Sobre la felicidad y la navidad

Es navidad y se respira un ambiente relajado… Es navidad y se respira un ambiente relajado, los niños y niñas de tres años ya están con sus tablets o descubriendo las opciones que les ofrecen sus celulares...

22 de diciembre, 2015
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Es navidad y se respira un ambiente relajado…

Es navidad y se respira un ambiente relajado, los niños y niñas de tres años ya están con sus tablets o descubriendo las opciones que les ofrecen sus celulares inteligentes, que seguro sabrán manejar muy bien. Algunos más, se habrán regalado ropa o videojuegos o alguna fragancia interesante.

Es decir, están felices. Y es motivo más que suficiente para hablar cortamente de la felicidad, porque yo estoy respirando mucha felicidad…

Pero es la felicidad como hecho efímero, como algo que está siempre por ocurrir, esto se logra con ligeros esbozos, pero que son suficientes para creer en ésta y engancharnos a ella. La felicidad como esperanza de algo mejor, como paliativo, como acción reconfortante pero que se va pronto.

Regalarse presentes es también regalarnos un poco de lo que damos; es decir, felicidad, porque lo necesitamos, porque la vida tiene que ser así y no hay que molestarnos con ello, por el contrario, sin ésta seríamos indolentes, cadáveres.

Compartir mediante obsequios, algo que de forma consciente o no creemos que necesita el otro, es un acto esperanzador, es una inyección de tiempo. Aristóteles dijo que la felicidad es hacer el bien, el bien como virtud, como esencia práctica del amor. Amor como acto que nos mantiene vivos.

El 24 y 25 de diciembre no son en sí mismo un solo acto como puede ser el compartir con los familiares, sino son varios, una multitud de estos que se conjugan con un propósito, el de brindar felicidad, no como apariencia, sino como necesidad que naturalmente necesita el ser humano para existir.

Sin la esperanza de la felicidad plena, ¿qué sería de nosotros? ¿Hasta dónde llegaríamos sin estos breves espacios de felicidad? Porque la felicidad es impulso, es el hueso atado a un palo que corretea el perro con la esperanza de algún día alcanzarlo.

Y es que sabemos a qué sabe la felicidad aunque sea momentánea y nos basta para querer atraparla, para convivir con ella siempre, y la navidad nos hace creer que aquél encuentro es posible.

Alguien dijo que “la felicidad es mejor imaginarla que tenerla” y en el caso de las fiestas navideñas, esta frase encaja a la perfección, pues no hay evento más grande en el calendario que conjugue un sinfín de elementos estimulados por la imaginación, que la navidad y su Santa Claus y el nacimiento de Cristo y la unión familiar, etcétera.

Pero repito, nos sirve, la fiesta nos ayuda a reencontrarnos y abrazarnos, no es casualidad que hasta las tribus más insospechadas, tengan ritos festivos; es decir, celebraciones que a su vez son fiestas, que a su vez son espacios de felicidad necesarias.

Tales de Mileto dijo que “la felicidad del cuerpo se funda en la salud; la del entendimiento, en el saber”. Porque la navidad es también un punto y aparte, una reconfiguración, un tratamiento para mejorar nuestra salud que se vuelve precaria a medida en que pasan los meses.

Llegamos a la navidad con la esperanza de tener buena salud, aun engañándonos, porque hay una serie de circunstancias que nos superan en ese terreno: no podemos evitar no enfermar.

Sin embargo, esa otra felicidad de la que se habla en la cita, la referente al entendimiento, en el saber, sí se puede conseguir, acaso es la menos imaginaria de todas: el estudio, la lectura y demás generadores de conocimientos, son perdurables y reales, nadie podrá negar el conocimiento de una persona cuando ésta lo demuestra al hablar.

El culto a la sabiduría como virtud (y salvación) como piensa el Dalái Lama actual, Tenzin Gyatso.

Pensemos entonces en lo menos imaginario que nos ofrece la navidad: la generación de conocimiento, el ser más entendido. De esta forma, compartiremos sí la felicidad efímera, pero también la perdurable.

En fin, disfrutemos estos días de fiesta y sigamos leyendo. Levántese y vaya por un libro, yo eso haré. Pienso en Burroughs, Hemingway y Fonseca, tal vez, se me cruce Mishima, pero a saber, ya estando en la librería siempre aparecen otros.

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