Cartas a Tora CXLVI

Querida Tora: Lo que te voy a contar sucedió porque el portero estaba de vacaciones. Y no lo digo en elogio suyo; porque si hubiera...

30 de agosto, 2019

Querida Tora:

Lo que te voy a contar sucedió porque el portero estaba de vacaciones. Y no lo digo en elogio suyo; porque si hubiera estado aquí, tal vez hubiera sido peor. Por lo menos, distinto.

¿Te acuerdas que con la “remodelación” del Seguro Vecinal trajeron una planta que curaba muchos males? La de marihuana, sí. Pues mucha gente empezó a pedir ese remedio; y la enfermera, ni tarde ni perezosa (como se dice por aquí) la empezó a repartir. Había verdaderas colas pidiendo el remedio, y yo llegué a temer que se hubiera declarado una epidemia de algo en la vecindad. Pero me acerqué a investigar, y me di cuenta de lo que pasaba.

La enfermera se pasó de lista y empezó a vender los cigarritos (Ya había aprendido a liarlos). La cosa fue tan grave, que vendió toda la planta, incluidas las raíces. Pero la demanda seguía, y entonces hizo los cigarros con hojas de ruda. Pronto se le acabó la ruda que tenía, y empezó a recolectar hojas de árboles en la calle y hierbas en los baldíos cercanos. Los vecinos no se enteraron del cambio, y fumaban lo que les daba. Los precios subieron como no te imaginas, y la enfermera ya estaba investigando precios para comprarse un cochecito del año. Eso sí: trabajaba como costurera mal pagada, desde el amanecer hasta altas horas de la noche secando las hojas en el horno, quemándolas a medias para que supieran a algo ardiente (Según ella), cortando el papel y machacando las hojas secas.

Yo probé un día una de las escasas colillas que tiraban (Porque se fumaban hasta la última brizna) y, la verdad, sabía horrible. Y de alucinaciones, nada. A lo mejor se debe a que yo soy de otro planeta, pero creo que los estaba engañando, y que ellos se alucinaban solitos.

Y sucedió que uno de los muchachos del 41, el güero para más señas, fue a comprar un cigarrito. La enfermera le dio el que le había quedado mejor, más parejito y sin arrugas, y le dijo “Pero me vas a pagar con cuerpo” (Se conoce que le tenía ganas de tiempo atrás).

El muchacho, que es muy chapeado, palideció intensamente; luego se puso verde, se tambaleó y, de pronto, dio media vuelta y echó a correr. Llegó a su vivienda en dos segundos y se encerró, atrancando la puerta con los muebles, y se echó a llorar. El moreno había salido y cuando llegó se encontró con ese panorama, y le costó mucho trabajo consolarlo y hacer que volviera al gimnasio.

Lo más interesante fue que muchos vecinos vieron la carrera del güero y se percataron del encierro y todo lo que pasó, y pensaron que se había vuelto loco. Un rato después, el moreno les dijo que  sí, que había sido un  ataque pasajero debido al cigarro que le había vendido. No quiso decir lo que en realidad había pasado. ¿Galantería? No lo sé; tal vez fuera prudencia para no verse involucrado en un pleito con una de las consentidas del portero. Pensó en contarle a este la proposición que le había hecho a su compañero, pero decidió que no valía la pena; que, cuando mucho, la regañaría, pero no la iba a cesar ni le quitaría la concesión de sus cuidados paliativos. Allá en el fondo, pensó que si le hubiera hecho la proposición a él, tal vez hubiera aceptado; pero se negó a seguir pensando en eso, creyendo que era una traición a sus principios.

Los vecinos hablaron mucho del asunto, y les entró el temor de que esos cigarritos en verdad hubieran enloquecido al güero; y no volvieron a comprarlos. La enfermera se molestó mucho  con ellos, y tuvo que renunciar a su idea del coche del año; pero le alcanzó para comprar una televisión grandota que puso en el consultorio para entretener sus “ratos de ocio”, que son muchos (Además, así podía atraer al portero a ver el futbol con ella y tenerlo más de su lado).

Así que mira por donde, una proposición indecorosa acabó con un negocio ilegal y contribuyó a mejorar la salud pública.

Te quiere

Cocatú

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