Cibernética Social

¿Que qué he hecho?… Nada hombre, quizá no lo entenderías. ¿Que qué he hecho?… Nada hombre, quizá no lo entenderías. Ya no es como antes, cuando el ocio te hacia inventar. Ahora no me alcanza el tiempo...

11 de agosto, 2015
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¿Que qué he hecho?… Nada hombre, quizá no lo entenderías.

¿Que qué he hecho?… Nada hombre, quizá no lo entenderías. Ya no es como antes, cuando el ocio te hacia inventar. Ahora no me alcanza el tiempo ni para ver lo que hacen los cientos de amigos que tengo y que no conozco. No hay turnos, todos hablan al mismo tiempo, y aunque los menos lúcidos sólo repiten lo que los poco creativos dicen, la información es demasiada. ¡Esto se ha convertido en un Babel!…

No puedo pensar qué pasaría si dejara de escuchar a toda esa gente que no tiene nada que decir, son mis amigos; aunque sea, que sepan que no los he bloqueado en mi cuenta ni en mi memoria. Compartimos nuestras emociones, nuestros anhelos y nuestros reproches, eso es lo que nos une. Pertenecemos a… a… a un grupo, o a más. No lo entenderías… Eso de pertenecer a algo tiene una connotación trascendental.

Puedes decir lo que quieras, poner una imagen, o copiar lo que alguien más ha dicho, en realidad no importa, en el fondo siempre compartes tus emociones, ese es el punto. Ves lo que quieres ver y escuchas lo que quieres escuchar, sólo lo que en ese momento te place, todos hacemos lo mismo. Recomiendas una película porque te hizo recordar el empeño que pusiste para alcanzar algún objetivo; copias una frase que te devolvió el ánimo que habías perdido; promueves un vídeo porque te hizo sentir ternura, porque te divierte la forma en que alguien sufre un percance, o porque te indigna alguna situación. Son tus emociones el tapiz que muestras, es tu reflejo. No creo que lo entiendas.

Puedes seleccionar un tema y pasar cientos de horas discutiendo, investigando, descubriendo, platicando, todo, lo viejo y lo más reciente, viendo imágenes, escuchando opiniones, etcétera, aunque tiene sus riesgos…

No, no creas que soy de esos que se vuelven adictos a las redes sociales, porque sólo ahí encuentran consuelo frente al fantasma de su inexistencia, no… no soy de esos que seducen, acosan, o se aprovechan de este medio, del anonimato, de las debilidades, miedos y carencias de sus usuarios, de su vulnerabilidad y falta de experiencia, o de su inocencia. No, no es mi intención engañar; ni quisiera, ni me gustaría, que a mí me engañaran y me atraparan en alguna de tantas falacias lucrativas que abusan de la inestabilidad emocional de sus víctimas.

La tecnología es una herramienta, puedes usarla para construir o para destruir, igual que cualquier otra herramienta, es solamente un lenguaje, el concepto depende de la sintaxis. Las redes sociales se establecen sobre esta tecnología de comunicación; si estamos preparados para ella o no, es otro asunto, su uso es responsabilidad de cada quién; el contenido de la comunicación no depende del medio de comunicación, sino de la estructura que la contextualiza. Así, viajando en estas estructuras, puedes medir el grado de vulnerabilidad del ámbito social de la red, su nivel cultural, sus intereses, su tendencia evolutiva, etcétera, sólo clasificando y observando el comportamiento de sus contenidos.

Quizá no lo entiendas, pero es lo mismo; la tradición oral, el lenguaje escrito, y ahora, Internet. Antes eran periodicazos lo que presionaba y hacía actuar a los políticos y gobernantes, ahora son tuitazos, si se les puede llamar así, más rápido, y más contundente, sobre todo contundente; pero igual de volátil.

La mayoría de mis amigos, de esa sociedad a la que pertenezco, y que no conozco, lo cual antes simplemente ignoraba, ahora me ha enseñado el valor de la unidad y la necesidad de la cohesión social. Pero sobre todo, la necesidad de la autorregulación individual, que te permita caminar sin extraviarte en este mundo virtual, que paradójicamente, se convierte en un atajo que pone a tu alcance un mundo más real e inmediato. El aprendizaje electrónico, presencial y a distancia ha demostrado su efectividad contrastado frente al modelo tradicional.

En este universo cibernético todo sucede a tu propio ritmo, y sin darte cuenta se va acelerando, te exige lectura rápida, abstracción, análisis, selección; no te imaginas cuánto puedes viajar en las redes sociales en el tiempo que te tomaría leer el periódico, cuánto puedes aprender en el tiempo que te toma estudiar una carrera. Pero exige autorregulación, disciplina. No es la herramienta, no es la tecnología, somos cada uno de nosotros. La mejor arcilla se convierte en lodo en manos torpes.

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