¡El Regreso del Cácaro! La revolución del cine

La memoria ligada al cine da como resultado una compilación de momentos que dan forma a una vida única y excepcional, irrepetible y de gran...

23 de abril, 2019

La memoria ligada al cine da como resultado una compilación de momentos que dan forma a una vida única y excepcional, irrepetible y de gran valor, el mundo cinematográfico es tan extenso que solo quienes viven inmersos en él son capaces de expresar y compartir una historia muy distinta a la de un médico o un abogado o un chamán pero que a la vez, se alimenta de ellas por tratarse de la materia prima para la realización de obras cinematográficas o por ser parte del bagaje cultural para un crítico de cine.

En mi constante búsqueda en torno al cine, primero como estudiosa de una licenciatura relacionada con medios de comunicación y luego por afición, me encontré con la autobiografía de Emilio García Riera, escritor, historiador, actor y crítico de cine. En ella, podemos encontrar una estrecha relación entre el cine, la historia, la política y principalmente, con la memoria, de donde surgen impecables relatos de un hombre que vivió entre cineastas y críticos, entre personajes y creativos que hicieron posible las más grandes hazañas revolucionarias en su momento. En la lectura de sus páginas “El cine es mejor que la vida” (Cal y Arena, 1994) es posible encontrarse con citas y relatos de un momento en la historia que ha quedado en el pasado pero que conserva valor presente porque trata de algo esencial para todos: la vida y así es que descubrimos el pensamiento de Riera en torno a temas tan diversos como la longevidad. “Si alguna hipótesis cabe para explicar la longevidad de los mejores cineastas que en el mundo ha habido, y no sólo de Hollywood (Jean Renoir murió a los 85 años y Luis Buñuel a los 83), hay que pensar en las virtudes terapéuticas del trabajo hecho con placer, o sea, como un juego. La obra de los longevos –más o menos talentosos, inteligentes, virtuosos, o bien cuidados- sugiere en todos los casos un gusto lúdico por hacer bien las cosas, aun debiendo aceptar a veces unas reglas del juego para nada ideales. De lo anterior se deduce la única utopía que me parece a estas alturas respetable: el día en que para toda la humanidad –y no sólo para una insignificante minoría de gozosos, como la representada por los cineastas longevos- trabajo y juego sean sinónimos, aun con su necesario costo de tensión, presión y angustia, el mundo será una alegre danza de los viejitos… y de los jóvenes y niños que los acompañen.” Me pregunto qué opinaría Riera ante un mundo en el que la longevidad ha dejado de ser celebrada, premiada y encumbrada por considerarse fuera de época, una molestia y sin atractivo visual ni económico, un mundo peleado con la vejez y entusiasmado ante lo nuevo y lo inmediato, en donde los creadores nos presentan estereotipos de belleza, de éxito y de felicidad bajo disfraces de súper héroes y heroínas o de villanos.

Otro de los temas que Riera recorre es la crisis del cine a nivel mundial (y eso que aún no aparecían las plataformas por Internet), al respecto escribe: “Me permitiré una predicción, las salas de cine no desaparecerán, pero la prioridad de la administración teatral del espectáculo cinematográfico terminará antes de cumplir su primer siglo. Hoy mismo, y no sólo en Estados Unidos, no somos pocos los que preferimos ver las películas en casa y no en las salas de cine, por muy obvias ventajas de comodidad. La forma teatral en que el espectáculo cinematográfico ha sido ofrecido en su primer siglo (ante una sala de butacas y en una pantalla que hace las veces de escenario) ha decidido a la vez una duración de ese espectáculo similar, también, a la del teatro: la película de hora y media a dos horas, por lo regular, de proyección. Si esa forma deja de ser prioritaria, es posible también que la película de largometraje deba coexistir en un nuevo mercado con espectáculos de duraciones diversas, y entre ellas, con réplicas de lo que son en la TV las telenovelas y las series.” Al momento de escribir, García Riera se refería a los formatos en cassettes y vislumbraba ya la aparición del “pago por evento” aunque quizá no tenía idea de que llegarían las pantallas smart conectadas a Internet que ofrecen múltiples alternativas con un extenso menú para elegir. Tampoco se imaginaba que la mejor película de habla no inglesa, ganadora del Óscar en su edición 91, sería estrenada en una plataforma por Internet y que su director se daría a la tarea de realizar múltiples exhibiciones de la misma por todos los rincones para llegar a una población que poco o nada de posibilidades tiene de acercarse al arte cinematográfico, por lo que la crisis a la que se refiere, en realidad marcó un parteaguas y revolucionó al cine.

Han pasado poco más de veinte años de la publicación de García Riera y la distancia entre las realidades de las que escribe y las que se viven actualmente es abismal no sólo por los formatos o los géneros de mayor gusto sino porque la industria ha evolucionado y porque hoy se requiere de un cine más cercano a la vida misma.

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