Por un círculo virtuoso

Hoy en día todo se hace con prisa. En cuestión de comunicación, se comienza a generar erosión del pensamiento.

6 de febrero, 2024 Por un círculo virtuoso

“El pensamiento es habla sin ruido” ha dicho Lev S. Vigotsky, estudioso ruso del lenguaje en alguno de sus documentos que quedaron inconclusos por lo prematuro de su muerte.  Aun así, es una cuña ideológica que deja mucho qué pensar.

En lo personal me genera fascinación el modo como los avances de las TIC en el tercer milenio influyen en el comportamiento de grupos sociales. Tal vez los ejemplos más notables sean los cambios de conducta generados por personajes líderes en redes sociales, que mueven los dichos, y tal vez las ideas de sus seguidores, en un sentido o el otro.  Sin embargo, hoy quiero referirme a algo menos espectacular, pero en el fondo igual de dañino: La limitación del pensamiento en función de la pobreza del  lenguaje al comunicarnos en redes.

Hoy en día todo se hace con prisa. Recién terminé la última novela de Beatriz Rivas: “Voces en la sombra”, novela histórica basada en la vida de las amantes de dos famosos franceses: Víctor Hugo y François Mitterrand.  Ambos enamorados se esmeran en plasmar en el papel conmovedoras estampas, mensajes y cuitas para sus amadas.  Lo contrasto con los mensajes que aparecen hoy en día en las pantallas electrónicas.  Son precipitados, breves, economizando cuanto término sea posible  ahorrar. Yendo un poco más allá, el diálogo entre el autor y su propia pantalla va condicionando una pérdida de elementos lingüísticos en dos sentidos. La limitación de expresiones a unas cuantas palabras comienza a generar erosión del pensamiento.

Los pensamientos, como señala Vigotsky, son diálogos internos que sostenemos a lo largo del día, es un hablar de yo-conmigo para organizar nuestras acciones; identificar sensaciones y sentimientos, y finalmente comunicarnos.  Si nuestro lenguaje se va circunscribiendo a contracciones como: “ok” “alv” o “ntp”, resulta poco menos que imposible matizar lo que estamos viviendo.  Son lugares comunes que nos despojan de toda individualidad.   Incluso, al trasladar el diálogo a su contexto presencial, no es infrecuente que no se logre entender lo que nos comunican. Si el lenguaje con todas sus florituras se creó para expresar con detalle lo que somos, hacemos y sentimos, estas contracciones llevan a perder la autenticidad personal.  Y peor aún, generan confusiones y malentendidos.

Es maravilloso atestiguar el proceso que sigue un niño pequeño frente a la palabra escrita. Cómo es que va asociando una grafía con su respectivo sonido, primero emitido por quien le enseña y luego reproducido por sí mismo. Es un aprendizaje que le llevará varios años hacia la lectura de comprensión, misma que se mide cuando el chico lee algo y puede reproducirlo en forma oral con sus propias palabras.   Por desgracia lo que se llama “analfabetismo funcional”, esto es, personas que pueden leer un párrafo completo, sin comprender lo leído, es muy elevado en México, y me temo que ha aumentado gracias a  la deformación en la comunicación que genera la tecnología.

Contrario a los conceptos tradicionales de inteligencia, que se consideraba como resultado de una carga genética privilegiada, las teorías actuales hablan de inteligencia como la capacidad para resolver un problema a partir de los elementos que el individuo tiene a su alcance. Para ello la persona identifica, primero el problema y más adelante las herramientas que le ayudarán a resolverlo.  El pensamiento le permite, pues, entender y enumerar, para imaginar cómo aplicar.   Si el lenguaje es escaso, la dificultad por, finalmente, resolver el problema, será mucho mayor.

El valor del lenguaje como disparador del pensamiento está subestimado a la fecha.  El dominio de diversas palabras que me permitan especificar una situación al detalle facilitará salir a buscar los elementos que me permitan trabajar en ella.  Frente a un problema, la comunicación clara allanará el camino hacia su resolución.  Las operaciones del pensamiento engrasan sus mecanismos para funcionar mejor, a través del lenguaje, tanto para entender como para comunicar. 

El mundo de allá afuera es, a la vez, uno mismo y tan distinto para cada uno de nosotros.  La palabra nos permite expresar, cuestionar, intercambiar y enriquecer lo propio, y de esta manera comenzar a ver un mundo más interesante. Hasta una puesta de sol se engrandece cuando la emoción que nos provoca puede ser compartida, entre otros medios, a través de la palabra.

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