Los planes electorales emergentes de los Pinos

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21 de junio, 2016

RHT

Después de las elecciones del domingo 5 de junio, el régimen en el poder ha iniciado la ardua y también dolorosa tarea del análisis de…

Después de las elecciones del domingo 5 de junio, el régimen en el poder ha iniciado la ardua y también dolorosa tarea del análisis de causas y efectos de los resultados, pero sobre todo el de perspectivas a mediano y largo plazo, cuya fecha final se enmarca en la sucesión presidencial.

En el recuento, más allá del reconocimiento de los errores, la autocrítica respecto del pasado se convierte en una profunda reflexión orientada fundamentalmente al aspecto de la competencia electoral, incluso por encima de los temas de gobierno, en suma a lo que no se deben permitir vuelva a ocurrir.

La prioridad es la próxima elección presidencial, en ello más que señalar culpables -cuestión que finalmente quedará en la intimidad del círculo rojo-, lo importante es el diseño de la estrategia subsecuente.

Esto por supuesto no quiere decir que no habrá reclamos y eventualmente castigos a los responsables de la operación electoral, sin embargo eso no es precisamente lo que más urge, sino el establecimiento de líneas de acción definidas hacia el propósito a partir de ahora.

En ello lo esencial se remite a la construcción y fortalecimiento y, en su caso, debilitamiento de las candidaturas, la propia y las ajenas, porque si bien es cierto que se asume que en teoría el Presidente Peña Nieto podrá controlar la de su partido, no necesariamente lo podrá hacer en todas las demás.

Esto representa claramente dos frentes que atender, primero la conducción del proceso interno de selección del candidato del PRI, que independientemente del formato, no presupone que el elegido garantice el triunfo en las urnas.

De tal forma que en ese sentido al Presidente, como máximo dirigente de su partido, se le acota el margen de maniobra y tiempo para definir los filtros que constituyan el contingente final de precandidatos ,no más de tres, para poder medirlos en su exacta dimensión y compararlos.

Se entiende que la victoria panista reciente es un espejismo, una suerte de ilusión óptica, toda vez que los factores que incidieron en el voto no corresponden a un apoyo social a la plataforma de ese partido. Recordemos que sólo tres de los siete candidatos que se alzaron con el triunfo son de origen panista genuino, porque los otros cuatro provienen de escisiones al interior del PRI.

Lo que pone las cosas en un escenario de equilibrio en el cual los elementos de decisión social trascienden y por mucho a temas, como la militancia partidista, y se infiere que será el perfil individual de los candidatos presidenciales el valor que determine en mayor medida el resultado.

Por esa razón y como parte de una misma estrategia, ha trascendido que en Los Pinos se valora el otorgamiento de ciertos apoyos a determinados precandidatos de otras fuerzas, con todo y que serán sus competidores directos.

Evidentemente se trata de debilitar las posibilidades de López Obrador, lo cual es punto de plena coincidencia con el panismo y el perredismo o lo que queda de éste.

En un símbolo del mayor pragmatismo, la idea del régimen se concibe en fomentar la competencia electoral en partes, mientras sea mayor, mejor aún para el priismo, o en el peor de los casos, en que si no se pueda obtener el triunfo, quien lo consiga sea una suerte de aliado, al menos en líneas generales.

Bajo esta perspectiva y considerando la gran posibilidad de que el PAN y el PRD vayan en alianza en el 2018 y que lo harían con un candidato o candidata panista, para Los Pinos es imperativo optar por una opción desde ahora.

La primera es Margarita Zavala seguida del gobernador de Puebla Rafael Moreno Valle, porque el tercer aspirante, Ricardo Anaya, dejó de ser del agrado del sistema.

Su conducta después de la elección del domingo 5 de junio quebrantó la relación que existía previamente con él, de tal suerte que el debilitarlo, que será un objetivo inmediato, terminará por ser una herramienta a favor de Margarita Zavala.

Sin embargo esto no quiere decir, ni siquiera sugerir, que el priismo se dé por derrotado previamente; por el contrario, precisamente por la complejidad de las circunstancias la intención manifiesta es la de intervenir, segmentando los escenarios de votación, para influir en su propio favor.

Claro que su principal coyuntura se relaciona directamente con la postulación de su propio abanderado, ése es y seguirá siendo el factor esencial en torno del cual girará todo el proceso.

Pero dadas las condiciones actuales, en el que se asume un panorama negativo innegable, el binomio gobierno-partido asume que para mantener el poder tendrá que hacer y resolver muchas cosas más que solamente el simple hecho de elegir bien a su candidato.

La siguiente prueba para todos y por supuesto la más importante de todas se circunscribe a la sucesión gubernamental en el Estado de México, que será el último parámetro y filtro.

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