Destrucción o Nicole quitándole el trabajo a su ex

Destrucción o Nicole quitándole el trabajo a su ex Es sorprendente la ceguera con la que se han enfrentado los críticos nacionales a Destrucción (...

11 de enero, 2019

Destrucción o Nicole quitándole el trabajo a su ex

Es sorprendente la ceguera con la que se han enfrentado los críticos nacionales a Destrucción (Destroyer, 2018, Karyn Kusama) y hablo de ceguera porque parece que sólo se han fijado en 2 aspectos: La actuación de Nicole Kidman y lo efectista que llega a parecer la realización. Incluso, hay quien condena al personaje por parecer una visión negativa de la mujer, más voluntariosa que empoderada. Sin embargo, en Destrucción hay una profundidad mayor que la que aparenta.

La cinta cuenta la historia de una detective alcohólica que investiga un caso que tiene que ver con su pasado, cuando fue agente encubierto en una banda de asaltantes bancarios. Poco a poco, nos vamos percatando que en realidad se trata de un ajuste de cuentas con su pasado, al tiempo que entendemos incluso el porqué la Kidman está maquillada de tal manera que parece el clon femenino de su ex marido, Tom Cruise, metido en drogas.

El ritmo de la cinta es contemplativo, pausado pero nunca lento. La directora Kusama demuestra que es capaz de sacar adelante cualquier proyecto, de cualquier género (es conocida, básicamente, por sus filmes de terror psicológico, como Jennifer’s Body, 2009 y The Invitation, 2015). La fotografía es impecable y con momentos de gran belleza. Hay excelentes actuaciones y destaca, principalmente, su protagonista, Nicole Kidman, quien no sólo aparece irreconocible por el maquillaje, sino que hace creíble el decadente papel que le toca interpretar. Sin duda, la parte más débil tiene que ver con el maquillaje de los actores más jóvenes, que en algunos casos no logra ocultar su edad, contrariamente a Kidman, quien, a pesar que en contadas ocasiones, a pesar de su excelente caracterización no logra ocultar del todo sus años, convence en su muy estudiada actitud al pretender ser joven. Sin embargo, entrando en la convención, el resultado es impecable.

En los años 40 apareció el cine negro, género que por sus características permite presentar la cara más oscura del ser humano. Está basado en el hard boiled, un tipo de novela negra que habla del crimen de forma muy realista, oscura y retorcida. En muchas ocasiones, sus personajes, casi siempre detectives privados, policías, reporteros, luchadores o boxeadores retirados, etc., investigan un caso que los lleva a descender a los rincones más ocultos del hampa, siempre resultando afectados por los acontecimientos, ya sea que se enamoran de la mujer equivocada, se reencuentran con personas o eventos del pasado que pensaron se habían perdido o se enfrentan a la muerte. Generalmente hay una mujer en peligro, la cual seduce a propósito o sin proponérselo, al protagonista, quien, dicho sea de paso, es el más odiado en las comandancias policiacas. La atmósfera de estos relatos es muy decadente y ocurre en las partes más sucias y feas de la ciudad. Al adaptar este tipo de textos al cine, se usó una fotografía impregnada de la experiencia de los expresionistas (M, el maldito, de Fritz Lang), cargado de claroscuros y con escenas principalmente nocturnas. Su auge es entre los años 40 y los 50, cuando los acontecimientos históricos minaban el ánimo del pueblo norteamericano, sea esto la gran depresión (entre 1929 y 1939), la segunda guerra mundial (de 1936 a 1945), la posguerra o el “macartismo” (de 1950 al 56). Surgieron enormes trabajos como The Maltese Falcon (1941, John Huston), To Have and Have Not (1944, Howard Hawks), The Killers (1946, Robert Siodmak), The Lady from Shanghai (1947, Orson Welles), Strangers on a train (1951, Alfred Hitchcock), The Killing (1956, Stanley Kubrick), Touch of Evil (1958, Orson Welles) o Vertigo (1958, Alfred Hitchcock), que hoy en día son consideradas verdaderas obras maestras sin las que no se entendería la cinematografía norteamericana actual.

La capacidad del género para mostrar la cara oscura del ser humano, le ha permitido a sus autores criticar su momento histórico de forma, en ocasiones, muy directa y por lo mismo, surge cada que hay algo que retratar. El segundo gran momento del cine negro se dio en los años 70 y 80, debido a la crisis de valores post Vietnam (1975) y al recrudecimiento de la Guerra Fría (1985 a 1991). Aparecieron trabajos como Dirty Harry (1971, Don Siegel), The French Connection (1971, William Friedkin), Serpico (1973, Sidney Lumet), Chinatown (1975, Roman Polanski), Taxi Driver (1976, Martin Scorsese), Manhunter (1985, Michael Mann), Cruising (1980, William Friedkin), To Live and Die in L.A. (1985, William Friedkin), Mississippi Burning (1988, Alan Parker), The Silence of the Lambs (1991, Jonathan Demme), Heat (1995, Michael Mann), Ronin (1995, John Frankenheimer), entre muchas otras que igual que sus antecesoras, son quizá las mejores muestras de la habilidad de los artesanos norteamericanos al hablar de su realidad.

Si algo se le debe agradecer a los gobiernos republicanos es que sirven de semillas para las grandes “cosechas negras” fílmicas norteamericanas, ya que tienen una enorme capacidad para atemorizar y poner en crisis a la sociedad. Por lo mismo, es probable que vuelva a surgir el género con el querido Donald Trump. Por lo pronto, el año pasado estrenaron You Were Never Really Here (2017, Lynne Ramsay) y ahora la que estamos narrando. El trabajo de Kusama es un digno heredero de este tipo de trabajos que se adentran en la parte más salvaje del ser humano. En él, en formato femenino, reaparece el antihéroe (ahora antiheroína), una detective dura y alcohólica, con una herida de su pasado que la lleva a intentar resolver un caso que sabe de antemano, la llevará a la perdición. Herida y desesperada, hará todo lo posible por salvar a su damisela en peligro, sólo que ahora no es un amante sino su propia hija. La directora demuestra una habilidad tremenda para saltar los baches que pudieran encontrarse en el camino y hace una especie de “femnoir” que se adapta a los tiempos modernos y lleva a su personaje al lugar en donde Clarice Starling no quiso llegar.

En estos momentos en que las mujeres luchan por tener su lugar en Hollywood, la propuesta de Kusama demuestra que no es la genética lo que hace fuerte al género, no es el exceso de testosterona ni la capacidad de violencia lo que lo hace atractivo. Y las nominaciones en la temporada de premios, bien merecidas, lo van a demostrar. Es algo irónico que aunque el ex de la protagonista ha dedicado prácticamente toda su carrera a interpretar hombres duros, con sólo una cinta, Kidman demuestre ser más resistente e ideal para este tipo de papeles. Ahora sigue ver a Cruise haciendo de “damiselo” en peligro, que creo que le quedará mejor (por eso del clóset).

Una película altamente recomendable.

https://www.youtube.com/watch?v=w6VT2Lu2Ycc

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