La caída por implosión de Ricardo Anaya

A raíz de las denuncias por el presunto lavado de dinero, en relación a la compra-venta de un terreno en el estado de Querétaro… A raíz de las denuncias por el presunto lavado de dinero, en relación...

27 de febrero, 2018
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A raíz de las denuncias por el presunto lavado de dinero, en relación a la compra-venta de un terreno en el estado de Querétaro…

A raíz de las denuncias por el presunto lavado de dinero, en relación a la compra-venta de un terreno en el estado de Querétaro en el que habría incurrido Ricardo Anaya, candidato presidencial del frente conformado por los partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano.

El pasado domingo, dicho aspirante presidencial se presentó ante la Oficialía de Partes de la Subprocuraduría General de la República, con la intención de entregar un oficio dirigido al encargado de despacho de la dependencia Alberto Elías Beltrán, aparentemente para solicitar información respecto de esta investigación.

Sin embargo Anaya no atinó a calcular que la respuesta de la institución, además de inmediata, terminó por echarle a perder el circo mediático que pretendió montar.

Toda vez que fuentes oficiales de la Procuraduría señalaron que el señor Anaya había sido invitado previamente en diversas ocasiones por cierto, a presentar declaración ante el Ministerio Publico, a lo que Ricardo Anaya se había negado.

Lo que deja de manifiesto que la visita del domingo a la dependencia perseguía un objetivo publicitario no de carácter exclusivamente legal, que su estrategia de confrontar a la autoridad lo que persigue no es el esclarecimiento de los hechos, sino más bien una herramienta de distracción.

En términos de la competencia política, la presencia de Anaya en la procuraduría, no es más que un artilugio para enmarcar la investigación como un hecho derivado de una supuesta guerra sucia en su contra y con ello desvirtuar el fondo de la misma.

Es un pretexto para evitar ser señalado por conductas indebidas, mediante la presión publicitaria, bajo el argumento de la victimización, situación que en el caso de Ricardo Anaya se ha vuelto una constante.

Independientemente de este caso y sus particularidades, Ricardo Anaya abusa de manera permanente de las teorías del complot, por cierto patentadas por el también candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador, desde hace ya mucho tiempo atrás.

El problema de Anaya es que aún y cuando no existan elementos jurídicos para fincarle alguna responsabilidad que tipifique como delito o en su caso, lo comprometa como partícipe de algún ilícito, es evidente que en la narrativa del proceso de compra y venta del mencionado terreno ubicado en el estado de Querétaro, su participación sugiere un involucramiento directo.

Esta intervención personal y que es claro que está relacionada con personas vinculadas y cercanas a su entorno, ponen de manifiesto que conoció todo el procedimiento desde su origen y que se terminó beneficiando de él.

Por lo que en términos prácticos, aún y cuando salvaguarde no ser objeto ni sujeto de sanciones legales derivadas de los probables ilícitos de la misma, lo que no se puede ocultar ni negar, es su participación.

Ahora bien, si dejamos de lado la parte legal, la que no se puede omitir en el análisis es la moral, es decir la que se refiere a su postura y discurso en contra de la corrupción.

Porque después de hacerse público el nivel de vida que llevan él y su familia y lo que eso implica en los costos, recordemos la estancia de su esposa y sus hijos en la ciudad de Atlanta en los Estados Unidos y los viajes semanales que él mismo realizaba para visitarlos, fue evidente la disparidad entre sus ingresos y egresos.

Ese fue el factor que derivó en la investigación y la posterior explicación respecto de su patrimonio y que por consecuencia, remitió a la historia de la compra-venta del terreno en Querétaro.

Lo que nos sitúa en un plano en el cual, es totalmente incongruente que su postura anticorrupción sea genuina, lo que deriva en que ese discurso no es más que el producto de una estrategia mediante la cual, como candidato, está diciendo lo que sabe que la gente quiere escuchar, pero que no es una actitud que concuerde con su comportamiento personal, lo que de inicio le resta cualquier autoridad moral sobre el tema y lo coloca en el mismo escenario de lo que con tanta animosidad histriónica denuncia cotidianamente.

Situación que ya está provocando una preocupación y al mismo tiempo también rechazo de los grupos de poder del PAN, que aunque todavía no lo manifiestan abiertamente en público, está dando pie a una suerte de rebelión.

Esta sedición ya venía fraguándose desde que con el ánimo de imponer su candidatura se enfrentó a diversas figuras de su partido y que alcanzó su mayor grado de relevancia en la repartición de candidaturas a favor de sus aliados del PRD y Movimiento Ciudadano, hipotecando y lesionando los intereses de su propio partido.

De tal suerte que lo que se observa es que mas allá de los indicadores que puedan señalar las encuestas, estos tres factores serán el antecedente de una implosión de su candidatura, en la que sus más acérrimos rivales terminarán por ser los propios integrantes de la fuerza que representa.

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