5. Dos mujeronas, dos reinas, dos piratas

Westport, County Mayo, Irlanda – Westport House es, para el visitante que no investiga alguna cosa más, una especie de micro mini chirris Disneylandia con borregos… Westport, County Mayo, Irlanda – Westport House es, para el visitante...

2 de septiembre, 2015
omalley

Westport, County Mayo, Irlanda – Westport House es, para el visitante que no investiga alguna cosa más, una especie de micro mini chirris Disneylandia con borregos…

Westport, County Mayo, Irlanda – Westport House es, para el visitante que no investiga alguna cosa más, una especie de micro mini chirris Disneylandia con borregos de negro hocico pastando en la verde grama a la vera de algunos juegos infantiles, un ferrocarrilito, barcas de pedales, tenis, caballitos y —desde luego— atracciones piratas.

Digo desde luego porque este lugar tiene fama pirática. Pero no como los Piratas del Caribe de la auténtica Disneylandia sino por su raigambre auténtica en el noble y señero negocio de la piratería.

Al ojo del visitante parece que la feria pirática ayuda a mantener los gastos de una palacio que, como a fuercitas tenía que ser, es enorme, suntuoso y más propio del siglo XVIII en que fue renovado que del XXI en que lo visitamos.

Su ubicación es, desde lueguísimo, privilegiada (no sé por qué los grandes aristócratas encontraban sitios privilegiados para construir sus megamansiones): cerca del Atlántico y con acceso al mar, y además, abundancia de agua dulce, tierras fértiles, y en bellísimos lugares de esplendoroso paisaje. Era indispensable porque un gran señorón de Irlanda, Eoghan Dubhdara Ó Máille, tenía un próspero negocio de naves mercantes pero (según las malas lenguas) en realidad se dedicaba a la piratería.

Claro que es enteramente posible que en el siglo XVI un personaje muy potente se haya dedicado a usar sus barcos en ambos lados de la ley. Y claro también que, como siempre ha ocurrido, quien escribe la historia es el dueño de la verdad. Y la historia la escribieron los ingleses, que detestaban a la hija de ese señor; que en realidad, en sus tierras, era una reina.

Se llamaba esa hija suya Gráinne, que ha pasado a la historia como Grace O’Malley porque, aunque al parecer tan distinguida señora no hablara inglés, su nombre gaélico lo escribieron así los que escribieron su historia. Por lo visto era toda una mujer: de armas tomar, competente, apta, audaz, extraordinariamente inteligente y con todas las facultades para manejar y superar el negocio mercante de su padre, que él le heredó; y también recibió cuantiosos bienes de su muy rica madre. Supo ella aprovechar y acrecentar esos bienes, y acumular un tremendo poder.

En sus legados también estaba una serie de fortificaciones costeras, porque no se podía ser un buen navegante o buen pirata si no se protegía bien de sus enemigos. Y además, como señor feudal, cobraba peaje a quien quisiera pasar por sus tierras y también metía la mano en el bolsillo de quien pescara en esas costas o merodeara en ellas. Y sabía cómo obligar a pagar o a cobrarse a lo chino, pasara lo que pasara.

Vaya vida, con material para todo tipo de novelas y películas. Grace O’Malley se casó dos veces, una con un gran terrateniente con quien tuvo dos hijos y una hija. Al mayor de los varones lo mataron para poder quitarle un castillo. Y luego de morir su primer marido se casó con otro noble al que, una vez que le quitó a su vez otro castillo, se divorció y lo abandonó. “Richard Burke, I dismiss you!” le gritó desde las torres de su ahora apropiado castillo, que había tomado con quién sabe cuántas tropas. Sin embargo (aparte de dos hijos y una hija de su primer matrimonio) tuvo con él un hijo, que fue nombrado vizconde de Mayo por Carlos I de Inglaterra. Las tierras que se pueden visitar hoy siguen perteneciendo a ese linaje.

Estamos en tiempos de Isabel I, que había extendido sus dominios en Irlanda y no podía soportar competencia de esa estupenda irlandesa, que apoyaba además las luchas revolucionarias contra Inglaterra. Así, quién sabe si por consejo o de plano por orden de la reina, un noble inglés avecindado en Irlanda decidió secuestrar a sus dos hijos varones. Tan seria fue la cosa que Grace tuvo que ir a interceder por ellos ante la mera Isabel, quien la recibió en el castillo de Greenwich. Hablaron largamente en latín, porque la cultísima Grace no sabía o no quiso demostrar que sabía inglés, pero sí tuvo todo tipo de desplantes ante la reina, a quien no reconocía como soberana de Irlanda y por ello no se caravaneó ante ella; y le propinó otras ofensas como llevar un puñal escondido. Recuperó a sus hijos luego de una serie de mutuas concesiones que Isabel luego traicionó y desde luego Grace también; y al parecer ambas soberanas —de cierta manera, almas gemelas— murieron el mismo año, 1603.

Mi primera lectura sobre Isabel I, de niño, fue La reina mártir, de Luis Coloma, sobre la vida María Estuardo. A ésta le daba trato de santa, y a Isabel el de pirata (y claro que lo era, si sostenía entre otros al corsario Francis Drake y construyó su gran época dorada combatiendo y robando a España, aunque ni de chiste tanto como los ingleses presumen; Isabel sufrió, ante los españoles, mucho más derrotas que victorias). Es un libro escrito por un sacerdote español, que ninguna consideración puede tener por la peor archienemiga de España. Una de cal por las que van de concreto armado, que hasta el abuso ponderan en las series televisivas inglesas y en los libros de historia, todos ellos elogiando desmesuradamente a Isabel I. Hay que buscar un poco de equilibrio ¿no?

Sirva esa cortísima historia de una larguísima y riquísima vida de una mujerona que supo dar el quienvive a otra mujerona, nada menos que la mayor reina que ha tenido Inglaterra, para evocar cuánto puede ocurrírsele a una mujer que entre muchos otros castillos y torres vivió en un lugar, Westport House, que le sigue perteneciendo a sus descendientes directos (la familia Browne), y que visitan como 4 millones cada año.

Desde allí se mira con claridad el monte sagrado Croagh Patrick, en el mismo County Mayo. Un monte de agraciada forma puntiaguda casi perfecta desde ciertos ángulos, que vi cubierto de nubes, que mi ahijado ha escalado hasta la punta y que sirve como lugar de peregrinación. Ocurrió en ese simbólico monte una significativa historia, que trataré en mi próxima entrega.

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