partidistas y sindicales. Tecnócratas neoliberales que estudiaron en otros países y traen la teoría pero que por lo visto les falta práctica para lograr el crecimiento. Y por último están los chacales neoliberales, “entidades”  que van desde mineras, concesionarios y constructores de trenes, hasta maquiladoras pasando por bancos y organizaciones camarales que se sirven fríamente de este río revuelto, de una economía fragmentada que sus sectores estén alineados a objetivos de crecimiento concretos y claros.

  • Nos falta educación.

Nuestro sistema educativo está herido y debe refundarse. Debemos cambiar los sistemas y los espacios educativos. La deserción escolar se ha incrementado en primarias y secundarias. Los maestros no se orientan a la calidad educativa. Un 30% del magisterio es administrativo o se halla de comisión (sirviéndose así mismo) pero no a la educación de los niños y jóvenes.

¿Mala suerte? ¿Kriptonita? No, amigos míos. La mala suerte económica para México no viene radiada del universo. Seria más preciso decir que es el resultado de perseguir intereses distraídos como guardar reservas hechas para crecer e incentivar la economía y dedicarlas solo para cumplir obligaciones foráneas. De tener AFORES maniatadas por la banca, amarradas a CETES con fondos que se devalúan cada año y que si estuvieran en dólares los ahorradores estarían ganando un 30% de ganancia cambiaria. Nuestra kriptonita se parece más a no medir el riesgo de los precios del petróleo con seriedad, en hacer esa apuesta de crecimiento como la única del país. En el día a día,  kriptonita es permitir la salida de 20 mil millones de dólares del sistema bancario cada año en utilidades. Nuestra Kriptonita es también aumentar los combustibles sin subsidios en una economía sin crecimiento y desgastada, es subir los impuestos sin regresar productividad en el gasto social y en el corriente.

Podemos concluir que nuestra kriptonita es más bien el resultado de la falta de evolución de todos nosotros como ciudadanos, producto del cansancio y del hartazgo. Carecemos de un modelo mental, uno con más educación cívica, donde nos importe más la esperanza de lograr la calidad del país que nos merecemos.

Ese estado mental comienza con “radiar” la exigencia de un alto a la impunidad. Conciencia de respetar el estado de derecho, desde los jueces corruptos, mirreyes y juniors delicuentes, desde los candidatos para luego promover poco a poco más vocación patriótica de servir a México. Más nacionalismo del bueno, del que si da crecimiento económico.

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