CARTAS A TORA 246 |

Un alienígena arriba a la Ciudad de México y, convertido en gato, llega a vivir a una vecindad. Le escribe a Tora, quien lo espera en su planeta natal, sus impresiones sobre lo que ahí ve

1 de noviembre, 2021 CARTAS A TORA 331

Querida Tora:

El otro día pasó una cosa que me dio mucha alegría, y que me hace pensar que la gente de este planeta no es mala, en el fondo. A pesar de algunos como el portero, que los hay a montones; pero creo que son la minoría.

Todo fue por la mamá del chavo, ese que trabaja (de vez en cuando) en televisión, ¿te acuerdas? Pues resulta que la señora empezó a salir todos los días de la vecindad, temprano; y volvía a eso del mediodía como muy cansada y débil. Como me caen bien, tanto el muchacho como su madre, la empecé a vigilar; pero siempre tomaba un taxi, y ahí no podía meterme sin que la señora se diera cuenta. Bueno, pues llegó un día en que regresó en taxi también , pero no alcanzó a llegar a la puerta de la vecindad: se cayó y perdió el conocimiento.

Yo corrí a avisarle a la enfermera; pero no pude, porque la enfermería estaba cerrada. Cuando eso pasa, ya sé que es porque el portero entró por los “cuidados paliativos” que necesita cuando la Flor no puede venir. Total, que fui a avisarle a la Mocha. No creas que es fácil avisarle a un  humano, porque yo no hablo ni tengo manera de comunicarme por escrito ni por señas; lo que hago en esos casos es empujarlos o morderlos para llevarlos a donde quiero que vayan. Pero no fue necesario, porque la Mocha me quiere mucho; se dio cuenta de que tenía yo algún problema, y me siguió sin vacilar. En cuanto vio a la señora desmayada en la calle pidió auxilio a los guaruras del portero, que estaban rascándose la barriga en la portería, y la llevaron a su vivienda.

Logró reanimarla fácilmente, y le preguntó qué le pasaba. La señora se echó a llorar, y le dijo que su chavo tenía una buena oportunidad en una telenovela; pero que el camarógrafo le había dicho que si quería lucir de verdad, tenía que darle una “contribución”. Eso es muy importante, porque el camarógrafo le tomará sus mejores ángulos, los acercamientos más bellos; en fin, esa “ayudita” puede ser fundamental en su carrera. Y la señora se propuso conseguir ese dinero para impulsar la carrera de su hijo. Hasta ahí, todo bien. La señora cose ajeno, lava ajeno, guisa ajeno, hace muchas cosas ajenas; pero lo que gana no le alcanza para reunir la cantidad que le piden al hijo. Entonces, se le ocurrió vender sangre, que lo pagan mejor. Y eso es lo que ha estado haciendo. Va a diferentes sitios, para que no se den cuenta de lo que vende, y ya le han extraído dos o tres litros, ya ni siquiera sabía cuánto. Pero todavía le falta un poquito, La Mocha le dijo que se estaba matando; pero ella contestó que no le importaba, con tal de que su hijo llegara al estrellato.

¿Y sabes lo que hizo la Mocha? Llamó a sus más amigas y les pidió cooperación para reunir la cantidad que la señora necesitaba. Todas dijeron  que sí enseguida; pero no contenta con eso, les pidió ayuda para la señora, que estaba ya muy débil. Y así, sin  que el hijo se enterara, le llevaban comida todos los días y la ayudaban en su quehacer. El muchacho pudo entregar el dinero al camarógrafo, y unos días después pudimos ver el resultado en  pantalla: realmente, tuvo muchas tomas muy buenas, y se lució más que el protagonista. Tanto así que la Flor (que ya había regresado) dijo que no se había dado cuenta de que fuera tan guapo. Eso molestó al portero como no sabes, y le dijo a uno de sus guaruras “Mañana temprano le partes la madre a ese desgraciado”. Yo me alarmé. ¿Qué le iba a hacer a la madre? ¿Partirla en dos de un  hachazo? Por si acaso, me aposté en la puerta de su vivienda para no dejar entrar a nadie.

Pero no hubo necesidad. Ya luego oí hablar a los guaruras, y me di cuenta de que “madre”, en ese caso, era un eufemismo (consulta el diccionario, por favor), y que lo que iban a hacer era romperle la nariz o la boca al chavo. Ahí sí pude intervenir, y cuando se acercaban dos de ellos al muchacho (porque uno solo no se atrevía), les caí encima con todas mis uñas desplegadas. No sabes cómo corrieron, cómo gritaron y cómo los castigó el portero por no cumplir sus órdenes. Lo bueno fue que esa noche la Flor se quedó en la portería, y al portero se le olvidaron sus planes de venganza (Venganza…¿de qué?, me pregunto. El chavo no tiene la culpa de ser como es).

Vamos a esperar al próximo trabajo que le den al chavo, a ver si  sirvieron de algo el sacrificio de la madre y la ayuda de las vecinas.

Te quiere,

Cocatú

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