Capital de Trabajo

Más allá de la diferencia de circulantes, la empresa o cualquier entidad económica define de este modo su capacidad operativa, su situación de corto plazo...

17 de septiembre, 2019

Más allá de la diferencia de circulantes, la empresa o cualquier entidad económica define de este modo su capacidad operativa, su situación de corto plazo. Lo ideal desde luego es tener capacidad para hacer frente a todo pasivo exigible en todo momento. La estacionalidad y otros conceptos particulares pueden no contemplar esta regla, pero la esencia no cambia, la situación de corto plazo debe admitir solvencia.

Tradicionalmente, la empresa pública no contempla preceptos estrictos de capitalización y endeudamiento; finalmente las arcas de la nación son amparo de riesgo soberano y suman aspectos de deuda pública para en el agregado conjuntar porción del producto. Los procesos de capitalización de empresas del Estado mexicano operaron de este modo por décadas. El desarrollo estabilizador de los años sesenta y más, cubrió un modelo de sustitución de importaciones y capitalización vigilada por el Estado. El modelo tuvo éxito en la cobertura de actividades propias de la iniciativa privada, con una economía cerrada a la inversión del exterior en forma amplia y abierta.

Los años demostraron la disciplina gubernamental y el desprendimiento de la actividad empresarial del Estado tuvo una dilución paulatina para delegar en la empresa privada la mayor parte de la industria, con la retención monopólica de actividades consideradas prioritarias. México no se consideraba apto para la competencia que el mundo industrializado proclamaba desde los años de recomposición de la gran guerra.

Llegó la década de los años noventa y México despertaba a una globalidad añorada por el empresariado mexicano. El Tratado de Libre Comercio abría las puertas de la modernidad y las de la competencia. México estaba preparado en sus ventajas comparativas, en sus agregados de valor desde los años de aprendizaje en la maquila. El efecto globalizador tuvo repercusiones inmediatas, en la especialización y en las experiencias derivadas del exterior. El aprendizaje lazó sus raíces en la preparación académica en un éxodo moderado, ávido de enseñanzas de administración y finanzas. Los jóvenes llegaban a Wharton, a Stanford, a Tulane, a las escuelas de negocios. Llegaba la era de la adaptación del lenguaje de los negocios, para comunicarse como pares con el resto del mundo.

La administración llegó al sector público por igual. Las escuelas del Varsity Club daban la bienvenida a servidores públicos. Las escuelas de economía uniformaban aspectos conceptuales y doctrinarios en la marcha económica de los países. Cundían términos de reservas, de tasas de referencia, de acuerdos bilaterales y multilaterales, de participación comercial, de adelgazamiento de las funciones de estado, de competitividad y de reglas amplias y funcionales de mercados.

Se abría el espectro de las economías de mercado, de las economías de bloque territorial, de las oportunidades de mostrar las ventajas propias y tomar ventajas y experiencias de otros. El anhelado mundo abierto sin tarifas ni aranceles, sin cortapisas para intercambiar caminos logrados en la especialización. Las labores de información hacían un recuento del liberalismo de dos siglos de presencia latente en las ideas y en el pensamiento. Lo material transformó un pensamiento renovador en un anticipo de unidad global, dando paso a un concepto neoliberal.

Las ideas preconcebidas en la imaginaria del mundo que acopla una trayectoria de libertad no necesariamente producen una doctrina y un pensamiento restrictivo o uniforme. La sola acepción de términos en esta modernidad en la que participan las naciones con metas progresistas contempla una sola confrontación real en el totalitarismo, el de las naciones en franco rezago, Cuba, Nicaragua y Venezuela por encima de cualquier modelo en retroceso. Definir un esquema como neoliberal no contrapone las virtudes de la economía de mercado, no hace frente a un sistema que el mundo adopta por el significado de la aceptación tácita de las libertades y las prerrogativas de un esfuerzo global y compartido.

La actual transición que tenemos en México, la tercera en nuestro proceso democrático no lo ve de este modo. Neoliberalismo lo ha convertido en sinónimo de desprecio y denostación, en ruta no deseada para el reparto de la riqueza de la nación entre los menos favorecidos. El problema de esta interpretación errada ha creado un desvío de la ruta del crecimiento económico en franco desafío con conceptos equivocados de desarrollo. La retención de programas concebidos en el supuesto ambiente neoliberal se reinicia con conceptos anacrónicos convertidos en dádiva sin padrón y sin programa. El resultado ha sido inoperante, sin reglas de operación y sin sustento programático.

Al ignorarse la experiencia acumulada, que nada reúne en fases doctrinarias neoliberales u otras, los programas se interrumpen y provocan indefensión. La primera manifestación de esta función errática ya anuncia estanco en la actividad económica de la nación. Si algo no funciona merece corrección. La administración actual no rectifica, recompone y reinterpreta, pero no rectifica. El problema se agudiza cuando el examen de proyectos se somete a juicio de la experiencia probada, la que aconseja retiro o cancelación de metas sin rédito.

La ruta del despropósito, la del empecinamiento aflora en simples métodos modernos de proyección económica. Mencionamos el capital de trabajo, interpretación de liquidez, observado en ambientes privados y gubernamentales por igual. Medir la liquidez en los plazos cortos no significa eludir calificaciones en puerta, latentes y en acecho no por la voluntad de herir planes de nación, por la simple intemperancia de arrojar planes sin sustento y respaldo de largo plazo. Petróleos Mexicanos es una empresa con problemas de plazos, sin duda; le aquejan situaciones inmediatas y mediatas.

Las calificadoras hacen una labor interpretativa de aseguramiento y permanencia para que el crédito no se interrumpa, para que las inversiones fluyan adecuadamente, para que las empresas mantengan su liderazgo y finalmente para que sus metas de plazo se cumplan. Esta administración habla de rescate de Pemex. No hay tal, la empresa tiene problemas de capitalización y de planes a futuro. El problema es que el mundo ve con mayor claridad la exploración y la producción y esta transición se empeña en refinar. En esto último no hay futuro.

Dotar de recursos a Pemex para enfrentar plazos cortos como una señal de buenas intenciones de esta transición en turno, no necesariamente adapta el pensamiento que centra la actividad energética de una nación que alguna vez despegará del hidrocarburo para adoptar las energías limpias y renovables. La compra de tiempo no es programa de capitalización y por tanto no califica como capital de trabajo.

Comentarios






Más de categoría

México exige cuentas

Por definición, toda política económica arroja números. Por definición también, toda expectativa en política económica es o debiera contemplarse...

julio 20, 2020

La Nueva Mira del Capital

Si algo cambiará después de la visita a Washington, es pronto para saberlo. Si algún mensaje recibió el presidente...

julio 13, 2020

La Captura del Principio Económico

Por décadas, los gobiernos han intervenido en forma tangencial en política económica de las naciones adscritas formalmente o no...

julio 6, 2020

Capital sin invitación

Un semáforo naranja anuncia una etapa de la pandemia que nos ha retirado de toda acción productiva. La etapa...

junio 29, 2020