Historia, casualidad y coyunturas

“En la Historia, como en la vida del hombre, el lamentarse no devuelve una ocasión perdida. En miles de años no se repone lo que se pierde en una sola hora”. -Stefan Zweig

3 de mayo, 2024 Historia, casualidad y coyunturas

Estamos ante una elección que podría cambiar el rumbo de México. Resulta curioso que ninguna de las dos candidatas hubiese imaginado hasta hace muy poco que podrían ocupar semejante posición. ¿Qué papel juega el azar, las coyunturas y las casualidades en el devenir de la historia y en la posibilidad de futuro?

En su libro Momentos estelares de la humanidad, Stefan Zweig asegura que “ningún artista es durante las veinticuatro horas de su jornada diaria ininterrumpidamente artista. Todo lo que te esencial, todo lo que duradero consigue, se da siempre en los pocos extraordinarios momentos de inspiración. Y lo mismo ocurre en la historia, a la que admiramos como la poetisa y la narradora más grande de todos los tiempos, pero que en modo alguno es una creadora constante1”. 

Para Zweig el genio es producto de la inspiración, de un rapto imprevisible que surge de algún instante entre azaroso e indeterminado que convierte al individuo común en un instrumento que proyecta lo más valioso del ser humano. Para él la historia funciona más o menos igual. Más que un devenir de acontecimientos entrelazados, se trata de un proceso un tanto fortuito que avanza a partir de saltos súbitos que transforman la realidad y le dan nuevas e inesperadas direcciones. 

Para Zweig los “momentos sublimes” de la historia emergen de la mediocridad de lo cotidiano. Desde su visión, individuos, algunos brillantes y otros mediocres, se encuentran, muchas veces sin buscarlo, en un cruce de caminos, que ni siquiera pueden percibir y, a partir del cual, sus actos, imposibles de medir en el momento, modifican la dirección de los acontecimientos y crean así el futuro, a veces glorioso y a veces abyecto. Sin embargo, cuando esas rupturas ocurren, cuando tienen lugar esos escenarios “dramáticamente concentrados”,  “hacen que ese momento sea irrevocable para cientos de generaciones, determinando la vida de un solo individuo, la de un pueblo entero e incluso el destino de toda la humanidad2”. 

Aunque yo me inclino más a defender la idea de que la historia es producto de un devenir formado por infinidad de acciones minúsculas que se entrelazan entre sí creando tendencias de actos y consecuencias, no puedo dejar de preguntarme cuál es el verdadero papel de la casualidad y la coincidencia. 

Cuando nos vemos ante un momento que parece susceptible de transformarlo todo, no puedo evitar preguntarme qué tanto los muchos, las multitudes, las naciones enteras dependemos de las decisiones y los actos de un puñado de individuos que desde la más radical inconsciencia del peso sus acciones, ejercen una influencia desmesurada en el futuro a partir del poder invisible que le otorga una circunstancia fortuita.

  Salvo que ocurra una catástrofe, a través de la jornada electoral que se llevará a cabo el próximo 2 de junio, México elegirá a un nuevo titular del Poder Ejecutivo para el periodo 2024-2030. El resultado de este ejercicio democrático puede cristalizar en resultados previsibles, que sigan tendencias existentes o, por el contrario, derivar en nuevas realidades inesperadas incluso para quienes habrán de detonarlas. 

Un factor de cambio a considerar está en el hecho de que por primera vez el próximo Presidente de México será una mujer. ¿Esa circunstancia en sí misma será un factor de cambio en la manera de ejercer la política o la ganadora se mimetizará con sus predecesores varones, replicando prácticas y actitudes del pasado?

Otra cosa que me pregunto es qué tanto de casualidad y qué tanto de construcción consciente implican las candidaturas de esas mujeres en particular.

En el caso de la candidata de oposición, la respuesta es fácil. Hace un año ni a la propia Xóchitl Gálvez, ni a los tres partidos que la postulan, les pasaba por la cabeza este escenario. Las circunstancias, y una serie de actos fortuitos conspiraron para que así fuera. ¿Esto es bueno o malo? No hay forma de saberlo hasta que, en su caso, gane y se materialicen los resultados concretos de sus decisiones y su forma personal de gobernar.

En el lado del oficialismo las cosas parecen responder a un patrón externamente distinto, pero en el fondo semejante. Si bien es verdad que la candidatura de Claudia Sheinbaum se ha construido a lo largo de los últimos tres años, no podría afirmarse que ella hubiese previsto, cuando se le designó aspirante a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, que seis años después sería la primera presidenta de la nación. Mientras Andrés Manuel López Obrador se construyó a sí mismo durante casi dos décadas para asumir el cargo, moldeando cuadros, obteniendo apoyos y luchando contra una multitud de resistencias en infinidad de ámbitos de poder, la actual abanderada de Morena es la “escogida” dentro de un movimiento existente, dentro del cual pudo haber sido elegida otra persona. Sin embargo, una vez tratándose de ella, el efecto se particulariza en la propia personalidad de Claudia Sheinbaum, lo que impide proyectar con precisión lo que habrá de ocurrir una vez llegada al poder. 

En todo caso su candidatura, sin bien es sólida y muy probablemente ganadora, no se puede decir que por el momento responda a una construcción consciente propia, pues se trata de una designación irremediablemente atada a las políticas del obradorismo que la impulsó. 

Lo cierto es que ésta no se percibe como una elección rutinaria, sino un momento histórico delicado que puede alterar el rumbo del país de forma importante. Aunque quizá Zweig tenga razón y “los momentos sublimes” de la historia sean en realidad raros e infrecuentes y, como reza la máxima del gatopardismo,  “todo cambie para permanecer igual”. Tal vez sólo se trate de una sensación de apremio que termine por disolverse en la cotidianidad y al final, gane quien gane en esta ocasión, siempre estaremos sujetos a accidentes y coyunturas imposibles de prever y controlar. 

De cualquier forma, como electores, merece la pena ser cuidadosos y responsables con nuestra manera de votar. Puesto que, como explica Stefan Zweig: “en la Historia, como en la vida del hombre, el lamentarse no devuelve una ocasión perdida. En miles de años no se repone lo que se pierde en una sola hora”.

Web: www.juancarlosaldir.com

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Twitter: @jcaldir   

Facebook: Juan Carlos Aldir

1 Zweig, Stefan, Momentos estelares de la humanidad, Primera Edición, Vigesimoquinta Reimpresión, España, Acantilado, 2021, Pág. 92 Íbidem, Pág. 10

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