El caso de Richard Jewell y esos malditos ancianos que no se terminan de morir

Le pese a quien le pese, Martin Scorsese, Woody Allen, Steven Spielberg y Clint Eastwood son los más grandes directores nacidos en los Estados Unidos...

6 de enero, 2020

Le pese a quien le pese, Martin Scorsese, Woody Allen, Steven Spielberg y Clint Eastwood son los más grandes directores nacidos en los Estados Unidos que quedan vivos, y los únicos que quedan activos de la generación que debutó en los años 70. Sin embargo, su cine resulta demasiado incómodo para las generaciones actuales, no sólo por su estilo, a veces demasiado contemplativo en comparación a la hiperquinesia del que se produce hoy en día, sino porque nacieron sin el chip de lo “políticamente correcto”. Prueba de ello son los filmes que cada uno de ellos estrenó este año – salvo Spielberg, que retrasó la exhibición del remake (el primero de su carrera, por cierto) de West Side Story – Allen con Un día lluvioso en Nueva York. (A Rainy Day in New York, 2019), Scorsese con El irlandés (The Irishman, 2019) y Eastwood con El caso de Richard Jewell (Richard Jewell, 2019), quizá la más polémica de toda su filmografía.

La cinta adapta el artículo American Nightmare: The Ballad Of Richard Jewell, de Marie Brenner, publicado en Vanity Fair y en el libro The Suspect: An Olympic Bombing, the FBI, the Media, and Richard Jewell, the Man Caught in the Middle, de Kent Alexander y Kevin Salwen. En ella se narra lo ocurrido cuando un guardia de seguridad, durante un concierto para conmemorar los juegos olímpicos de 1996, descubre una bomba y gracias a ello logra evitar muchas muertes por la explosión. Tras ser considerado un héroe al principio, los mismos medios que lo colocaron en esa posición dan a conocer la noticia filtrada de que el FBI lo está investigando como principal sospechoso del acto terrorista. A partir de ese momento, su vida se transformará en una verdadera pesadilla para mostrar su inocencia.

De entrada hay que reconocer que Eastwood tiene un oficio impresionante. Técnicamente no tienen falla, además que las actuaciones de todo el reparto son impactantes, sobresaliendo, como siempre, los infalibles Sam Rockwell y Kathy Bates. Aunque lo que más impresiona es su parecido físico con cada uno con los personajes que representan. El guión es riguroso en lo que busca expresar y el anciano director sabe muy bien cómo capturar al público sin emplear nunca chantajes emocionales.

La película ha estado en el ojo del huracán en los últimos días por causas totalmente ajenas a lo cinematográfico, porque muchas personas y medios han acusado al realizador de manipular la historia real para hacer propaganda a favor de Donald Trump. En él se muestra al FBI como una banda de estúpidos e ineficientes, que buscan siempre la manera de resolver sus casos por todos los medios, incluso los ilegales o anti éticos, mientras a la prensa la presenta como desvergonzada y capaz de dar noticias falsas o mal o parcialmente enfocadas para lograr ganancias. Además, que ha sido acusado de machismo ya que a los medios de comunicación los representa la periodista que originalmente dio a conocer la noticia, capaz de todo por conseguir una nota.

Si uno analiza desapasionadamente la obra, se percata que todo esto es falso, que en realidad, aunque estrictamente no cuenta la historia como fue, llega a las conclusiones que tuvo el hecho real y no solo eso, sino que cuenta una verdad irrevocable: Los medios de comunicación son inescrupulosos y poco éticos cuando se trata de llamar a atención y la policía, sea la CIA, el FBI o cualquier agrupación de cualquier parte del mundo, son unos ineptos, corruptos, capaces de todo con tal de cerrar un caso, un tópico que ha estado presente en gran parte de su trabajo. En Unfogiven (1992), el alguacil es un hocicón, violento, que todo lo resuelve con la fuerza bruta, además que aparece un periodista que se dedica a hacer novelitas en las que narra las historias de los antiguos pistoleros del oeste, el cual es muy ingenuo y siempre hace lo que sea para conseguir su historia. Lo mismo pasa en A Perfect World (1993), en la que los policías logran capturar su objetivo de pura casualidad, mientras los periódicos y la televisión narran lo que acontece tratando de generar miedo. Lo mismo pasa en The Mule (2018), en donde los agentes de la DEA hasta se vuelven amigos del delincuente que están buscando. Siempre que tiene la oportunidad de decir lo que piensa sobre la ley y los medios, la aprovecha como nadie.

Otra constante de su obra y que está presente en Richard Jewell es el que Eastwood siempre encuentra héroes en donde nadie lo espera. En la ya mencionada Unforgiven, Will Munny es el matón más temido del país, al grado que sobre él cuelga la leyenda que es capaz de matar a cualquiera de la forma más cruel. Sin embargo, es un padre amoroso y noble. También en A Perfect World, el psicópata huye sin saber que en el auto que robó lleva a un pequeño niño, al que cuida como si fuera su hijo. En Space Cowboys (2000), los más bravos y capaces astronautas que existen para poder detener una catástrofe espacial son un cuarteto de ancianos necios y enfermos. Million Dollar baby (2004) tiene a una boxeadora que comienza su carrera cuando los demás están por retirarse y a un entrenador que por amor a su pupila es capaz de practicarle la eutanasia; The Mule muestra a un anciano racista y egoísta que para sobrevivir trabaja como “mula” del narco y se vuelve el más amado en su círculo, y en su último tour de force el protagonista es un gordo, algo retrasado, ingenuo y poco carismático, que además es un patriotero, obsesionado con la ley y el orden, de forma casi patológica.

¿Entonces cuál fue el motivo del escándalo? Pues que debido a el momento histórico que estamos viviendo (con un juicio amenazando al presidente de los Estados Unidos, las elecciones presidenciales en puerta, etc.) y a que el también creador de Mystic River (2003) siempre ha demostrado simpatía por el partido republicano, su obra reciente se volvió el objeto de una controversia idiota.

Si bien es cierto que el trato hacia la periodista resulta maniqueo e injusto, no quiere decir que lo hiciera por odio a las mujeres, más bien a los medios; que hable de fake news y del idiotismo e ineficacia del FBI, no es por defender al presidente anaranjado, sino por defender a los que estos patanes imputan sin compasión – sino lo creen, pregúntenle a Ethel y Julius Rosenberg. Su afán es demostrar el por qué cada vez hay menos gente haciendo lo correcto, porque tenemos miedo de que si reportamos o realizamos una acción altruista, vamos a ser los principales sospechosos del mismo. Un ejemplo arrancado de la cotidianidad mexicana es el de un ex militar que por defenderse de los que intentaron asaltarlo, fue acusado de portación ilegal de arma y arrestado. El mensaje de ese maldito viejo, necio y carcamán, es que el mundo será mejor cuando aceptemos que incluso un racista puede ser amigo de un ilegal o un afroamericano, que un criminal puede realizar un acto noble, que un ser bondadoso puede hacer un mal. Es un caballero a la antigua que cree el mundo será un lugar mejor si aceptamos que hay muchas tonalidades y no sólo blanco y negro.

El irlandés, Un día lluvioso en Nueva York, El caso de Richard Jewell, son tres filmes que, directa o discretamente, cuestionan los cambios que ha tenido el mundo, algunos positivos, otros bastantes negativos. Y sí, si se sigue la política actual de “no hables mal de nada porque si no me ofendo”, entonces se habrá acabado la autocrítica y habrá triunfado la autocensura. Y la primera es el reconocimiento de los errores y la segunda, el consentir que el otro, aunque sea un idiota furibundo y sin ningún fundamento, tiene la razón.

¡Malditos ancianos, ojalá que ya se mueran!

Una película que hará lucir cardiacas las entregas de premios, si no se ponen “políticamente idiotas” las Academias. Imperdible.

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