Cartas a Tora XII

Querida Tora: El otro día te dije que los vecinos ya habían perdonado al portero por lo de los lavaderos, ¿verdad? Pues no es cierto… Querida Tora:          El otro día te dije que los vecinos ya...

11 de noviembre, 2016

Querida Tora: El otro día te dije que los vecinos ya habían perdonado al portero por lo de los lavaderos, ¿verdad? Pues no es cierto…

Querida Tora:

         El otro día te dije que los vecinos ya habían perdonado al portero por lo de los lavaderos, ¿verdad? Pues no es cierto. Algunos dijeron que lo hecho, hecho estaba, y que no valía la pena llorar sobre la sangre derramada. Pero otros dijeron que al contrario, que si le pasaban ésto luego vendrían otras. Total, que ganaron éstos, y formaron una comisión para ir a reclamarle. No los recibió, claro; no porque no quisiera, sino porque ahora tienen que pedir cita por Internet para verlo.

Los trajo a vuelta y vuelta como dos semanas, pero al final tuvo que recibirlos. Empezó a hablar la señora del 2, que es muy propia y bien educada. Pero el portero ni siquiera la oía. Entonces se metió la del 24, que es muy gritona y marimacho. El portero le dijo que si no se callaba llamaría a la patrulla. Y como aquí todos le tienen miedo a la patrulla, estuvieron a punto de irse. Pero la del 2 insistió en que los había engañado, y que les devolviera la cuota que dieron. Ahí sí que se enojó el portero, y les dijo de lo que se iban a morir (No los iba a matar él, no creas), y hasta de lo que se iban a aliviar (De niños mal habidos, casi todas). Entonces se enojaron los señores, porque ¿cómo se atrevía a decir eso de sus esposas? Y el del 37, que es tan macho, se le fue encima al portero. ¿Y qué crees que hizo éste? Se quedó callado. Por primera vez desde que lo conozco, se quedó callado. La señora del 2 se puso a rezar, y hasta se hincó en el piso mojado. La del 22 pidió auxilio. La del 8 cogió uno de los angelitos que quedaron de los lavaderos y se lo puso enfrente al del 37 “para que le sacara el diablo que llevada dentro”. Pero éste levantó el puño tan alto como pudo y ya lo iba a descargar sobre la jeta del portero, cuando uno de sus guaruras salió en calzoncillos, gritando “Ganó la Selección!”.

El puño aquel, tan amenazador, fue a estrechar la mano del guarura, y se alzó un griterío. ¿Cuándo? ¿Por cuántos goles? ¿Quién fue? ¿Cómo?, etc., etc., etc..

Para tu información, para que comprendas la magnitud de lo ocurrido, te diré que la Selección Nacional de Futbol fue eliminada hace unas semanas de un campeonato muy importante por un paisito que apenas está aprendiendo a dar patadas. ¿Sabes con qué marcador? ¡Siete goles a cero! ¿Te das cuenta? ¡Sietea cero!. Con ese triunfo, la Selección no puede volver a entrar al campeonato, claro, pero el honor nacional ya quedó a salvo. No se pusieron a pensar que fue un auto-gol del otro país, sino sólo en el marcador; uno a cero. ¡A cero!

El portero reacciónó enseguida. Hizo una seña a su otro guarura, y éste sacó una caja de chelas. No, no trajo una caja llena de mujeres. No dije Chelas con mayúscula, diminutivo del nombre Graciela o Celia, sino chela con minúscula, apelativo cariñoso de la cerveza. La del 2 fue la primera en tomar una botella y echársela de un solo trago. El del 31 tenía una botella en cada mano y daba unos gritos que uno de los baños se vino abajo (ya estaba resentido desde que el sobrino del señor del 41 se puso a hacer sentadillas en el techo).

Todos los vecinos salieron, y para todos hubo chelas. Y abrazos para el portero, por ser tan patriota. El, modestamente, dijo que las tenía guardadas esperando una ocasión similar. (Mentira, eran para una fiesta que iba a hacer el sábado. Tendrá que comprar más). Se pusieron a platicar del golazo, de lo bien que estaba la Selección con el nuevo entrenador, del empuje y pasión de los jugadores, y se siguieron chupando todala noche.

No, no son mariposas, ni moscas ni insectos chupadores. Aquí chupar significa beber líquidos alcohólicos; sobre todo, cuando es en grandes cantidades. Apréndetelo bien para que, cuando regrese, no te tome de novedad.

Yo también chupe. La gatita rubia me invito. No sé de dónde sacó un pomo, que vació en un lavamanos; y allí estuvimos, dale que dale a la lengua. Acabamos que no sabíamos ni cómo nos llamábamos. Bueno, yo sí; pero ella… Estoy pensando que ni siquiera sé cómo se llama. A lo mejor no tiene nombre, porque yo nada más oigo que le maúllan, y ella corre a ver quién fue. Pobrecita. A ratos me da pena. Con lo servicial que es, y que ni siquiera tenga nombre. Pero no le voy a preguntar. Se me hace poco delicado. Le preguntaré a otro de los gatos. Aunque te diré una cosa: no logro entender su idioma. Nada más me doy cuenta si están contentos o enojados o si me están echando pleito. Generalmente son muy tranquilos y no se meten conmigo; pero a veces se les alborota no sé qué, y se ponen hechos unas fieras. En esos casos les grito como cuando tu mamá viene a decirme que ya me vaya. Tu no me has oído, porque espero a salir de tu casa y llegar a la esquina. Un día me llevaron detenido por alterar el ordern público. No lo sabías, ¿verdad? Pues a eso me ha orillado tu bendita madre. Por favor, no se lo digas, En primer lugar, porque no te va a creer; y en segundo, porque intentaría rebajarme ante tus ojos, porque está tan obsesionada conmigo que ya no ni siquiera razona.

Bueno, ya. Tu madre no me puede hacer daño, y espero que tu sepas comprender lo que es ésto de estar en este planeta abandonado y solo. Sobre todo, solo; porque la gatita rubia me busca mucho, pero no puedo llegar a nada con ella, porque la que quiero eres tu, ¿te enteras, desdichada? Perdóname, Estoy… incróspido.

Te quiere,

         Cocatú

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