Las pequeñas cosas: la escritura

El simple y llano acto de escribir, ese que ha sido casi sustituido por los ordenadores y que utilizábamos para dejar recados, expresar nuestro amor...

20 de diciembre, 2018

El simple y llano acto de escribir, ese que ha sido casi sustituido por los ordenadores y que utilizábamos para dejar recados, expresar nuestro amor o redactar una tarea, tiene una historia de miles de años y su evolución ha sido el perfeccionamiento de los signos convencionales hacia formas más precisas y objetivas que permitan una fácil comunicación escrita. La escritura en letras representa el último estadio evolutivo que tuvo como punto de partida la pictografía (representación directa de la realidad de las cosas).

Del latín scriptura, acción y efecto de escribir, la escritura va más allá de una representación ideográfica, también ha significado una revolución en el lenguaje y en el psiquismo y, con ello, en la misma evolución humana, ya que es una “segunda memoria” para el ser humano —además de la biológica ubicada en el cerebro—. Su aparición marca el inicio de la historia misma puesto que en la prehistoria sólo existía la tradición oral. El lenguaje escrito constituye una de las adquisiciones más complejas del sistema nervioso humano, en el que participan: el cerebelo, los ganglios basales, el sistema periférico y los lóbulos cerebrales a lo cual hay que añadir las ejecuciones finas y precisas del miembro superior para ejecutar grafías (participación de la habilidad motora). ¿Así o más complejo?

No es gratis que los procesos de lecto-escritura ocupen el primer lugar en los programas educativos de los niños, su evolución es continua y comprende diferentes etapas: preescritura, precaligráfica, caligráfica y de maduración. ¿Por qué mirar de nuevo a la escritura si hoy resulta más económico textear para enviar mensajes? Porque el cerebro y su complejidad requieren de procesos de aprendizaje que adquirimos al desarrollar y perfeccionar ciertas habilidades que permiten que las conexiones nerviosas se multipliquen y con ello, aseguremos su buen funcionamiento y porque actualmente, de cara a las múltiples formas de demencia senil que se presentan en adultos mayores, la escritura es una de las formas en que se puede poner en acción al cerebro aunado a otras prácticas como escuchar música, meditar, armar rompecabezas, etc.

Pero además, el placer de la escritura nos permite liberar estrés por el simple hecho de poner en un papel lo que nos da vueltas en la cabeza de forma insistente. El acto de escribir es liberador como terapia, algunas terapias psicológicas y de rehabilitación de adicciones sugieren la escritura como un detonador para liberar emociones que dañan indirectamente el estado mental y emocional del individuo.

Gracias a la escritura dejamos huella, aliviamos, aprendemos, desarrollamos, evolucionamos, nos comunicamos y adquirimos “buena letra” con la práctica constante, su universo es tan grande que en otra entrega hablaremos de tipografías, escribanos, rotuladores, etc. porque a pesar de vivir inmersos en un mundo tecnológico, la escritura es y seguirá siendo parte trascendental en la existencia del ser humano.

¡A escribir se ha dicho!

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