CARTAS A TORA CLXXXVI

Querida Tora: Hoy no tengo ningún problema con los vecinos ni con el portero (gracias a Dios). Es una cosa pequeña si la comparas con...

10 de julio, 2020

Querida Tora:

    Hoy no tengo ningún problema con los vecinos ni con  el portero (gracias a Dios). Es una cosa pequeña si la comparas con  el devenir del mundo (qué expresión, ¿eh?), pero importante para las personas involucradas.

    Resulta que llegó una vecina nueva y se alojó en el 54. Es una mujer ya madurita, pero de no malos bigotes.

    ¡Ya te estoy viendo! Vieja y bigotuda, pensaste. No, no es vieja. Es vieja para lo que te voy a contar, pero no para la generalidad de las cosas. Y no tiene bigotes. Eso es una expresión que se usa para decir que una mujer está de buen ver. Y no te aceleres, por favor. Eso no es cosa que diga yo, que por mi condición de gato y de alienígena (sobre todo esto último) no estoy capacitado para apreciar. Me limito a repetir lo que dicen los vecinos; a veces, con palabras que son hasta ofensivas. Creo que con eso basta para aclararte las cosas.

    Pues un día venía esta señora con las bolsas del mercado, que apenas podía con ellas, y se acercó a ayudarla el chavo del 14, que tiene dieciséis años recién cumplidos. Llegaron a la vivienda cansados, porque el 54 está hasta el fondo de la vecindad, y la señora invitó al chavo un refresco. ¿Y qué crees que pasó? Eso, precisamente eso que te imaginas. El chavo salió muy contento; y la señora quedó bastante complacida. Tanto, que dos días después le invitó otro refresco. Aquí, entre nos, te diré que estuvo acechando el momento en que volvía de la secundaria para invitarlo; y el chavo ni siquiera hizo la tarea.

    A fin de mes le llegan a la mamá del muchacho las calificaciones, y ve que no entregaba tareas y que tenía notas muy bajas. Habló con él, pero el chavo le contestó con evasivas, que solo lograron preocuparla más. Hasta que un día se dio cuenta de que su hijo volvía de la escuela y, en lugar de entrar a su vivienda, se iba al final de la vecindad. Entró en sospechas, y se propuso vigilarlo. No tardó en darse cuenta de lo que sucedía, y se puso hecha una furia. ¿Cómo esa ruca (ya te imaginas lo que significa, ¿no?) se metía con su hijito? ¿Qué se proponía? Pensó en llamar a la policía, pero se dio cuenta de que no serviría de nada; pensó en meter al chavo interno, pero no tenía dinero para eso; delatar a la vecina como corruptora de menores… eso podría funcionar.

    Ya estaba pensando cómo citar a una junta de vecinos para delatarla ante todos, cuando un día vio a su hijo platicando con los muchachos del 41. No sabes cómo se espantó. Todos los vecinos saludan a los del 41, y ella misma les regala algún pastelito o unos taquitos; pero ver a su retoño sentado entre los dos, hablando animadamente… Eso le pareció de lo más peligroso, dicho sea sin tratar de ofender a los del 41, que siempre se han portado muy decentemente. Ya salía para ir a reclamarles, cuando pensó que se estaba precipitando, que debía pensar mejor las cosas.

    Se pasó tres días pensando. Luego hizo un flan y se lo llevó a la señora del 54. Ese fue el pretexto para introducirse en su casa e iniciar la conversación. Y le confesó abiertamente sus temores. La del 54 le dijo que no se preocupara; que ella era una mujer sola, que sabía la edad que tenía, y que lo de su chavo era una despedida que estaba dando a la vida sexual activa; que cuando llegara el momento, ella misma lo desilusionaría, pero que no le quitara la última ilusión de su vida; que peligro de embarazo no había y que enfermedades no tenía.

    La del 14 se tranquilizó un poco, pero le pidió a la amiga (ya la consideraba su amiga) que no traumara a su muchacho, que fuera gentil con él, que no le enseñara las cosas terribles del sexo porque era muy joven. ¿Y qué crees? Acabó agradeciéndole que iniciara al muchacho en los misterios de la sexualidad. Se separaron en los mejores términos, y aunque no la saludaba cuando la encontraba en el patio, de vez en cuando le llevaba unos panquecitos o un flan, porque le había gustado mucho el de la primera vez.

    La del 54 cumplió su palabra, y unas semanas después llegó con  un señor más o menos de su edad, que se quedó a dormir en la vivienda. El chavo se sintió chinche (un animalito muy molesto que hay por aquí, al cual todo el mundo pisa) y estuvo a punto de ponerse la primera guarapeta de su vida. (Guarapeta=cuete=borrachera); y si no lo hizo fue porque la cauta madre no  quiso ver su tele-novela esa noche, y lo dejó ver lo que quisiera. Total, a los pocos días el muchacho volvió a hacer sus tareas.

    Poca cosa, ¿verdad? Pero para los del 14 fue muy importante. La del 54 se mudó poco después, y no hemos vuelto a saber de ella.

Te quiere,

Cocatú

 

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