Green Book, la película que le quitó el Óscar a Roma (y a Spike Lee, y a Marvel, y a Fredie Mercury, y a…)

Julia Roberts estaba en el escenario con su vestido rosa mexicano. Los presentes en el Monumento a la Revolución miraban con la misma actitud que...

1 de marzo, 2019

Julia Roberts estaba en el escenario con su vestido rosa mexicano. Los presentes en el Monumento a la Revolución miraban con la misma actitud que en el penal decisivo si México hubiera llegado a la final. Seguramente, la misma actitud estaba en los asistentes al Dolby Theatre de Los Ángeles, quizá incluso pensando “ya se lo dieron al mexicano”. Sin embargo, la serena voz de Roberts anunció que el Óscar era para Green Book: Una amistad sin fronteras, del antes comediógrafo, Peter Farrelly. No hubo un “¡Wakanda forever!”, ni un “¡Eeeeoooo!” y mucho menos un “¡Viva México, Cuarones!”, que seguramente habían estudiado horas antes. Spike Lee, cuyo filme El infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman) estaba nominado también, decidió abandonar la sala y al sentirse un tanto presionado, decidió sentarse nuevamente pero dando la espalda al discurso del ganador. Y seguramente, muchos hicieron lo mismo en su mente y quizá, en el “Romatón”, muchos tomaron sus banderitas y se retiraron lentamente, total, otra vez, un mexicano “la cruzazuleó”. Nadie se explica, en realidad, porqué la Academia se inclinó por la obra de Farrelly y sin embargo, todos saben el porqué: Porque la cinta es un muy inofensivo alegato a la tolerancia y la inclusión racial.

La película cuenta la historia, basada en una historia real, sobre un mesero italoamericano, tosco e inculto, que es contratado por un músico afroamericano, culto y refinado, para que le sirva de chofer y guardaespaldas durante una gira que dará por los estados del sur de los Estados Unidos. Durante el viaje, los dos hombres, totalmente diferentes, entablan una amistad, basada principalmente, en el entendimiento mutuo y la aceptación.

Si bien no estamos ante una obra maestra, por lo menos tampoco es Driving Miss Daisy (1989, Bruce Beresford), a pesar de que el tema es parecido pero a la inversa. A diferencia del trabajo de Beresford, que era chantajista y cursi, – y también ganó el Óscar –, la de Farrelly es una obra conmovedora y simpática, que evita en todo momento caer en lo sensiblero. La química entre los protagonistas, un simpático Viggo Mortensen y un muy inspirado Mahershala Ali, es innegable y la dirección evita en todo momento caer en los excesos, a pesar de tener mucho material para hacerlo. Es una cinta ligera, fácil de ver y que entrega un mensaje simple, directo y plural. Sin embargo, se le puede imputar el que, de alguna manera, no se lanza a dar una lección moral tan contundente y radical como en la formidable BlacKkKlansman, que muchos teníamos como favorita al premio o que no tiene la maestría técnica de La favorita o el rebuscamiento y efectismo de Bohemian Raphsody. Sin embargo, la reproducción de época y el oficio de su director son incuestionables.

Hace algunos años leí una entrevista con Luis Valdez, un legendario activista y director teatral chicano, creador de algunas magníficas obras teatrales sobre la condición de los mexicanos en E. U. En ella se le cuestionaba directamente el porqué después de haber filmado la impresionante adaptación de su propia obra musical Zoot Suit (1981), que contaba la historia real de 3 jóvenes pachucos que fueron acusados injustamente de un asesinato y condenados a la pena de muerte por el hecho de ser mexicanos y pandilleros, se había lanzado a realizar La bamba (1987), una biopic convencional sobre el cantante de origen chicano, Ritchie Valens, que fue el primer latino en penetrar en el gusto popular de los norteamericanos y falleció en un accidente aéreo. El autor contestó que si bien su ópera prima tenía un mensaje muy poderoso y contundente, por lo mismo había tenido poca difusión y no llegó a tanta gente como él quería, porque el público la consideraba muy peligrosa. Sin embargo, la biografía de Valens era tan sencilla y convencional que había penetrado mucho más de lo esperado en el público norteamericano, al grado que cantaban canciones en español. Y eso hacía a su mensaje más peligroso todavía. No hay que olvidar que a partir del éxito del filme de Valdez empezaron a fijarse más en el talento chicano y latino.

Si bien había mucho material valioso entre las escogidas en la ceremonia, el que haya ganado el de Farrelly no ensombrece el premio para nada, era de esperarse. Generalmente, la obra que gana es la más convencional, aunque no siempre es la más mala. En el caso de este filme, quizá a muchos les parezca un mensaje de unidad descafeinado, poco arriesgado y nada edificante. Sin embargo, en estos días tan agitados, de tanta desunión y separación en el mundo, lo que propone es algo muy necesario de reflexionar. Quizá la solución a todo lo que pasa en estos momentos en el mundo está en la aceptación hacia los otros, por el simple hecho de estar ahí.

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