La Jarra Chocolatera

El 10 de agosto del año 1900, al día siguiente en que el Tte. Coronel Abraham Arróniz asumió el mando de jefe… El 10 de agosto del año 1900, al día siguiente en que el Tte. Coronel...

31 de mayo, 2017
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El 10 de agosto del año 1900, al día siguiente en que el Tte. Coronel Abraham Arróniz asumió el mando de jefe…

El 10 de agosto del año 1900, al día siguiente en que el Tte. Coronel Abraham Arróniz asumió el mando de jefe político del Distrito Sur de la Baja California (actualmente Baja Caliornia Sur); la señora Blasa M. de Rodríguez, directora del hospital  “Juan Ma. de Salvatierra” de La Paz discutió con el gendarme Florentino Llamas, en funciones de Comandante de la Guardia del nosocomio. Le reclamó y exigió que le repusiera una jarra de loza que a éste se le quebró, misma que le había sido prestada por la lavandera Eulalia. El guardián le dijo que se calmara, que ya compraría otra para su reposición. Lo que no quedó claro es cuándo sería restituida.

El caso es que el mismo día a eso de las nueve de la mañana la lavandera Eulalia pasó a la cocina a desayunar. Como no se conocían los huevos de granja, se hallaba saboreando un par de los de yema anaranjada, de gallo y gallina, fritos, bañados con una salsa molcajeteada de tomate y chile serrano, reglamentariamente guarnecidos con frijol “de la olla” espolvoreado con queso de chiva. Se estaba empinando un “pocillo” de peltre con café “de talega”, pues tampoco se conocía el de polvo, cuando de pronto desde la puerta el iracundo gendarme en voz alta le gritó:

 -¿Por qué le dijites a la diretora lo de la jarra?

 -¡Ay, don Florentino! ¿A poco usté no me la pidió prestada?

 -Ponle que sí, pero es que eres una mitotera hija de la % # ?…

 -¡Pues entonces doña Blasa me la hubiera cobrado a mí!, -terció la cocinera  

    Rita. 

Ese griterío alcanzó a escucharlo la directora y, saliendo de su oficina se acercó a ver qué estaba sucediendo; entonces el gendarme al encontrarse frente a esa superioridad numérica femenina, optó por emprender una graciosa huida rumbo al “zahuán”  que se encontraba en línea de la calle Tercera (actualmente Revolución), donde tenía montado su puesto de vigilancia. Mientras se desplazaba caminando espaldas a ellas, don Florentino Llamas, haciendo honor a su apellido lanzaba por sus saltones ojos llamas de furia, vociferando: “La diretora es una loca y las lavanderas y cocineras son un atajo de cuscas“.1

Más tarde, al comandante “Flor” lo mandó llamar su señora esposa. Abandonó la guardia sin avisarle a nadie y se dirigió a su casa, situada en la manzana frente al hospital, ubicada la fachada de éste sobre la calle Segunda (ahora Madero). A su mujer se le había escapado un robusto puerco fajado de blanco, que huyó velozmente rumbo a la playa, distante un poco más de doscientos metros. Según parece que ese cochi estaba encebado porque tardó buen tiempo en atraparlo, y corriendo regresó al hospital, pero ya era demasiado tarde.

Debido a que no avisó y demoró en regresar a su puesto, la directora aprovechó la ocasión y reportó por teléfono al  Subjefe de Gendarmes Carlos A. González, el negativo comportamiento de don Florentino; también le habló al Comandante de Policía Ignacio Romero, quien posteriormente fue requerido por el jefe político para que realizara una investigación en ese lugar.

Una semana después, 17 de agosto a las cuatro de la tarde, el funcionario policiaco se presentó al hospital y, entre otras cosas sacó en claro que la directora jamás se dirigió al acusado con “palabras duras”, y que el gendarme Florentino “todos los demás días dejaba la guardia sola por ir á los lavaderos á molestar á las mujeres.”

El inculpado no se presentó a que le tomaran su declaración, pues en esos días enfermó y aún se encontraba convaleciendo en su casa. Ya repuesto de sus males, aunque algo temeroso de que le abrieran proceso se apersonó ante el recién desempaquetado jefe político Abraham Arróniz, quien en su presencia leyó en silencio la hoja de servicios del gendarme. Se enteró que era guanajuatense; que había causado alta en la Gendarmería el 6 de septiembre de 1897, casado, de 38 años de edad, 1.65 m de estatura y de anterior oficio zapatero.

Al jefe Arróniz no le pareció nada bien que el 3 de febrero del  pasado año 1899, la anterior directora del hospital, Sra. Consuelo P. de Gabriell había enviado un escrito al entonces jefe político, Coronel Rafael García Martínez, manifestándole que “el cabo de Rurales Florentino Llamas ha golpeado á su mujer hasta sacarle sangre, lo que comunico para los fines correspondientes.”

Concluyó el Teniente Coronel Arróniz que este señor no era precisamente un angelito -lépero, golpeador, codo y enamorado-, pero tampoco podía decirse que era el diablo mayor, y le advirtió que la próxima vez que se indisciplinara entonces lo daría vergonzosamente de baja. Tras abandonar el palacio de gobierno, Florentino lanzó al aire una sarcástica carcajada mientras se dirigía hacia el Cuartel de la Gendarmería… no obstante haber lanzado tales flores a la directora, lavanderas y cocineras, aparte de abandonar el servicio, únicamente lo habían castigado con ocho días de arresto, y a cubrir el importe de aquella jarra quebrada.

Debido a las ofensas que profirió a las cocineras, éstas jamás le volvieron a guardar las lavaduras 2 con que reforzaba la engorda de su porcino, y temiendo que éste se le volviera a escapar reforzó el chiquero 3 con varas de “Palo de arco” 4  y tomó una irrevocable decisión; en la madrugada del día 24 de diciembre lo convirtió en tamales estilo “Guanajuato”, su Tierra natal, de esos que se elaboran con la carne deshebrada, agregándole chile ancho, cebolla picada, ajos y hierbas de olor.

Esa noche de Navidad le tocaba servicio, pero pidió que lo cubriera un subalterno  a cambio de la lonja y las patas del cerdo. Y así, encerrado en su casita vista al mar, el Comandante Florentino Llamas tragó tamales hasta ponerse “full”, pero como era demasiado rencoroso, ni a la directora Blasita, ni a las cocineras ni lavanderas del “Salvatierra” les regaló ningún pedacito de tamal. ¡Y todo por causa de esa “pinchi jarra chocolatera” !

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(Fuente básica AHPLM)

1 Localismo yucateco que significa mujer desafinada, es decir, de mala nota.

2 Residuos o desechos de alimentos ya preparados.

3  Elegante nombre la casa de los puercos (Mozárabe “Sirkair” = Cabaña).

4  “Tecoma Stans”. Árbol de la familia de las Biñonáceas.

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