Del Brexit al Frexit, el contagio populista de la ruptura

El pasado 25 de marzo se cumplió el aniversario número sesenta de la creación de la Unión Europea…   El pasado 25 de marzo se cumplió el aniversario número sesenta de la creación de la Unión Europea...

4 de abril, 2017
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El pasado 25 de marzo se cumplió el aniversario número sesenta de la creación de la Unión Europea…

 

El pasado 25 de marzo se cumplió el aniversario número sesenta de la creación de la Unión Europea y las diversas ceremonias conmemorativas organizadas para el propósito se llevaron al cabo en Roma, la capital italiana, pues fue en esa ciudad donde se firmó el tratado que dio origen a dicha alianza.

De todos los eventos llevados al cabo, sobresalió el encuentro de los veintisiete líderes europeos que ahora la conforman con el papa Francisco, en el Vaticano, primero porque no deja de ser una circunstancia curiosa que el pontífice católico no es europeo.

Esto porque independientemente de que es la primera vez que un Papa recibe a tal cantidad de mandatarios en simultaneo, lo que resalta es el contexto y el fondo de su mensaje.

El papa argentino reclamó a los jefes de gobierno europeos que su unión es cada vez menos solidaria, especialmente en lo referente al tema migratorio. Les dijo que el motivo por el cual habían conformado el pacto está desgastado y sufre un peligroso envejecimiento.

El papa Francisco subrayó que la unidad se mantiene, pero que eso no es una garantía de sobrevivencia, más aún cuando los objetivos y los ideales están inclinándose en rumbos muy diferentes.

Si bien es cierto que el Papa es un líder religioso y por tanto moral, es un hecho que no representa una autoridad política y, precisamente por ello, el mensaje pareció más un regaño, con un alto grado de crítica, que un discurso de corte diplomático.

En el balance la Unión Europea ha sido muy exitosa; sin embargo, los beneficios alcanzados en todos los aspectos a lo largo de seis décadas, se perciben como logros asumidos y para algunos de sus miembros una vez alcanzado el resultado de los mismos, son suficientes para dar por concluida la función de la alianza.

Los países europeos orientales quieren menos unión, la salida de la Gran Bretaña ha despertado un ánimo contagioso de ruptura, porque después del Brexit se espera que Francia haga lo propio, sobre todo si la ultra derecha obtiene el triunfo en la siguientes elecciones presidenciales.

Del Brexit al Frexit lo que se observa es que la necesidad de acompañamiento ya no privilegia el valor de la complementariedad, sino más bien una suerte de individualismo orientado por el populismo de esa misma ultra derecha.

En el balance y el promedio, los europeos han logrado en estos sesenta años mantener uno de los períodos de paz más prolongados de su historia, lo que ha permitido un desarrollo que vincula lo económico con lo social.

Mientras hace 75 años sus abuelos se mataban entre sí, hoy millones de sus nietos comparten un destino común, moneda, educación, trabajos y esparcimiento y libre tránsito, sin que sus fronteras supongan muros infranqueables.

No hay duda que Europa es en conjunto y comparación, al menos desde el parámetro de la óptica occidental, la región más avanzada del mundo, aunque eso no discrimine los contrastes.

Porque sin dejar de lado las crisis que han tenido que enfrentar algunos de los países que la conforman, el respaldo colectivo ha sido un soporte de recuperación, que a pesar de la complejidad particular, ha solventado la problemática interna, pero más aún ha contenido el contagio hacia los demás miembros.

Sin embargo, la intervención en esos procesos, pone en tela de juicio la soberanía, porque significa un obstáculo para la ola creciente de la tentación populista.

En teoría, al menos así se entiende, el principal argumento que sostiene la unión es la capacidad de armonizar un universo de diferencias regionales, geográficas, culturales y de interés económico.

Mediante la implantación de políticas para que en todos los países, a pesar de sus características esenciales, sus ciudadanos tengan garantizados los mismos derechos en todos ellos.

Sin embargo, ese precepto es el que hoy precisamente se contrapone a la tendencia autoritaria, proveniente de liderazgos que fundamentalmente buscan hacerse del poder, para implantar regímenes excluyentes.

Para ellos la pluralidad es sinónimo de debilidad, como si lo que se pretendiera fuera retornar a las épocas de un aislacionista que no es más que un pretexto para erigir dictaduras, en donde las libertades se limitan y dependan de la voluntad del gobierno.

El dilema europeo tiene que ser por obligación, un asunto de preocupación mundial, Europa es un balance, el equilibrio que mantiene gran parte de la convivencia global.

Pero también porque ha sido ejemplo de libertades, mediante expresiones plurales que incluso deberíamos entender son tan importantes como el desarrollo económico.

A nadie le conviene su desgaste, mucho menos su división, menos ahora que el peligro de la ascensión al poder de los populistas tiránicos dejó de ser una amenaza, para convertirse en un peligro latente.       

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